Opinión

Nunca Hamás

Hace tiempo que algunos venimos denunciando la oleada judeófoba que se apodera inmisericorde de las instituciones catalanas

El expresidente catalán Carles Puigdemont
El expresidente catalán Carles Puigdemont EFEAgencia EFE

Por si alguien no se había dado cuenta, los indepes catalanes (hay quien considera que la palabra «indepe» es innecesariamente despectiva; puede ser; poco me preocupa porque nunca lo será tanto como llamar «fascistas» a todos los demás...), pues eso, que los indepes catalanes ya no se conforman con jugar a la Cataluña independiente. Ahora quieren jugar a la España a la carta. La última ocurrencia de proponer algo así como un doble referéndum espejo, a la vez para catalanes y españoles (juntos, pero no revueltos...) busca la banalización de la soberanía nacional.

También la del mal, que diría Hannah Arendt. Ver a los indepes pretender darnos a todos lecciones de política internacional pone los pelos de punta con la que está cayendo. En Israel y en nuestras conciencias. ¿A que parecíamos unos agonías los que pusimos el grito en el cielo cuando Ada Colau rompió unilateralmente, inmoralmente y sin tener competencias para ello el hermanamiento Barcelona-Tel Aviv? Por cierto que lo pudo romper gracias a una cobardona abstención socialista en la votación de una propuesta del grupo municipal de Ciudadanos que habría abortado de raíz los planes de Colau. El socialismo catalán más tarde rehízo el hermanamiento. Pero estuvo en su mano no deshacerlo en primer lugar, y entre alcaldada y alcaldada prefirió abstenerse. El socialismo catalán siempre se cree que tiene todo el tiempo del mundo para desdecirse de lo mal dicho, para deshacer lo mal hecho, y que si la amnistía sale, y sale rana, algo se les ocurrirá.

Hace tiempo que algunos venimos denunciando la oleada judeófoba que se apodera inmisericorde de las instituciones catalanas. La cresta de la ola de esa judeofobia cada vez más cerrada y más feroz reside en la cepa catalana del podemismo, pero cuenta con el respaldo por lo bajini (o no tanto) de ERC, que en esto acredita una esquizofrenia política espeluznante. Históricamente el nacionalismo catalán, el clásico, era proisraelí. Lo sería por razones más o menos absurdas y/o pretenciosas, pero lo era. Conectando así con uno de los mejores resortes del seny catalán. Los de Puigdemont más o menos siguen honrando esa tradición. Los de Junqueras, no. Haciendo como que se lían un pañuelo palestino a la cabeza, en realidad ya no saben dónde tienen ni Palestina ni la cabeza. Nadan en frivolidad y guardan la ropa del terror. Se han metido en un jardín de fanatismos propios y ajenos del que ya no saben cómo salir ni queriendo.

Yo me opongo rotundamente a que a esta gente se le permita crear una tupida red de embajadillas y embajadorcillos, de Kissingers de bolsillo (¡nuestro bolsillo!), no ya por razones constitucionales de peso, sino porque ya se ve qué pasa cuando dejas las cosas serias en manos de según qué personal. La economía catalana, tocada y hundida. La Sanidad pública catalana, en el chasis. La Educación catalana, a la cola de la comprensión lectora. Etc.

¿Vamos a dejarles encima meter sus patazas en la política exterior? ¿Vamos a permitir que la Cataluña separatista vaya internacionalmente por libre en un momento en que Occidente (con nosotros dentro, atención...) se enfrenta a la que quizá sea su mayor crisis geopolítica y de seguridad desde la caída de las Torres Gemelas?

Nunca Hamás. No quiero ver a los asesinos de Maya Villalobo entrando bajo palio en la Generalitat. ¿Que esa barbaridad no puede llegar a ocurrir, que eso no sería posible? ¿Nos apostamos algo? ¿Un plato de lentejas? ¿Una investidura?