El personaje

Oriol Junqueras: fuera de juego ante Puigdemont

Quiere ser el conductor mesiánico del independentismo, pero ERC atraviesa un mal momento por el bajón electoral y el auge del expresident, su eterno adversario

Junqueras
El presidente de ERC, Oriol JunquerasIlustraciónPlatón

Desde que el fugitivo Carles Puigdemont ofreció la tan sonada rueda de prensa en Bruselas sobre las conversaciones con el Estado español, su eterno rival, Oriol Junqueras, ha quedado desubicado. Así es el análisis de destacados políticos y empresarios catalanes sobre la actual situación del líder de Esquerra Republicana. «Puigdemont activó el botón negociador y descolocó a Junqueras», matizan estas fuentes, que ven al partido fuertemente dividido ante la investidura de Pedro Sánchez. En su entorno aseguran que el líder de ERC se sentía en los últimos días ninguneado por el presidente del Gobierno en funciones, con quien ha mantenido un pacto de lealtad y socio prioritario durante la pasada legislatura, mientras que ahora son Puigdemont y los siete diputados de JuntsxCat totalmente decisivos para que Sánchez pueda mantener el poder. De ahí la llamada personal que el propio Sánchez le hizo el pasado miércoles ante la advertencia de algunos dirigentes y bases republicanas de no tener claro el apoyo al candidato socialista. «Están fuera de juego ante la estrategia impredecible de Puigdemont», opinan en estos círculos, dónde recuerdan el enorme batacazo electoral sufrido por ERC el 28M, precisamente por el desgaste de respaldar al PSOE en el Congreso de los Diputados.

Esquerra ha perdido numerosos municipios y cargos locales, que muchos atribuyen a la mala gestión de Pere Aragonès al frente de la Generalitat, pero sobre todo al apoyo a Pedro Sánchez. «Nos ha pasado factura», admiten. Tras los malos resultados electorales el partido vive ahora una profunda división entre el sector más radical, liderado por Marta Rovira desde Ginebra, partidaria de la ruptura y contraria a la investidura de Sánchez; el más conciliador y dialogante, encabezado por Oriol Junqueras, y el inconsistente del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès quien, según estas fuentes, «se mueve en tierra de nadie», con una pésima gestión en el Govern. En este escenario, las maniobras del prófugo de Waterloo, aún no claramente definidas, han dejado a ERC «en precario y sin discurso», por lo que Junqueras tomó la decisión de venir a Madrid y advertir, a las puertas del Congreso, que sus escaños son también necesarios. Su portavoz, Gabriel Rufián, no desveló de momento el sentido de su voto tras la entrevista que mantuvo en la Cámara Baja con Pedro Sánchez y el ministro de la Presidencia en funciones, Félix Bolaños, interlocutor con Cataluña.

En medio de su tradicional rivalidad, los dos partidos independentistas mantienen ahora un pugilato ante la investidura de Sánchez. En JuntsxCat opinan que los socialistas «le tienen tomada la medida» a Oriol Junqueras y ven garantizado su apoyo a la investidura. Los republicanos defienden que su líder ha pisado la cárcel, mientras el ex presidente fugitivo huyó en un maletero, lleva una vida de lujo en Bruselas y se erige ahora en el garante de la investidura. Oriol Junqueras pasó de ser el hombre puente con Madrid a un místico presidiario. De protagonista en aquella «operación diálogo» impulsada por Mariano Rajoy a sentarse en el banquillo como imputado en el juicio contra el «procés». En prisión durante casi dos años, defensor de los pactos por encima de rupturas, muchos todavía se preguntan qué le hizo sucumbir un día ante Carles Puigdemont, negándose a unas elecciones que le habrían dado la presidencia de la Generalitat y tirando por la calle de en medio en un camino radical. Es la vida de un visionario, entre un misticismo algo revolucionario en pro de la independencia de Cataluña.

Oriol Junqueras i Vies nació en el barrio barcelonés de San Andrés de Palomar, hijo de un profesor y una enfermera. Apasionado de la historia, se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona con una tesis sobre el pensamiento de Cataluña en la Alta Edad Moderna y durante su tiempo académico investigo en los archivos secretos del Vaticano, su gran pasión. Un día conoció a Heribert Barrera, abrazó las ideas de ERC y alcanzó la alcaldía de San Vicent dels Horts, dónde los vecinos le recuerdan como una persona afable y de misa semanal. Católico practicante, Junqueras es un estudioso vaticanista, erudito en textos bíblicos y lector de sus escrituras. Curiosa mezcla de un hombre culto aferrado a una Cataluña idílica alejada de la realidad. Poco cuidadoso con su imagen, amoroso esposo y padre, siempre tuvo la utopía del independentismo. «¿Me puede dar una Biblia en catalán?», solicitó al llegar al centro penitenciario de Estremera, dónde inició la prisión preventiva ordenada por el Tribunal Supremo. Allí, desde dónde acudía a las largas sesiones del juicio del «procés», y después en la cárcel catalana de Lledoners, su vida era algo mística: lecturas religiosas, misa en la capilla y escritos a sus dos hijos, Lluc y Joana, bajo una colección de cuentos que recogía casi a diario su mujer, Neus Bramosa.

Fervoroso creyente, nunca ha ocultado sus convicciones religiosas. De hecho, ha publicado un libro junto a un buen amigo, el benedictino de la Abadía de Montserrat Hilari Raguer, claramente independentista, que le visitaba a menudo. En este volumen analiza textos de los apóstoles San Pablo y Santiago el Menor, ensalza los Salmos, cita a Lutero, Nietzcshe, el Papa Francisco, defiende las Cruzadas y la Cristiandad y aboga por la justicia social, combatir la pobreza y las revoluciones campesinas del último siglo. Nada obsesionado por su imagen, alérgico a la corbata y de perfil algo despistado, en los meses de cautiverio adelgazó unos kilos por frecuentar el gimnasio de la prisión, dónde practicaba bicicleta y cinta. Contra viento y marea, su liderazgo al frente de Esquerra Republicana se ha mantenido indemne, a pesar de la gran influencia de su número dos, Marta Rovira, huida a Suiza. Junqueras quiere ser el conductor mesiánico de la causa soberanista, pero ERC atraviesa ahora un mal momento por el bajón electoral y el auge del fugitivo Puigdemont, su eterno adversario.