El personaje
Pere Aragonés: maniobras en la oscuridad
En su deriva separatista, Aragonés se ha rodeado ahora de un comité de sabios para que intenten rebozar una fórmula jurídica hacia la consulta independentista
Defiende ahora ese llamado «acuerdo de claridad» para encubrir un ilegal referéndum de autodeterminación. Pero dicen sus críticos que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, practica en realidad unas calculadas maniobras en la oscuridad que le permitan seguir en el cargo siempre a las órdenes de su auténtico jefe, Oriol Junqueras. En su deriva separatista, Aragonés se ha rodeado ahora de un comité de sabios para que intenten rebozar una fórmula jurídica hacia la consulta. Una especie de «sanedrín» de expertos, que el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, rechazó durante los cuatro días que ha permanecido en Cataluña.
«El Gobierno no apuesta por volver al pasado ni a fórmulas que dividieron y enfrentaron a los catalanes», afirmó Bolaños en una visita a la abadía de Montserrat, dónde se reunió con el abad, Manel Gasch. Ante las declaraciones de Aragonés, empecinado en el referéndum independentista, el ministro aseguró que el Gobierno defiende el diálogo entre diferentes para aportar propuestas económicas y de progreso, algo que en su opinión no garantiza el «procés». «Ello enfrentó a la sociedad catalana y la llevó al borde del precipicio», insistió el titular de Presidencia, interlocutor del Ejecutivo de Pedro Sánchez con la Generalitat.
Pere Aragonés y Félix Bolaños coincidieron en la inauguración de la Feria de Abril de Cataluña, que congregó a varios representantes institucionales y candidatos a las elecciones del 28-M en el Parque del Fórum de Barcelona, pero se limitaron a un frío saludo de cortesía. «No está prevista ninguna reunión oficial», dijo el ministro. La Feria se celebra este año después de la polémica que se produjo durante la Semana Santa por un gag del programa de TV3 «Está passant» que parodiaba a la Virgen del Rocío, en un acto injurioso y de pésimo gusto, que ofendió a las cofradías andaluzas.
En su tradicional cinismo, el presidente de la Generalitat encuadró el espacio en la «libertad de expresión» y aseguró con osadía en la Feria que «sin los andaluces no puede entenderse la Cataluña contemporánea». Una prueba más de la hipócrita conducta en que se mueven los soberanistas. Por su parte Félix Bolaños insistió en que el Gobierno sigue abierto al diálogo, pero nunca con fórmulas del pasado. El líder de ERC, Oriol Junqueras, también de visita a la Feria andaluza, tildó de «provocativas» las declaraciones del ministro y apostó por «el acuerdo de claridad, que permita a los catalanes votar y decidir su futuro».
Pere Aragonés siempre ha sido un «segundón» del gran jefe Junqueras y ha montado algunos numeritos durante su mandato. Hay que recordar aquella frase del expresidente Josep Tarradellas: «En política se puede hacer de todo menos el ridículo» para definir la conducta de su sucesor. Eso fue lo que realmente hizo el actual presidente de la Generalitat hace algunos meses en el inicio de la cumbre-hispano francesa en Barcelona, un gran ridículo personal e institucional, ante la mirada tibia de Pedro Sánchez y el estupor de la delegación francesa y su jefe de filas, Emmanuel Macron.
En un país donde la «Grandeur de la France» impera, con enorme respeto a su historia y sus símbolos, la escapada chusca por la puerta de atrás de Aragonés para no escuchar los himnos nacionales de ambos países, con desplante a las Fuerzas Armadas españolas presentes en Cataluña, habría sido impensable. Sus advertencias de que el «procés» no ha acabado y que Cataluña quiere ser un socio europeo con categoría de país propio revelan la mediocridad de un personajillo sentado en la Generalitat por el dedazo de su líder y ahora, según sus adversarios de Junts, «traidor» a la causa.
En estos días de campaña electoral se demuestra hasta qué punto los independentistas están fuertemente divididos, preocupados en batallar unos contra otros, en un fanatismo a ninguna parte. Pere Aragonés no tiene altura para ser presidente de la Generalitat de Cataluña, según opinan veteranos políticos catalanes de este hombre pequeño en estatura física y falta de autoridad para imponerse a su propio partido. Un separatista a quien no se le conoce oficio alguno, sin experiencia profesional, nieto de un alcalde franquista en La Pineda y miembro de una de las familias más adineradas de Cataluña. A Pere Aragonés le consideran «un monaguillo» de Oriol Junqueras y recuerdan asuntos como la ampliación del aeropuerto de El Prat, que en un principio apoyaba y así se lo trasladó a destacados empresarios, pero luego se echó atrás por presiones de las bases de ERC.
Candidato de ERC por decisión de Junqueras, no logró en primera vuelta los votos necesarios para su investidura y fue durante un tiempo un aspirante en barbecho. Definido por quienes bien le conocen como «burgués, indepe y pragmático», Pere Aragonés García pertenece a esa doble faz de los independentistas catalanes: nieto de un alcalde franquista y con familia millonaria. Nacido en Pineda de Mar, su abuelo paterno, Josep Aragonés i Montsant, amasó una gran fortuna durante la dictadura que le llevó a construir el hotel más grande de España en aquella época, el Taurus Park. Fundador de Alianza Popular en la comarca, fue edil del municipio y forjó un imperio hotelero y textil, que heredaron sus dos hijos al fallecer en un accidente de tráfico, con parques acuáticos y centros de ocio en Pineda, Tossa de Mar, Salou y Calella. Su esposa, Janina Juli Pujol, procede también de una adinerada saga del litoral en el Maresme catalán. Se casaron por todo lo alto y son padres de una niña, Claudia.
Licenciado en Derecho, militante de las Juventudes de ERC desde los dieciséis años, amplió estudios económicos en la Universidad norteamericana de Harvard, lo que no frenó su fervor independentista. A su regreso trabó contacto muy estrecho con Junqueras y cuando Marta Rovira se fugó a Suiza le llamó a la cárcel y le confirmó como el elegido. Ahora, Pere Aragonés sigue con su cinismo separatista para que no le muevan la silla.
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