Opinión

Puro teatro

En algo no hubo asomo de actuación del presidente en la cumbre de la OTAN: el malestar que le produce una pregunta que desnude el fracaso de su estrategia

Pedro Sánchez camina solo ante el resto de líderes aliados en la cumbre de la OTAN
Pedro Sánchez camina solo ante el resto de líderes aliados en la cumbre de la OTAN J.J. GuillénAgencia EFE

Luis Bárcenas prestó declaración ante el juez Pablo Ruz el 15 de julio del año 2013. Poco más de dos años después, ya existían una obra de teatro sobre el particular y una adaptación cinematográfica de la misma. Los casos de corrupción ligados al PP, especialmente en la Comunidad Valenciana, han sido fuente de inspiración particularmente fecunda para la creación cultural en todo tipo de soportes.

El audiovisual español nos daría una sorpresa si, en lapso de tiempo tan corto, nos presentara producciones que reflejen estos meses de locura. No será por falta de material ni de adornos que puedan contribuir a hacer más comercial cualquier sátira política. Pero en nuestro país apenas se cultiva el formato fuera de la esfera de control del partido actualmente en el poder.

Ha querido la casualidad que todo este frenesí coincida con la preproducción de Torrente 6. Santiago Segura bromea diciendo que se crece ante la adversidad cuando se pone en duda que su ficción no parezca, vista la actualidad, un documental. La otra noche, en lo de Motos se mostró abierto a ofrecer una aparición al exministro José Luis Ábalos. Mientras tanto, es el propio devenir político el que adopta el tono y las formas de las recreaciones. No abundaremos en el tópico que subraya las dotes de actor necesarias para ser lucirse como representante público. Pero sí destacaremos lo oportuna que fue la economista María Blanco cuando, en la legislatura pasada, reflexionó sobre el «sanchismo» en un libro que llevó por título «Votasteis gestos, tenéis gestos». El problema empieza cuando el gesto se convierte en aspaviento. Y el público comienza a percibir sobreactuación. Algo así como el cómico Fernán Gómez sin saber traducir al cine las mañas que le funcionan en el teatro ambulante en aquella secuencia memorable de «El viaje a ninguna parte» (1986).

Conviene que la producción ayude. Si se va a protagonizar una declaración institucional sin preguntas en la sala de prensa de La Moncloa, es mala idea que la realización se recree en el patio de butacas vacío. Y no digamos ya que el texto incluya la frase «comparezco de urgencia ante ustedes y ante los medios de comunicación» cuando los segundos están, valga la paradoja, visiblemente ausentes. El propio lenguaje corporal de Sánchez parecía buscar la complicidad de esos asientos desocupados, como si la figuración hubiera fallado a última hora o estuviese previsto añadir a posteriori periodistas generados por IA.

Fue un prólogo elocuente de lo que se nos avecinaba. Una cumbre de la OTAN caracterizada por la sobreactuación para intentar desviar como sea el foco de los males internos que aquejan al Ejecutivo y, de paso, ganar puntos ante los socios, que cada vez tienen más problemas para esquivar la incoherencia de sus mohines de asquito ante las cosas conocidas y su apoyo inamovible al Gobierno.

Por eso el debate sobre quién tiene razón con el porcentaje del gasto en Defensa se antoja un tanto estéril. Pues claro que no podemos llegar al 5% en el plazo exigido. Pero aquí lo fundamental está en el tono. A lo largo de estos siete años, el presidente se ha esforzado en cultivar un perfil atlantista que le permita pasearse por el mundo como el socialdemócrata exquisito que aquí hace tiempo que ya no puede representar por los votos de los que depende. No hay más que recordar el despliegue de comunicación política que supuso la cumbre de la Alianza de la que España fue anfitriona hace ya tres años.

No queda nada de eso en la estrategia de los últimos días. Mark Rutte y los demás aliados han sido objeto ahora de esa manera desabrida de comunicarse con la que el jefe del Ejecutivo se dirige, más que a su interlocutor, al núcleo más sectario de sus propios votantes. Alguien consideró buena idea forzar un distanciamiento físico para que la foto de familia sirviera de ilustración de la discrepancia para dummies. No contaron con la sensación de aislamiento que produce toda la galería de imágenes de estos días en La Haya. En algo no hubo asomo de actuación: el malestar que le produce una pregunta periodística que desnude el fracaso de su estrategia brota con naturalidad de «cinéma vérité». Así que dejémonos de pantomimas y apostemos por el auténtico cine. Abogamos por ver, más pronto que tarde, esa película sobre la trama de las mordidas que tan difícil nos parece que termine materializada. Productores del mundo: anímense. Si tenemos hasta una actriz de verdad, Letizia Hilton, formando parte del «dramatis personae». Habrá quien diga que de un género distinto. O quizá no tanto.