Opinión

Los tiempos y la liebre

Las vacaciones de Sánchez lanzan un mensaje claro: el presidente se va de vacaciones porque él controla los tiempos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez, ayer, desciendiendo del avión a su llegada a La Habana
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez, ayer, desciendiendo del avión a su llegada a La Habanalarazon

Pedro Sánchez se ha ido de vacaciones y se ha liado la mundial. Se ha ido a Marruecos, cierto. Y se ha ido sin dar explicaciones sobre el cambio de posición de España sobre el conflicto del Sáhara. Sin embargo, con la situación africana–consolidando Rusia posiciones en Mali, Chad, República Centroafricana, Sudán, Senegal o Níger, en detrimento de la potencia colonizadora Francia– este cambio parece tener más que sentido porque Marruecos, no lo olvidemos, es un socio estratégico de Estados Unidos y de Israel, interesados ambos en poner coto a la expansión rusa y a la guerrilla islámica. Sin olvidar que las buenas relaciones han frenado de forma sustancial la inmigración irregular. Si al final Sánchez se entrevista a finales de semana con el rey alauí y se abren los puestos fronterizos con España, a más de uno se le atragantará el desayuno.

Pero las vacaciones presidenciales lanzan otro mensaje: me voy porque soy el que controlo los tiempos. Desde el PP salió su vicesecretario Miguel Tellado para acusarle de anclarse en el poder a toda costa y de ser un soberbio. El problema del señor Tellado es que su líder no puede anclarse en el poder porque la democracia parlamentaria se lo impide. Ha ganado las elecciones y no puede gobernar. Solo tiene un socio: la ultraderecha. Sánchez no tiene nada amarrado, pero es el único que puede conseguirlo. Y, sí, el presidente se va de vacaciones porque ciertamente controla los tiempos.

Sería pazguato también pensar que, como está de vacaciones, los engranajes del PSOE quedan paralizados. Les informo que en Marruecos hay cobertura telefónica y que para llegar al día 17 quedan catorce días. La primera meta volante de la nueva legislatura es la Constitución de las Cámaras y se hablará de la Presidencia, de la constitución de los grupos –el PSOE es fundamental para que ERC y Junts tengan grupo, y financiación todo sea dicho– y de qué bloque tiene mayorías. No se hablará, al menos con enjundia, de cómo se arbitrará el pacto de investidura y de legislatura, del que se vislumbra una duración de dos años. Porque en dos años a más tardar se convocarán elecciones en Cataluña y para entonces ERC y Junts se sacarán los ojos. Todavía más si cabe que ahora.

¿Les gustan las carreras de galgos? Si han visto alguna verán como los animales salen como alma que lleva el diablo detrás de una liebre –mecánica eso sí– para alcanzarla. Nunca lo logran pero siempre hay alguno que gana la carrera. La liebre de estos días veraniegos ha sido la financiación autonómica. Ha salido de la chistera política –de la mano de Salvador Illa– y ha desbancado el tema estrella: el referéndum y la amnistía. Ambos han pasado a mejor vida –aunque siguen ahí pero sin excesivo ardor guerrero por parte del independentismo– con un PP en la inopia que ha salido como los galgos. Además, la financiación es un tema más que complejo. Las Comunidades no se alían en función de partidos, sino de intereses. Unos defienden el criterio de la población, otros el de la dispersión, otros el principio de ordinalidad –que los que más paguen no perciban por debajo de la media– sin ser del mismo partido. Por eso, ante la posibilidad de la quita a la deuda hemos visto como en el PP se han enredado en el ruido porque este ruido es intrínseco al tema de la financiación porque todos van en fila «a ver qué hay de lo mío». Además, algunos se han enredado en el supuesto de que la reforma provocará desigualdades entre comunidades autónomas y más si Cataluña negocia directamente con el Ejecutivo.

Dos puntualizaciones. Primera, el sistema está varado desde el año 2014 y la crisis de 2008 lo hizo saltar por los aires. Conclusión: provocó desigualdades en varias comunidades, que lo arrastran desde entonces. Segunda, en toda negociación de financiación hay una Mesa, cierto, pero todas las autonomías –todas sin excepción– negocian directamente con el Gobierno. Que no nos mientan, por favor.