Entrevista

El único espía español que sobrevivió a la emboscada en Irak: «Me sentí culpable y cobarde por seguir vivo»

José Manuel Sánchez Riera fue el único de los ocho miembros del CNI que sobrevivió en 2003. En «Tres días de noviembre» (Espasa) narra lo que fue aquel infierno

José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI y único superviviente del atentado en Irak en 2003.
José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI y único superviviente del atentado en Irak en 2003.Alberto R. RoldánLa Razón

En su mirada aún arden las cicatrices de quien ha atravesado el infierno: el eco brutal de una tormenta de balas, la sombra implacable de una emboscada mortal que segó la vida de siete agentes del CNI en Latifiya (Irak). José Manuel Sánchez Riera fue el único espía español que consiguió esquivar a la muerte aquel noviembre de 2003, y tras saber que todos sus compañeros habían sido asesinados sintió una herida invisible: «Me sentí culpable al saber que mis compañeros estaban muertos y me sentí cobarde por seguir vivo». En «Tres días de noviembre» (Espasa) les rinde homenaje a ellos, a sus familias y también pide perdón a la suya «por el daño y el dolor que he generado, inconscientemente, por el trauma».

Lo que más le preguntan desde entonces es cómo entró en el CNI. José Manuel ya era militar a finales de 1991 cuando recibió la orden: presentarse en las dependencias del Centro para un reconocimiento médico. «Cuando el CESID (antiguo CNI) te llamaba, uno iba», recuerda. Él, de niño, nunca pensó en ser espía, solo quería ser militar. Su perfil técnico como especialista en comunicaciones y su inquietud por la informática le convirtió entonces en el idóneo.

Solo llevaba tres días en Irak cuando ocurrió el ataque. El convoy en el que viajaban fue emboscado, los medios no eran los adecuados y la potencia de fuego de sus atacantes resultó abrumadora. Dice que la suerte fue lo que le mantuvo con vida: «Por mucho que lo piense, no existirá un porqué». La sensación predominante en lo que duró la tragedia fue «el frío». «No el frío físico, sino la frialdad» para enfrentar el horror.

Imagen de archivo de los ocho agentes del CNI que fueron emboscados en Irak.
Imagen de archivo de los ocho agentes del CNI que fueron emboscados en Irak. La Razón

Los ocho agentes iban repartidos entre dos vehículos todoterreno, cada cual con un teléfono satelital a su disposición: en el primero, un Nissan Patrol blanco, era conducido por Martínez González y viajaban Merino, Lucas y Zanón; el segundo, un Chevrolet Tahoe azul, conducido por Alfonso Vega y en el que viajaban Baró, Rodríguez Pérez y Sánchez Riera. Los vehículos no estaban blindados. «Nos desplazábamos como podíamos, con los medios disponibles», rememora. A las 15:22, diez minutos después de pasar Mahmudiya, cuando ambos vehículos circulan por una carretera ancha y con poco tráfico, un Cadillac blanco comenzó a disparar. Eran disparos de AK-47. «A partir de ahí fue todo velocidad, velocidad, velocidad». Las balas alcanzaron a Alfonso y le sacaron de la carretera. «Cuando empezaron a dispararnos desde las casas, supe que la situación se complicaba. No da mucho tiempo para pensar». Carlos Rodríguez le pidió que fuera a buscar ayuda. En ese momento «no hay opción para dudar. No piensas que vas a morir, ni que vas a vivir». Logró llegar a la carretera, intentó parar un vehículo que pasó de largo y siguió intentándolo. «En esos momentos no sientes. Es una sensación muy desagradable, no tienes miedo a morir».

Uno de los coches en los que viajaban los miembros del Centro Nacional español de Inteligencia (CNI), siete de los cuales murieron y uno resultó herido, permanece junto a la vieja carretera del sur, donde fueron atacados cerca de la ciudad de Suwayrah, al sur de Bagdad.
Uno de los coches en los que viajaban los miembros del Centro Nacional español de Inteligencia (CNI), siete de los cuales murieron y uno resultó herido, permanece junto a la vieja carretera del sur, donde fueron atacados cerca de la ciudad de Suwayrah, al sur de Bagdad. JOSÉ VERICATAgencia EFE

Un beso le salvó

Durante años, algunos dudaron de que un beso le salvara. En medio del caos y la brutalidad, en su búsqueda de ayuda fue golpeado por insurgentes, atado con su propio cinturón y metido en el maletero de un coche del que logró salir. En un momento inesperado, un hombre se le acercó, lo miró fijamente y le dio un beso en la mejilla. En ese momento, José Manuel no entendió el gesto, más tarde supo que era un símbolo de protección en medio de la barbarie. «Con ese beso desapareció la hostilidad». «Cuando fui a por ayuda ya estaba salvado, pero no lo sabía». Siguió en la búsqueda de auxilio tras rechazar un vehículo lleno de bidones de gasolina, saltar de un taxi y parar a un coche de policía. Cuando llegaron al lugar donde habían sido emboscados, la policía aún tuvo que repeler los disparos. «Uno de ellos me bajó la cabeza y me dijo: “Caput”». Ahí supo que todos sus compañeros habían sido asesinados. Esa primera noche en la base estadounidense fue de «pura culpa y soledad», sentimientos que con el tiempo fueron evolucionando.

José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI y único superviviente del atentado en Irak en 2003, relata su expe
José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI y único superviviente del atentado en Irak en 2003, relata su expeAlberto R. RoldánFotógrafos

En los primeros años, tras la tragedia, le persiguió el insomnio. «No podía dormir hasta altas horas de la madrugada, me asaltaban los flashbacks. Asumí que mi vida iba a ser eso». En 2008, el estrés postraumático le golpeó: «Me llevó a distanciarme de mi familia, a no sentir nada. Desconfianza, pérdida de concentración en el trabajo, desesperanza ante el futuro. No estaba ni quería estar». «Una de las cosas que más me ha ayudado es estar en contacto con víctimas del terrorismo».

Tras la emboscada, siguió trabajando en el CNI pero no volvió más a territorio hostil. «Dejar el Centro fue una decisión difícil, pero necesaria» para romper con el trauma.

Dice que como espía no guarda muchos secretos inconfesables. «Son secretos que no se pueden decir porque podrían afectar a la operatividad de quien trabaja ahí. Hay una cosa muy buena que tiene el CNI: solo conoces la información que necesitas conocer para hacer tu trabajo, nada más».

«Mis compañeros son héroes de España y honrar su memoria es un deber». Él, a pesar de todo, no se considera héroe.