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Uno de los nuestros

La Razón
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Como torero que soy, no me hacen falta muchos argumentos para asistir a una plaza de toros, pero ayer tenía aún más motivos para ir a Las Ventas, porque era una jornada muy especial, un día histórico para la Tauromaquia y para toda España. El Rey Don Juan Carlos siempre ha sido un excelente aficionado a los toros, una figura muy cercana a la Fiesta. Tenemos que estarle tremendamente agradecidos. Y el toreo siempre lo ha sido con su gente. El Rey es uno de los nuestros. Por eso, toda la afición y los profesionales del mundo del toro se han volcado en despedirle de la manera que merece en esta última tarde presidiendo como Monarca. Ahora, recuperamos a un apasionado más de este espectáculo tan maravilloso. Sus obligaciones de Jefe de Estado le han restringido bastante las fechas en que acercarse a la plaza. Los próximos meses vivirá más liberado y estoy convencido de que, defensor de la naturaleza, volverá a ese paraíso ecológico que tenemos en España en las dehesas y el campo. En mi caso particular, yo le conocí cuando éramos dos jóvenes. Todavía era Príncipe. Sus padres le inculcaron esos valores tan importantes de la cultura taurina. María de las Mercedes fue infatigable en su pasión por el toro e incluso recorrió la piel de toro de punta a punta siguiendo las temporadas de los espadas. Don Juan fue otro gran apasionado. Mi primer brindis a ambos fue en Portugal, concretamente, en el coso de Santarem. De hecho, ése fue mi primer contacto con la Casa Real. Luego, llegarían decenas de brindis más como el de la Prensa en 1971, un buen puñado de corridas de Beneficencia –siempre con Su Majestad como cabeza visible en ambas siguiendo mis faenas–, y alguna que otra compartiendo los dos barrera.

Fue un orgullo para mí, porque esas charlas de algo más de dos horas eran enriquecedoras de verdad. Don Juan Carlos es un perfecto conocedor de todos los tercios y tiempos que hay en una corrida. No es un curioso aprendiz. Al contrario, sus preguntas son siempre cuestiones técnicas. Me llamaron siempre la atención sus inquietudes por las reacciones y el comportamiento de las reses. Como buen taurino, sabe que el toro es el protagonista de todo.

Por fortuna, el testigo está garantizado. Las nuevas ramas de su familia tienen brotes muy taurinos. Desde el inminente Felipe VI, que ha sabido reemplazarle varias veces presidiendo festejos de gran repercusión, a la Infanta Doña Elena. Ambos son el nuevo eslabón con el que prolongar, con la debida importancia, con nuevas páginas el futuro de la Tauromaquia.