Segunda infancia

¿De qué hablamos cuando decimos que un hijo está sobreprotegido?

No dejar que se equivoquen, hablar por ellos, decidir por ellos, son actitudes sobreprotectoras

¿De qué hablamos cuando decimos que un hijo está sobreprotegido?
¿De qué hablamos cuando decimos que un hijo está sobreprotegido?larazon

Pensar por los hijos, decidir por ellos, evitar que asuman deberes y responsabilidades propias de sus fases del desarrollo, supervisarles de manera excesiva, solucionarles todos los problemas sin que ellos se planteen la manera de solventarlos

“Daniela tiene 4 años y todavía camina apoyándose en los muebles. Sus padres nunca la han dejado andar sola por temor a que se caiga”. “Ana tiene 7 años. Cuando está en el parque se suele quedar sola, sus amigos están en el tobogán pero ella no quiere subir porque su madre le ha dicho que se va a caer”. “Pablo, de 9 años, ha suspendido cuatro asignaturas pero su padre le oculta esa información para que no sufra, ya que cree que se ha esforzado mucho; además le regala un móvil por haberse esforzado tanto”. “Martín tiene 14 años; sus padres siempre le han dado lo que ha pedido porque se porta bien “no es un niño problemático”. Un día encuentran una botella de ron en su habitación y, al pedirle explicaciones, se enfada y les lanza la botella.”

Estos cuatro casos tienen un denominador común: La sobreprotección. En los últimos años se han realizado múltiples estudios que reflejan la relación entre la sobreprotección de los hijos y el desarrollo de trastornos mentales a lo largo de su desarrollo hasta la edad adulta. Es importante destacar que la intención de los padres “sobreprotectores” no es dañar ni perjudicar a sus hijos, sino protegerles y evitarles cualquier tipo de dolor o sufrimiento; sin embargo, en muchas ocasiones la buena intención no basta y es necesario pasar por encima de los propios conflictos intrapsíquicos de los padres y la angustia personal para que los hijos se desarrollen de manera plena.

Debemos analizar las características de dicha sobreprotección, así como sus consecuencias. Para ello, explicaremos en primer lugar el concepto de apego: John Bowlby fue un Psicoanalista inglés nacido a principios del siglo XX que desarrolló la “teoría del apego”; esta teoría defiende que el apego es el vínculo afectivo que el recién nacido establece con sus padres (o cuidadores) y que sirve de molde para las sucesivas relaciones que esa persona tendrá a lo largo de su vida. Basándonos en este concepto, podemos diferenciar dos tipos de apego:

Apego seguro: El niño internaliza de manera adecuada la relación con sus padres y, por lo tanto, en la edad adulta es capaz de establecer relaciones adecuadas con sus iguales manteniendo un equilibrio entre autonomía y dependencia.

- Apego inseguro: El progenitor se comporta de manera inconsistente (intrusismo, angustia, rechazo, ausencia, agresividad, respuestas contradictorias, hostilidad...) ante lo que el niño puede reaccionar eludiendo todo tipo de vínculo afectivo e intimidad (apego evitativo), intensificando su respuesta para mantener la atención del adulto (apego ansioso) o de manera imprevisible y contradictoria (apego desorganizado). En el caso de los niños sobreprotegidos, la ansiedad e intrusismo de los padres hace que adquieran un rol pasivo e inseguro en sus relaciones futuras.

Una vez explicada la importancia del apego en las primeras etapas de la vida, es más sencillo comprender las consecuencias de la sobreprotección en el desarrollo de los niños. ¿A qué nos referimos con el concepto de “sobreprotección”?, ¿qué consecuencias puede tener en los hijos a corto, medio y largo plazo?

La protección de los hijos es un hecho instintivo, natural; los hijos dependen completamente de sus padres, quienes cubren sus necesidades básicas. Es comprensible que los padres quieran evitar que sus hijos sufran y deseen para ellos una vida cómoda, pero un excesivo celo por el cuidado de los hijos puede fácilmente acabar en sobreprotección, lo que puede causar un importante perjuicio para ellos. Esto tiene múltiples manifestaciones, entre otras: pensar por los hijos, decidir por ellos, evitar que asuman deberes y responsabilidades propias de sus fases del desarrollo, supervisarles de manera excesiva, solucionarles todos los problemas sin que ellos se planteen la manera de solventarlos... De esta manera, los hijos no desarrollan sus capacidades y talentos, no aprenden a desenvolverse con normalidad en su entorno y se muestran inseguros ante situaciones cotidianas. Es frecuente que, a todo lo anterior, se añada una dificultad en los progenitores para establecer normas y límites claros en la convivencia, lo que favorece la escasa tolerancia a límites y frustraciones, principalmente en la adolescencia.

Volviendo al concepto de apego explicado al inicio del post, podemos tratar de ponernos en el lugar del menor y plantearnos qué mensajes reciben ante la actuación sobreprotectora de sus progenitores: desde muy pequeños han aprendido que no son capaces de realizar la mayoría de cosas, que el entorno es peligroso u hostil, que necesitan ayuda para desenvolverse en cualquier entorno. Esto produce a medio plazo unos importantes sentimientos de minusvalía e incapacidad, no desarrollan sus capacidades y se convierten en personas dependientes y frágiles.

En el entorno escolar también se manifiestan estas consecuencias, ya que esperan que los profesores se comporten con ellos como lo han hecho sus padres, sin obtener la respuesta esperada por parte del adulto, lo que hace que se comporten de manera evitativa y temerosa, con miedo a preguntar, a intervenir en clase, a no saber valerse por sí mismos. Lo mismo ocurre con los amigos, ya que poco a poco se van dando cuenta de que sus compañeros saben desenvolverse en entornos en los que él no se siente seguro, potenciando aún más los sentimientos de inferioridad y baja autoestima. En relación con este ámbito, se han realizado diversos estudios que vinculan la sobreprotección de los niños con el acoso escolar, ya que se asocia a la inseguridad del menor y a su vulnerabilidad.

En muchas ocasiones, al llegar la adolescencia manifiestan elevada ansiedad ante situaciones desconocidas; muchas veces han vivido en una “burbuja” y, al salir de ella, no saben cómo desenvolverse ya que no han desarrollado las estrategias y habilidades adecuadas. En este periodo se pueden intensificar las propias inseguridades y complejos, repercutiendo de manera importante en su estado de ánimo. También, como hemos comentado antes, se manifiesta una escasa tolerancia a los límites y a las frustraciones, pudiendo llegar a presentar alteraciones graves de conducta.

Más adelante, en la edad adulta, se observan dificultades para establecer relaciones sentimentales, estableciendo habitualmente patrones de dependencia patológica en la pareja, así como exacerbación de las inseguridades personales ante la perspectiva de una posible paternidad.

Para evitar estas situaciones es importante favorecer la autonomía de los menores de manera progresiva, acompañándoles a lo largo de su desarrollo y planteándoles pequeños retos desde la infancia, evitar asumir responsabilidades que les corresponde a ellos, no satisfacer sus peticiones en exceso, ayudarles a que encuentren por sí mismos la solución a los problemas, apoyarles en el estudio pero sin hacerles las tareas, establecer unos límites claros y apoyar las decisiones que poco a poco van tomando. Es verdad que en la sociedad hay situaciones negativas, riesgos, peligros y obstáculos, pero el éxito no está sólo en evitarlos, sino en adquirir las herramientas para afrontarlos.

Se pueden dar casos en los que el menor manifieste síntomas importantes de ansiedad, depresión, trastornos del desarrollo, dificultades en las relaciones sociales o trastornos graves de conducta. En estos casos es fundamental la intervención de un especialista en Salud Mental, quien realizará un diagnóstico adecuado y recomendará una actitud terapéutica tras un estudio exhaustivo de cada caso en particular. Si bien es cierto que las consecuencias de la sobreprotección pueden llegar a ser graves, en la mayoría de los casos se pueden tratar y mejorar, llegando a tener una vida plena y feliz.

La doctora Isabel González Villalobos es psiquiatra Infantil de Grupo Doctor Oliveros