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Margarita Robles, la reserva católica de Moncloa

Defensora de una “sana laicidad” del Estado. Es creyente sin exhibicionismos

Sabía lo que se iba a encontrar nada más pisar la pista. Pero, por mucho que le informara su equipo y los militares desplegados allí, nadie podía describir la sensación de tener delante cientos de féretros en la mayor morgue de España, montada a contrarreloj para velar a los fallecidos por la pandemia. La escena tiene lugar en el Palacio de Hielo. El pico de la curva parece haber quedado atrás.

Pero el número de fallecidos diarios no baja de 500. Es una visita privada, en la que no quiere cámaras ni periodistas ni a la entrada ni a la salida. De hecho, su escapada no queda registrada en las notas de prensa emitidas por el Ministerio de Defensa, que se centra en dar cuenta de una videoconferencia con sus homólogos de la OTAN. Porque Margarita Robles no buscaba la foto, sino un encuentro con los miembros de las Fuerzas Armadas que están acompañando a los 1.200 cuerpos sin vida que han pasado y pasarán por allí. Quiere darles las gracias por el «respetuoso trabajo» que realizan, en el traslado y la custodia, conscientes de que las restricciones sanitarias impiden que sus familiares vivan su duelo allí. La ministra da un paso al frente y pisa la alfombrilla de césped artificial que hace las veces de pasillo. El personal de la Unidad Militar de Emergencia se dirige a ella para acompañarle en un pequeño recorrido y detallarle cómo afrontan el día a día. Ella le interrumpe. Necesita algo. Quiere rezar.

La sensación es tal que quien le acompaña queda conmocionado por la petición. No solo la respeta, sino que le pide unirse a ella en la plegaria. Ambos comparten un silencio orante que desborda las competencias de la política socialista como la coordinadora de la Operación Balmes, que durante estos tres meses ha puesto en marcha al Ejército por todo el país en el que ha sido su mayor despliegue en la historia de la democracia.Días después ratificará su condición de creyente con esa intervención de medio minuto en la clausura del recinto que la situó como la componente del Ejecutivo más valorada por la opinión pública. «Que las familias sepan que no los olvidaremos, que seguro que en otro mundo mejor nos estarán viendo, ayudándonos a todos», expresaba en unos términos que traslucen un credo implícito. Así, visibilizaba una vez más el valor de las Fuerzas Armadas con una referencia al hecho religioso al apuntar cómo estuvieron acompañando a los fallecidos «guardando por su dignidad, por su respeto, orando cuando sabían que eran personas creyentes».

El pésame uno a uno

También fue ella la que dio un paso al frente para convocar el pasado viernes en la catedral castrense un funeral religioso por las víctimas vinculados al Ejército y trabajadores de Defensa. Presidida por el arzobispo castrense Juan del Río, con quien mantiene una relación de amistad, familiares presentes relatan cómo al final de la eucaristía, Robles se situó en los últimos bancos para darles el pésame uno a uno mientras iban saliendo en fila respetando la distancia. «Debido a los protocolos sanitarios, solo podía inclinar la cabeza a su paso, pero se la veía con los ojos húmedos detrás de la mascarilla y buscaba nuestra mirada cuando pasábamos. Yo no pude evitar llorar», explica un asistente. «Todos hemos mirado a nuestro interior durante la pandemia», expone esta semana en una entrevista a la revista cristiana «Vida Nueva», en la que admite que «esta crisis ha hecho tambalearse muchas cosas que dábamos por sentadas». Robles nunca ha ocultado que es creyente.

«Pero tampoco va presumiendo por ahí. No es de las que se cuelgue medallas como católica, de la misma manera que nunca busca que se ensalce en público su gestión», comenta un compañero de partido. Es alumna del colegio Santa Teresa de León. Perteneciente a la Institución Teresiana, esta asociación de laicos fundada por san Pedro Poveda siempre ha destacado en el orbe católico por su mirada abierta que apuesta por la promoción humana y la transformación social mediante la educación y la cultura, valores compartidos por esta leonesa de 63 años, soltera y sin hijos. «Es lo más parecido a Ana Pastor en el PP: mujeres vocacionadas que viven con pasión aquello en lo que creen y buscan simplemente servir a los demás con excelencia. No representa el liderazgo del ‘‘postureo’’, sino el de la efectividad y la afectividad», detalla un destacado barón socialista.

Presentó un Libro en una iglesia

A la vista está que Robles no tiene complejo en participar en eventos eclesiales. Hace poco más de un año, en el templo madrileño de Nuestra Señora de las Maravillas apadrinó el libro del ex ministro italiano Andrea Riccardi, también fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, una entidad católica que cuenta con el respaldo personal del Papa y de renombre internacional por haber promovido procesos de paz en República Centroafricana, Mozambique, Kosovo, Guatemala…, además de ser un referente en la atención a los «sintecho». Eran días agitados, cuando no se garantizaba la exhumación de Franco y no pocos auguraban tensiones entre Moncloa e Iglesia, cuando la relación con los obispos era fluida. Por eso, a la salida del acto, Robles no dudó en acabar la tensión de un plumazo: «Con él tengo buen rollo, como intento tener buen rollo con todo el mundo. Mi postura es la postura del Gobierno». Ante el purpurado desvelaba que era «la primera vez que presento un libro en una iglesia». Sin embargo, ni mucho menos le era ajena la entidad, que conoció en 1993, durante los años duros de ETA, cuando pudo constatar «la discreción y la prudencia de afrontar los conflictos desde el diálogo y la mediación». Aquello le marcó hasta tal punto que su vinculación con Sant’Egidio continúa. «Siempre que voy a Roma es una visita obligada ir a Santa María del Trastevere, porque para mí significa mucho». Su confesión religiosa no la considera una contradicción a la hora de defender una «sana laicidad» y la separación Iglesia-Estado sin tintes «anticlericales». ¿Su lema de cabecera en este sentido? «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Prueba de ello es que en la Semana Santa de 2019 prohibió que las banderas ondearan a media asta en los edificios militares como gesto vinculado a la muerte de Cristo. «La Semana nos parece algo importante desde el punto cultural y espiritual, pero no hay que mezclar una cosa con otra», señaló, a la vez que defiende, por ejemplo, los indultos de las cofradías y que «los militares que quieran participar voluntariamente en las procesiones o celebraciones lo hagan». De hecho, no tuvo problema en participar en octubre en la misa en la catedral de Ávila y en la posterior procesión con motivo de la festividad de Santa Teresa de Jesús, en lo que definió como un día de «recogimiento y celebración».

¿Hay más fe en Moncloa?

Un pacto de no agresión. Esa parece ser la consigna lanzada desde Moncloa hacia la Iglesia. La colaboración entre Gobierno, Conferencia Episcopal y Santa Sede para la exhumación de Franco puso las bases de un diálogo que parece haberse mantenido durante la crisis del coronavirus. Más allá de los puntos críticos que pueden enfrentar a obispos y al Ejecutivo de Sánchez, parece que, al menos en el ala socialista, no hay un ariete anticlerical. Pero, ¿es Margarita Robles la única ministra que bebe del humanismo cristiano? La de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, ha sido muchos años catequista de grupos de jóvenes y participaba como monitora de campamentos. De hecho, todavía hoy mantiene una relación fluida con el entonces párroco de San Jerónimo, Manolo Mallofret. En el caso de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribero, también hay un poso familiar católico notable. De hecho, no dudó en felicitar la pasada Navidad por Twitter recomendando la lectura de la encíclica del Papa Francisco «Laudato si» «por la prosperidad de las personas y del planeta». La vicepresidenta primera del Gobierno y responsable de las relaciones directas con el Episcopado es antigua alumna del colegio de las escolapias en Cabra. Es más, Carmen Calvo (arriba) siempre habla con cariño de las monjas que le dieron clase. Por su parte, la ministra de Educación, Isabel Celaá (debajo), se formó en el colegio Sagrado Corazón de Bilbao, de las hijas de la Caridad. Sin embargo, se ha convertido en el acicate de la escuela concertada con su reforma educativa y su empeño en eliminar el criterio de demanda social. En La Salle de Bilbao estudió el titular de Interior, Fernando Grande Marlaska (foto de enmedio).