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Sánchez pretende batir el récord de aplausos de Plácido Domingo
"Se estudia la idea de instalar en el Congreso aplausos grabados como los que se utilizan actualmente en la retransmisión de los partidos de fútbol"
Es lo que tienen las ovaciones, que el homenajeado termina haciéndose adicto. Después de los largos y entusiastas aplausos recibidos en la Moncloa y en el Congreso de los Diputados (incluso violando la distancia de seguridad), cuentan que Pedro Sánchez quiere más y más y que incluso le ha dado permiso a Tezanos para que adquiera un aplausómetro que registre las adhesiones inquebrantables a los líderes políticos y así conste luego en el CIS, apartado Ovaciones Espontáneas. El susurrador Iván Redondo, siguiendo la línea marcada por Él, proyecta un Día de Puertas Abiertas en la Moncloa, con una invitación muy especial a los fans infantiles. Se trata, cuentan, de que el presi pueda batir el récord que en la actualidad posee Plácido Domingo por su «Otelo» en la Ópera de Viena: una hora y veinte minutos de aplausos. Y salió 101 veces a saludar. También ostenta Plácido el récord del Teatro Real de Madrid: 32 minutos de aplausos por su «Simón Boccanegra» (nada que ver con el Simón portavoz).
En un principio, parece que el presi trataría de superar el récord nacional, los 32 minutos, para luego aspirar al título mundial superando la hora y veinte del gran tenor en Viena. La invitación especial a los niños fans de Pedro se le ocurrió al propio presi al conocer que un chaval de nueve años de Florida, Seven Wade, figura en el Guinness por aplaudir 1.080 veces en un minuto. Le han cursado, dicen, una invitación especial, con todos los gastos pagados y la entrega de una placa como Palmero Infantil de Honor, para que sea el animador y líder de los demás niños en el intento de batir el récord nacional. Seven ya entrena para el evento.
También se estudia la idea de instalar en el Congreso aplausos grabados como los que se utilizan actualmente en la retransmisión de los partidos de fútbol. Se tratará de aliviar en lo posible el cansancio de los diputados socialistas que, de tanto aplaudir, podrían llegar asfixiados a la hora de votar o que, extasiados por el emotivo momento, pulsaran el botón equivocado. El PP quizá pida que en vez de aplausos grabados, se instalen risas enlatadas, como en las series cómicas americanas. Los ataques de risa, dirá Casado, también son agotadores y peligrosos.
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