Vaticano
El ‘caso Mainat’ que sonroja al Vaticano: dos cardenales, una espía y un culturista
Batalla mediática y judicial entre dos príncipes de la Iglesia. Estos son los hechos de un guion tóxico que intranquiliza a la Santa Sede
Un cardenal fulminado por el Papa por presunta corrupción. Una espía contratada para proteger al Vaticano de terroristas. Un abogado despedido por mostrar su cuerpo musculado en Instagram. Y, por si fuera poco, una batalla mediática y judicial entre dos príncipes de la Iglesia. Unos ingredientes tan rocambolescos que no pocos lo consideran una trama a la altura del caso Mainat en España. Sin envenenamientos de por medio. De momento. Pero sí con un guión tóxico e inesperado que ruboriza a la Santa Sede.
Todo se desencadenó el 26 de septiembre. Francisco cesaba a Angelo Becciu, hasta ese momento prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Y no solo eso, vaciaba de honores el birrete cardenalicio del (quien llegó a ser) sustituto de Secretaría de Estado nombrado por Benedicto XVI, algo así como el ministro del Interior, el número 3 en el escalafón vaticano. ¿El motivo? Varias investigaciones por corrupción en las que estaría envuelto. Por un lado, la cuestionable compra de un inmueble en Londres por unos 200 millones de euros. Por otro, la entrega de 100.000 euros a una cooperativa vinculada a su hermano en Cerdeña. Y montante, que procedería del Óbolo de San Pedro, algo así como la hucha de las obras de caridad del Santo Padre.
El enfado del purpurado por su cese fue tal que en menos de 24 horas convocaba una rueda de prensa, un hecho inédito en la historia de la Iglesia. Allí reivindicó su inocencia y desveló su diálogo con el Pontífice: «Hasta las 18.02 h me sentía amigo y fiel ejecutor del Papa. Luego me dijo que ya no tenía confianza en mí porque los magistrados le han indicado que habría cometido un acto de malversación», sentenció, acusando al Papa de estar «mal informado». Becciu dejó caer que todo le parecía «surrealista». Y solo acababa de empezar.
Su familia decidió tomar cartas en el asunto e interponer dos denuncias por difamación y calumnia a medios italianos. En 24 horas se daba una vuelta de tuerca «kitsch» al asunto. Los Becciu despedían a su abogado, Ivano Iai, después de que unas fotos del letrado en tanga en la playase hicieran virales. Iai admitió que quizá pecó de «ligereza» al exhibir su cuerpo de triatleta, y aceptó echarse a un lado para no «causar más aflicción que sumar a los injustos sufrimientos de su eminencia».
Con esta mecha apagada, el fuego se prendía en este particular ‘Sálvame incienso’ con el salto a la fama de Cecilia Marogna, conocida ya como la «mata hari» vaticana. Empresaria de 39 años, también sarda como el cardenal, entró en su vida en 2015 presentándose como una experta en geopolítica internacional. Según ha admitido la propia Marogna, en cuatro años ha recibido hasta 500.000 euros de la Santa para, según ella, crear una red diplomática paralela en los países del norte de África y Oriente Medio para proteger las nunciaturas y misiones eclesiales de posibles ataques terroristas.
Sin embargo, un programa italiano de Mediaset ha desvelado que habría gastado hasta 200.000 euros del montante recibido en productos de lujo. A saber, 12.000 euros en un sillón de Poltrona Frau, 8.000 en Chanel, 2.200 en Prada y 1.400 en Tod’s. «Uno de los bolsos era para la esposa de un amigo nigeriano que pudo dialogar con el presidente de Burkina Faso para monitorear los riesgos y peligros para las Nunciaturas», se excusa ella en una entrevista al «Corriere Della Sera» sin polígrado ‘deluxe’ de por medio.
Tal es el desconcierto generado, que incluso se ha especulado sobre la verdadera relación entre Marogna y Becciu, rebautizada como «la dama del cardenal». «¿Soy amante del cardenal? Absurdo», sentencia Cecilia. El chascarrillo es lo de menos. Lo cierto es que el pasado martes, la policía italiana la detenía después de que el Vaticano solicitara una orden de detención internacional a través de Interpol acusada de malversación. Ahora toca esperar a que se haga realidad una nada fácil extradición.
Por si fuera poco con la espía, el que fuera ministro vaticano de Economía, el australiano George Pell, ha exigido que se abra una investigación contra Becciu. ¿El motivo? Constatar si ordenó algún tipo de pagos para influir en el proceso judicial en el que este cardenal se ha visto envuelto en los últimos años. Se habla incluso de sobornos a testigos de la investigación. Y todo, después de que la prensa italiana apuntara trasferencias de 70.000 euros del departamento de Becciu a Australia.
Pell pasó 404 días entre rejas acusado de pederastia hasta que fue absuelto por el Tribunal Supremo de su país, un viacrucis que le obligó a dejar Roma y frenar el encargo que le hizo el Papa para limpiar la corrupción. Hay quien habla de venganza a la australiana o simplemente, un acto de justicia. De momento, esta misma semana el Papa les recibía a los dos de nuevo. A Pell, con imágenes de por medio y en claro gesto redención. A Becciu, a puerta cerrada, quien, un día tras otro, niega la mayor.
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