Cosas de casa
Le «pelea» de Tamara Falcó con su madre, Isabel Preysler
El título de marquesa de Griñón ha provocado una pequeña fricción entre ambas... Sin dramas
Siempre ha sido un gustazo sentarse delante de ella y dejar que hablara sin interrupciones. Tamara es una fuente inagotable de frases para enmarcar y anécdotas bastante locas que uno nunca se espera. Especialmente viniendo de ella. Tan mona, tan bien educada, tan aparentemente recatada... Qué va, qué va. Es todo lo anterior, pero además es una bomba y sus amigas más íntimas siempre lo han defendido. Divertida, ingeniosa, ocurrente y en absoluto tímida cuando esta en su círculo de confianza.
Todo esto antes no se sabía. Tamara posaba mucho pero se exponía lo justo a la hora de abrir la boca. Pero hace ya tiempo que decidió desencorsetarse –quizá nunca lo estuvo– y optó por naturalizar mucho más sus encuentros con la prensa.Llegaba, se reía, hablaba con el filtro justo y se iba feliz. Saluda a los periodistas por sus nombres y siempre se acordaba de todos. Buena escuela. Nos ganó sin remedio.
El salto a los medios como colaboradora es ya más reciente. «MasterChef Celebrity» le abrió las puertas de un mundo al que está sabiendo sacar jugo. Cada aparición semanal en «El Hormiguero», donde colabora actualmente –entre otros programas, porque hay más–, se observa con expectación porque «alguna de las suyas soltará».
La semana pasada se justificaba por haberse saltado el toque de queda. Un lío de horas. Acababa de salir a la luz su relación con Iñigo Onieva y los paparazzi los perseguían sin descanso. Cenó en casa de unos amigos y confiando en que los fotógrafos se irían a casa a las doce de la noche, como todo el mundo, dejó pasar el tiempo para zafarse. Fallito: la prensa no tiene límite horario si está trabajando. Así que la cazaron. Y así lo contó. Sin más apuro que el que supone haber metido la pata un poco. Perdón y hasta la semana que viene.
Y la semana que viene llegó y su espacio en «El Hormiguero», también. Fue anoche. Y Pablo Motos, que provocando no tiene precio, le sacó de nuevo el temita del confinamiento. Venía a cuento. El pasado fin de semana colgó en redes unas fotos en las que aparecía en Ronda. Andalucía. Con su novio y algunos amigos. Y hasta donde el común del mortal llega, eso no se puede hacer porque las entradas y salidas están restringidas. «A ver, a ver, hay que aclarar que a mí me han contratado dos compañías para ir y hacerme fotos. Entiendo que a la gente le haya sentado mal y comprendo que llovía sobre mojado, pero en este caso estaba totalmente justificado. La otra vez lo reconocí y pedí perdón». Cierto. Y entendido.
Lo bueno vino después, cuando Motos le preguntó si ya por fin era marquesa.«Soy semimarquesa –reía–. Ya se ha publicado en el BOE y solo queda que lo pasen a bonito y que lo firme el Rey». Maravillosa descripción del procedimiento, que no puede ser más protocolario y estar a la vez más llanamente explicado. «¿Pero entonces cómo hay que tratarte?», intervino Nuria Roca. «Pues pensaba que era excelentísima, pero lo tengo que mirar, según mi madre es ilustrísima porque ella es excelentísima –carcajeaba de nuevo–. Y claro, le pregunté que qué tenía que hacer para ser excelentísima y me dijo que algo así como ganar el Toisón de Oro. Siempre ha habido clases».
Obviamente el Toisón de Oro no se «gana» y, hasta donde hemos podido consultar –véase la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España y Títulos del Reino–, el marquesado de Griñón no tiene Grandeza de España –su padre sí lo tenía, pero a través del título de Castel-Moncayo– y, por lo tanto, el tratamiento debería ser de Ilustrísima Señora. Mamá Preysler tenía razón.
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