«Persona non grata»
Ernesto de Hannover, el príncipe repudiado
Su querencia a organizar trifulcas y a demostrar sus malos modos hace que sea «persona non grata» entre la alta sociedad
A Ernesto de Hannover le quieren en pocos lados. Su querencia a organizar trifulcas, a demostrar malos modos cuando no le gusta algo y a los líos en las bodas reales han hecho que sea un personaje poco solicitado, tanto en las fiestas sociales como en el mundo de los «royal». A pesar de formar parte del «Ghota» (el libro que marca los protocolos en la realeza) y ser príncipe de Hannover su invisibilidad es total en actos con repercusión pública. No estuvo invitado en las últimas bodas de primera categoría como fueron las del duque de Noto y Lady Charlotte Lindesay-Bethune, en Sicilia, o en Grecia, en el enlace de Philippos, el hijo pequeño de los reyes Ana María y Constantino.
Desde hace años no se le convoca por miedo a que dé el cante. Aunque esa prerrogativa de mala educación no es solo del marido de Carolina de Mónaco. Tuvo sus predecesores en el almuerzo nupcial de los Príncipes de Asturias. Hubo pelea tabernaria entre Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta. La reina Ana María de Grecia los tuvo que separar. De las palabras malsonantes llegaron a las manos. El Rey Juan Carlos fue muy duro con los dos. Les reprochó su actitud y les dijo «nunca más».
Con Ernesto de Hannover ha pasado algo parecido. Le admiten en pocos sitios que no sean locales cerca de su residencia habitual en Grunaun im Almtal, un pueblo de Alta Austria donde le conocen y después le llevan a casa. Ni tan siquiera sus amigas entrañables le han aguantado más allá de un tiempo prudencial. Una de las últimas mujeres con la que se dejó ver fue con la condesa portuguesa María Magdalena Bensaude. Con ella acudió al enlace de su hijo Christian y Alessandra de Osma, en Lima. Finalmente, Hannover no pudo asistir al presentar un problema de salud en la fiesta anterior al feliz día. Oficialmente fue una indigestión debida al menú japonés/peruano que se sirvió el día anterior y que solo le afectó a él. La dueña del catering no aceptó la explicación oficial y aseguró a la Prensa que los problemas del príncipe fueron otros. El resultado fue que la condesa no le acompañó al hospital. Fue su hijo Christian, que al día siguiente se casaba con la peruana Alessandra de Osma (Sassa para los amigos), el que tuvo que trasladarlo al centro. Y allí permaneció durante diez días. Se quedó sin boda, y sin chica.
De fiesta por Madrid
Al príncipe alemán no se le dan bien las bodas. Años atrás, la foto del paseíllo previo a la misa nupcial de los hoy Reyes Felipe y Letizia, la protagonizó Carolina de Mónaco. Sola y despeinada entrando en la catedral de La Almudena. Su marido permaneció en el Ritz hasta que se le pasó la resaca. La noche anterior cerró la discoteca Gabanna. Le acompañaban cazadores españoles que compartían jornadas cinegéticas en Toledo y Ciudad Real.
Llegó al almuerzo nupcial en el Palacio Real y la pelea tabernaria de sus homólogos «royal» eliminaron de un plumazo su fama de personaje complicado. En la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se reencontró con el embajador Mike Stilianopoulos y Pitita Ridruejo. El matrimonio eran grandes amigos de su suegros Grace y Rainiero de Mónaco. Lo que en aquel momento nadie podía imaginar era que Claudia, la hija pequeña de la gran dama Pitita y el diplomático filipino, se convertiría en el paño de lágrimas del complicado Hannover. No vive con ella en la calle Fomento donde se encuentra el palacete familiar de los Ridruejo. Se les ha fotografiado juntos y aparentemente felices, aunque hace unos días protagonizaron una trifulca callejera. Claudia se fue en un taxi y Ernesto desapareció con rumbo desconocido. A pesar de estos desajustes, el marido de Carolina ha encontrado en Madrid su reducto familiar, donde vive feliz junto a su hijo Christian y su mujer Alessandra de Osma.
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