Momentos difíciles
Isabel Pantoja vive un calvario en Semana Santa arropada por sus gatos
La tonadillera está pasando por un momento complicado
Alejada de todo y de casi todos. Esta es una Semana Santa de penitencia y calvario para Isabel Pantoja. Procesiona acompañada de sus gatos por los alrededores de Cantora y sus rezos se dirigen al cielo en la inmensidad del campo, echando de menos el balcón de la sevillana calle Sierpes, junto a La Campana, en el que veía pasar las procesiones con las figuras de vírgenes, cristos y santos.
En sus plegarias, una obsesión, pedir al Altísimo que esa cercana sentencia que podría conducirle de nuevo a prisión no le sea negativa. Se estremece con tan solo pensar que pueda suceder. Su sueño, ahora mismo, es emprender en mayo la mini gira americana que le llevará a Buenos Aires, necesita volver a sentirse artista.
Pero la decisión del juzgado no es lo único que preocupa a la tonadillera. Tiembla por la intención de su hijo Kiko de escribir un libro sobre su vida.
¿Qué imagen dará de su progenitora en esa especie de memorias, perdonará antiguos desafueros, o intentará un acercamiento con su mamaíta?
El expequeño del alma de Isabel ha sorprendido a todo el mundo con el anuncio de que piensa debutar como escritor, y si doña Isabel se teme lo peor, el tito Agustin le anda a la zaga.
Como Kiko empiece a desvelar los secretos inconfesables de los suyos se puede armar la “marimorena”.
Pero, hoy, los únicos que asisten a los momentos de angustia y depresión de la Pantoja son sus gatos, testigos impasibles de sus ruegos y hasta de sus llantos. Ellos sí que son incondicionales y fieles. Jamás podrían acudir al Deluxe para traicionar a su dueña contando los entresijos de la finca.
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