
Expectación
Arranca el juicio contra Sean «Diddy» Combs
El rapero se enfrenta a cargos de extorsión, tráfico sexual y otros delitos que podrían significar cadena perpetua
Hoy comienza en Nueva York el juicio contra el empresario, rapero y productor Sean «Diddy» Combs, de 55 años. Arrestado en septiembre de 2024, se enfrenta a cargos de conspiración con fines de extorsión y tráfico sexual, entre otros delitos. A pesar de que se declaró inocente y negó todas las acusaciones en su contra, permanece detenido sin derecho a fianza en la prisión de Brooklyn.
Los fiscales alegan que, desde el año pasado, Combs dirigió una organización criminal que coaccionaba a mujeres para participar en eventos sexuales donde supuestamente eran drogadas, abusadas y grabadas sin su consentimiento. Un vídeo de 2016, agrediendo a su exnovia, la cantante Cassie Ventura, en un hotel de Los Ángeles, ha sido admitido como evidencia en un juicio en el que, además, testificarán algunas de las numerosas víctimas que han presentado demanda.

Durante varios meses
Si es declarado culpable, Combs, un artista de gran influencia en la cultura americana, podría ser sentenciado a cadena perpetua. El juicio, que se prevé muy mediático, se prolongará varios meses y podría implicar a otras figuras de la industria del entretenimiento.
El empresario rechazó a principios de este mes un acuerdo con la fiscalía durante una audiencia previa al juicio. Se mantiene firme en su declaración de inocencia. Mientras, los fiscales federales alegan que dirigía una «empresa criminal» a través de su extenso imperio comercial con la ayuda de socios y empleados. En la acusación, aseguran también que participó o intentó participar en delitos que incluían tráfico sexual, secuestro, trabajo forzado, incendio provocado, soborno, incitación a ejercer la prostitución y obstrucción de la justicia, que se remontan al menos a 2004. Según las denuncias, seguía un patrón persistente y naturalizado de abuso hacia mujeres y algunos hombres, tanto verbal y emocional como físico y sexual. Sus tácticas habituales, además de la violencia física, eran promesas de oportunidades profesionales, un inquietante control sobre sus víctimas, amenazas financieras y suministro de drogas.
Sirviéndose de la fuerza física y otras formas de coerción, obligaba a las mujeres a participar en performances eróticas con él y con trabajadores sexuales masculinos en orgías conocidas como «freak offs» que se repetían regularmente en sesiones que podían durar días bajo los efectos de sustancias con las que lograba un comportamiento «obediente y dócil».
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