Sira Rego es ministra de Juventud e Infancia. Hay que recordarlo siempre que se la cita porque muchos españoles desconocen su cargo y, de paso, qué hace en él. La han entrevistado en «El Mundo» y regala un titular notable: «Me movilizaré por el “no a la guerra”, tengo un hijo y me aterroriza la espiral belicista». La ministra es muy roja, pero posa toda ella de blanco, cual novia ideal del antimilitarismo patrio, y su declaración luminosa recuerda, según mi vecina Elena, la de la tintorería, a la de una miss universo cuando, recién coronada y entre lágrimas de emoción, lanza al mundo su mensaje por la paz mundial. Un ministerio con esa denominación (juventud e infancia) debe marcar a fuego los impulsos revolucionarios juveniles en un prorrogado periodo de lactancia, una combinación explosiva.

Eso sí, habrá que reconocer a la Rego su valentía. Militando como anti-OTAN, es capaz de mamar de la teta del Estado oficialmente pro-OTAN obviando los enormes riesgos contaminantes que tal acción conlleva: podría acabar infectada por el virus de las vacas locas capitalistas. Es ministra de la infancia: quizá sea inconsciencia más que valor. El caso es que Sira no quiere que su hijo sea el Johnny que cogió su fusil, ni ella se ve en la trinchera con el puño levantado como la Pasionaria. La actualidad nos regala dos titulares paralelos y relacionados, creo yo: «Alarma ante la falta de huevos» y «¿A quién enviaremos a la guerra?». Claro que el Apolo de la Moncloa nos puede sorprender, aprovechando las celebraciones por la muerte de Franco, con un plan de recuperación del espíritu antifascista de los años 40, con su romería de milicianos y milicianas. Si no es así, dicen mis estrategas consultados, mejor rendirnos ya. Y ahí está Sira con la bandera blanca preparada.