Opinión

El diario de Amilibia: ¡Iker Jiménez, ayúdame!

"Al poco, el televisor se apagó. Reseteé el rúter (es lo único que sé hacer) y nada. Muerto. Capú. La pantalla más negra que el alma de la hereje Lalachus"

Iker Jiménez
Iker JiménezLa RazónMediaset

Como lo mío es comentar básicamente sucesos paranormales y sorprendentes que me tienen viviendo sin vivir en mí, me confesaré al lector que tengo por ahí: el 2025 no me ha abrazado con especial efusión en sus inicios. El día 1 de enero sufrí un apagón de luz cuyos efectos inmediatos se sustanciaron en un microondas hecho polvo. Como no tengo un vecino Jose (sin acento en la e, porfa) pedí auxilio a mis vecinos. Comprobaron enchufes y manipularon el cuadro eléctrico. Se hizo la luz y al fin pude sentarme a ver el concierto de la Filarmónica de Viena, como todos los años. Sí, me gusta un vals más que al Apolo de la Moncloa sacar de paseo a Franco. Al poco, el televisor se apagó. Reseteé el rúter (es lo único que sé hacer) y nada. Muerto. Capú. La pantalla más negra que el alma de la hereje Lalachus.

Concierto de Año Nuevo de Viena: Centenarios, trenes y guiños
Concierto de Año Nuevo de Viena: Centenarios, trenes y guiñosLa Razón

Para un vejestorio solitario, quedarse sin televisión es como quedarse viudo de amiga con derecho a roce. Un vacío total más grande que el que separa al Apolo y Alberto Núñez Feijóo. Una tragedia. Pero había algo perturbador en el accidente: el año pasado, día 1 de enero, a la misma hora más o menos, también mientras veía el concierto vienés, el televisor, el mismo de este año, se apagó, dejó de existir, me abandonó, se fue a negro, y tampoco hubo manera de resucitarlo. ¿Qué tiene mi Sony contra el concierto de año nuevo? ¿Acaso odia a Strauss padre, Strauss hijo y Strauss Espíritu Santo? ¿No puede con las polkas y el ballet? El día 2, el electricista revisó el cuadro eléctrico y no halló ninguna anomalía: todo estaba perfecto. Al final, lo he interpretado como un avisó del Más Allá: se acerca el apagón definitivo, vejestorio. ¿Es eso? Iker, échame una mano. ¿Hay algún exorcista de televisores?