Belleza
El espejo del alma de Tamara Falcó: "no" a la temida "cara de ardilla" y masajes mil
Ha aprendido que no se trata solo de la apariencia, sino de mantener su esencia auténtica y evadir la temida «cara ardilla» que tuvo en el pasado
Convertida en la imagen de una de las mejores maisons francesas, disfrutar de una barra libre de tratamientos estéticos es parte del estilo de vida de Tamara Falcó. Recorrer los exclusivos espacios de belleza de Madrid, donde los faciales que recibe son los mismos que cuida la Reina Letizia, es su rutina. En el exclusivo barrio de Salamanca, acude a un templo del cuidado personal donde el «ritual supremo facial» es solo uno de los muchos lujos a su disposición.
Falcó no puede vivir sin su estilista de confianza, Ana Lérida, en Barcelona. Actualmente, luce un elegante corte bob que resalta su estilo sofisticado, complementado con sutiles reflejos color avellana. El coste: entre 150 y 250 euros. Tamara es consciente de los desafíos que enfrenta en su figura. A diferencia de su madre, Isabel Preysler, Tamara no ha heredado la delgadez fibrosa en su genética; de hecho, ha mostrado una tendencia a ganar peso (y no, no son las tartas de la cocinera de Villa Preysler, como se rumoreó).
Tras haber lidiado con problemas de tiroides, este aspecto no solo ha influido en su metabolismo, sino que también ha contribuido a la posible aparición de lipedema, una condición que causa acumulación de grasa y líquidos, además de mala circulación en las piernas. Sabe que los tratamientos corporales de Carmen Navarro son clave para ella. Esos días de terapia son su salvación para descongestionar y activar la circulación (180 euros por sesión).
En cuanto a su piel, muchos envidian su herencia filipina, pero no todo es un camino de rosas. Aunque nunca ha sido una fanática de los pinchazos, sí comenzó a explorar los beneficios del bótox, que ronda aproximadamente los 500 euros por sesión, con el Dr. Ricardo Ruiz. También se realiza mesoterapia con vitaminas para dar luz a su piel un tratamiento que oscila entre los 200 y 300 euros, y utiliza tratamientos de plasma con plaquetas que pueden costar alrededor de 450 euros.
Ella tiene muy presente el peligro del «pillow face», donde esas mejillas tan deseadas se convierten en una almohada. Ha aprendido que no se trata solo de la apariencia, sino de mantener su esencia auténtica y evadir la temida «cara ardilla» que tuvo en el pasado por exceso de toxina botulínica mal puesta. Otra pieza clave en su bienestar es Íñigo Onieva, con quien comparte experiencias saludables en el prestigioso Sha Wellness Clinic. Anteriormente, asistía a la clínica Buchinger, donde estuvo bajo la asesor a Vargas Llosa.