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Homenaje

La oveja roja vuelve al palacio pamplonica de Fabiola de Bélgica

Se rescata la memoria de la polémica María Luisa Elío, aristócrata de izquierdas

María Luisa Elío, en uno de los fallidos viajes en los que intentaba entrar a su casa Cedida

Fernando Ojeda recibió de su tía abuela, la reina Fabiola de Bélgica, una sorpresa con la que nunca había soñado. Él fue el elegido para ponerse al frente del Señorío de Elío, los terrenos históricos de uno de los títulos más antiguos de la familia. Y desde hace unos pocos años, cuando conoció por fin aquellos terrenos a escasos veinte minutos de Pamplona, solo ha tenido una idea en la cabeza: devolver a la vida aquel pequeño paraíso junto al río Arga.

La empresa no es para nada pequeña. Algunas de las construcciones del palacio se remontan a la Edad Media y el abandono que sufrió durante años le han pasado factura. Pero Ojeda tiene claro que quiere volver a habitar un lugar con alma y trata de recuperar el pasado glorioso que vieron aquellos muros. Por las habitaciones encuentra baúles de los que saca tesoros; las antigüedades aparecen casi sin querer y buceando en la historia de aquel lugar ha encontrado una mujer apasionante a quien aquellas paredes dieron la espalda.

Se trata de María Luisa Elío, una mujer con una de las vidas más apasionantes del siglo XX para la que quiere hacer un homenaje público el próximo día 25 de noviembre. Familiar de Fernando y Fabiola (y de hecho, con el nombre Elío como primer apellido), su bisabuelo fue el V Marqués de Besolla, entre otros títulos, y estuvo enterrado en la cripta de la iglesia del palacio donde, de hecho, todavía se conserva su lápida, pero ella nunca pudo ir a visitarla. Desde muy joven, María Luisa conoció el exilio tras la Guerra Civil al pertenecer a la rama roja de esta familia aristocrática navarra. Tanto es así que acabó refugiándose con sus padres y hermanos en México, donde los Elío consiguieron formar un hogar con la ayuda de Indalecio Prieto, que no tuvo problemas en comprometerles haciéndoles guardar parte del polémico tesoro del Vita.

Imagen de la reina Fabiola de BélgicaEfe

Fue en el país americano donde recibió una enseñanza bajo los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza que hicieron despertar en ella la pasión por la interpretación, formándose primero con las hermanas Nelken (Margarita y Magda), para luego convertirse en la primera actriz del grupo Poesía en voz alta, que le puso en contacto con nombres como Octavio Paz o Leonora Carrington.

Íntima de intelectuales

Pero estos no fueron los únicos intelectuales con los que se relaciona. Tras su boda con José Miguel García Ascot amplió su lista de amistades y mientras la vida seguía en Elío y Fabiola accedía al trono belga, María Luisa se convertía en íntima de autores reconocidos mundialmente como Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Ávaro Mutis y, sobre todo, de un hombre que la convertiría en universal, Gabriel García Márquez. De hecho, ella misma recordó al profesor Gonzalo Baptista el papel que jugó en la novela «Cien años de soledad», cuando el premio Nobel le llamaba y le decía: «Te voy a leer un trocito, a ver qué te parece». Y, según afirma: «Me leía un trocito. Me llamaba y me decía: ‘Te voy a explicar cómo van vestidas las tías. ¿Qué más les pondrías tú? ¿De qué color te parece que sea el traje?’ Y hablábamos. O me decía: ‘Fíjate que esta palabra la he puesto aquí pero no sé qué quiere decir. ¿Tus tías lo decían? Porque mis tías sí’. Y así. Era una maravilla. Nos pasábamos horas hablando por teléfono».

María Luisa Elío, en la puerta de su casaCedida

Tal fue la colaboración tanto de María Luisa como de su marido, conocido como Jomí, que García Márquez acabó dedicando esta novela universal a la pareja, engrandeciendo más si cabe la historia de esta pamplonesa que se convirtió en universal pero que no pudo volver «a casa».

El próximo martes 25 de noviembre, su descendiente Fernando Ojeda cambiará la historia y las palabras de María Luisa retumbarán en Elío gracias al homenaje público: «Ese día sonarán sus versos por primera vez dentro del palacio», afirma el hombre a la cabeza ahora de un lugar con mucha historia que María Luisa solo pudo ver desde la verja que protegía el jardín de acceso. «Nunca pudo entrar, pero visitaba siempre la casa de sus antepasados y se fotografiaba allí», recuerda Ojeda. De hecho, la propia María Luisa lo recogió así: «He pasado la noche intranquila, siempre con el temor de no llegar al lugar donde una quiere, de no poder volver a donde una quiere y de no poder conocer ese especial lugar que una quería». Cargada con una cámara de fotos, se inmortalizó en la puerta. El martes, ya con la Reina Fabiola de Bélgica y ella misma fallecida, la cruzará por primera vez.