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Gastronomía

Ronda de bares: El Marinero de Punta Umbría

"No es solo un bar: es un estado de ánimo, un ejercicio de pertenencia, una escuela de paisanaje con doctorado en tapeo ilustrado"

Bar El Marinero de Punta Umbría Cedida

En esta patria de bares donde aún se conversa, se come y se vive con cierta vocación de eternidad, hay enclaves que sobrepasan lo gastronómico para convertirse en santuarios del alma ociosa. El Marinero, en la costera Punta Umbría, no es solo un bar: es un estado de ánimo, un ejercicio de pertenencia, una escuela de paisanaje con doctorado en tapeo ilustrado. La barra, nobleza obliga, es el altar desde el que Diego —sacerdote de la caña bien tirada y del saludo que abriga— oficia con sabiduría marinera. Allí se hace patria y parroquia. Se inicia el rito con unas chirlas que podrían figurar en el canon andaluz de lo sublime, y se continúa, si uno sabe y quiere, con un pez espada a la plancha que es pura filigrana atlántica.

La cocina, regida por las manos sabias de Paco el Gallego Caena, no da tregua ni descanso al paladar: frituras que son poesía del aceite, mariscos que saben a marea y a fiesta mayor, guisos que hacen patria chica y grande a la vez. Todo con su liturgia y con esa temporalidad sabia del que sabe que en el mar manda la estación y no la carta. Los vinos, escogidos con ojo clínico, no se limitan al cumplimiento: acompañan, elevan, redondean la experiencia como debe ser. No falta el blanco fresco para los pescados ni el tinto honesto para el guiso que lo exige.

El Marinero no se visita, se frecuenta. Se vuelve, se queda, se vive. Porque hay bares que curan el hastío, y otros que además convocan la memoria. Este es de los segundos. Y eso, en los tiempos que corren, es casi milagroso.

Bar: El Marinero. Calle Ancha 61

Punta Umbría, Huelva