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La boda blindada de Ortega Smith y su banquete de 60.000 euros

Una novia sin padrino, un despliegue policial sin precedentes al nivel de una alta institución del Estado y un convite nada barato

Plaza de San Juan de los Reyes, 12 del mediodía. Un coche patrulla de la Policía Nacional custodia el extremo sur de la plaza. A su lado, cuatro policías, dos de ellos pertrechados con fusiles, permanecen de pie. “¿Hay algo aquí hoy?”, pregunta una vecina despistada ante tal despliegue. “No le puedo decir señora, por favor no puede cruzar por la plaza, cruce a la acera de enfrente”. Lo que ocurre en Toledo no es otra cosa que la boda de Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, diputado, concejal del ayuntamiento de Madrid y mano derecha de Santiago Abascal en el partido verde. “Llevo más de 50 años trabajando aquí y no he visto una cosa igual en mi vida; por aquí han pasado desde Kissinger hasta Perón, he visto pasar Reyes y a las más altas personalidades del Estado, y en la vida he visto un despliegue semejante”, comenta Miguel, un vecino que trabaja en un comercio de su propiedad cercano a la plaza.

Despliegue policial sin precedentes

Con el paso de los minutos la plaza donde tiene lugar la boda comienza a acumular efectivos de la Policía Nacional, Policía Local y escoltas privados que en algunos casos se solapan unos con otros, sin demasiada coordinación. La prensa, acostumbrada a trabajar en la plaza incluso en las visitas oficiales de los Reyes, son conminados a apartarse a la acera de enfrente alegando “razones de seguridad”. Nadie sabe decir qué medidas, ni qué eventualidad protegen: “Es lo que hay, tengo órdenes”, comunica lacónicamente un número de la Policía Nacional que se presenta como el jefe del operativo.

Ortega Smith saluda a los invitados el día de su boda con Paulina Sánchez
Ortega Smith saluda a los invitados el día de su boda con Paulina SánchezJuanjo SacristánLa Razón

Son las 13 horas y con algo de revuelo una furgoneta Mercedes tintada hace su entrada en el pavés de la Catedral. Varios policías le dan paso a la zona acotada entre las catenarias. De ella se baja Javier Ortega Smith. Acompañado de su madre, que desciende por el lado opuesto de la furgoneta, viste de riguroso chaqué negro, chaleco gris y corbata a rayas oscuras a juego. Luce en la solapa dos insignias, una de ellas con la bandera de España, imposibles de identificar a tanta distancia. Con raya al lado y el pelo perfectamente peinado con la ayuda del fijador, el protagonista de la jornada saluda amigablemente a los mandos de las dos policías desplegadas. A su alrededor se arremolinan los invitados, que acaban de llegar en dos autobuses dispuestos por los novios. De él descienden un centenar de invitados que duermen en algunos de los hoteles gestionados por los novios para la ocasión.

Para entonces la plaza es ya un hervidero de gente, mezcla de turistas de paso y vecinos que asisten ávidos de salseo. No es para menos, llaman la atención el buen número de coches zeta de la policía que se mezclan con furgonetas de la UIP (los antiguos antidisturbios). Varias motos, colocadas estratégicamente en las dos salidas de la plaza completan el operativo. Algunos de los policías llevan fusiles de un tamaño considerable que saltan al ojo de los viandantes.

¡Santi presidente!

Varios escoltas apostados tras una nueva furgoneta, que entra sin pararse hasta la calle trasera de la plaza, avisan de la llegada de Santiago Abascal. El líder de Vox llega acompañado de su mujer, Lidia Bedman, y sus dos hijos pequeños, pero no están por la labor de ofrecer a los fotógrafos la estampa de familia que esperan. Lidia aparece por la calle lateral que conduce a la iglesia sin Abascal, acompañada en este caso de sus dos hijos, Jimena de cinco y Santiago de siete años. Lleva un vestido color berenjena con el pelo recogido bajo un elegante tocado con plumas.

Santiago Abascal en la boda de Ortega Smith y Paulina Sánchez
Santiago Abascal en la boda de Ortega Smith y Paulina SánchezJuanjo SacristánLa Razón
La influencer Lidia Bedman, mujer del líder de Vox, Santiago Abascal, llega a la boda del concejal de la comunidad de Madrid por Vox, Javier Ortega Smith
La influencer Lidia Bedman, mujer del líder de Vox, Santiago Abascal, llega a la boda del concejal de la comunidad de Madrid por Vox, Javier Ortega SmithIsmael HerreroEFE

A los pocos minutos aparece por el mismo lugar su marido, Santiago Abascal, que recibe los vítores de los presentes al grito de “¡Santi presidente!”. El líder de Vox, que camina sin mascarilla y va acompañado de varios escoltas, saluda agradecido por el piropo con la mano en el pecho. Para entonces la plaza ya es un tumulto de gente, mezcla de políticos con invitados de menor pedigrí. Ortega Smith sigue recibiendo abrazos y felicitaciones al pie de la alfombra roja que conduce al interior del templo. Macarena Olona, con un conjunto de vestido y falda plisada de color rosa es otra de las más aplaudidas.

Macarena Olona en la boda de Ortega Smith y Paulina Sánchez
Macarena Olona en la boda de Ortega Smith y Paulina SánchezJuanjo SacristánLa Razón

Saluda a los asistentes y tiene tiempo para posar a los fotógrafos que se afanan en conseguir una foto decente entre el tumulto de invitados y curiosos. Ajena al mal fario de las perlas en las bodas (se dice que simbolizan las lágrimas de la novia y atrae la desdicha en el matrimonio), luce un collar con un buen número de ellas alrededor del cuello. Otros de sus compañeros de partido charlan a las puertas del templo. Jorge Buxadé, portavoz de Vox en el Congreso, departe animadamente con Ignacio Garriga, hombre fuerte de Vox en Cataluña que llega acompañado de su pareja. Otros de los más aplaudidos son Iván Espinosa de los Monteros y su mujerRocío Monasterio. La arquitecta y diputada de Vox en el Asamblea de Madrid luce un vestido rojo pasión con generoso escote y una pamela color crema que a duras penas le deja besar al resto de invitadas.

El portavoz parlamentario de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros y su mujer, la diputada de Vox Rocío Monasterio
El portavoz parlamentario de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros y su mujer, la diputada de Vox Rocío MonasterioIsmael HerreroEFE

Son las ya las 13:30 horas y el cura encargado de oficiar la ceremonia sale a la puerta para invitar al novio a entrar en la iglesia, pues la novia está apunto de llegar. Sólo unos segundos después hace acto de presencia la novia, Paulina Sánchez del Río que llega montada en un Rolls Royce color gris. La ejecutiva del HSBC llega en el coche de bodas con una amiga que hace las veces de dama de honor y le ayuda a bajar del coche colocándole la cola. La novia lleva un vestido entallado a la cintura, ha huido del típico ramo de novia de flor blanca y porta uno con flores de lo más colorido. En el pelo una diadema blanca y unos sencillos pendientes completan el look nupcial. Paulina, que aparenta estar bastante serena, saluda sonriente al público que se da cita en el templo. Sorprende, eso sí, que la novia no va acompañada de padrino, y entre sola.

Paulina Sánchez el día de su boda con Ortega Smith
Paulina Sánchez el día de su boda con Ortega SmithJuanjo SacristánLa Razón

Ceremonia religiosa y restaurante de 60.000 euros

La ceremonia dura un hora y media, en la que hay tiempo para que actúe un trío de cuerda intercalado entre la liturgia. Durante el tiempo que dura, varios miembros de seguridad con pinganillos al oido impiden el paso a los curiosos. “Es una ceremonia privada, no puede pasar”, advierten lacónicamente a los turistas intrépidos. Tras el oficio religioso la pareja recién casada abandona el tempo entre el arroz que le lanzan los invitados. Los recién casados quieren tener un detalle y abandonan el grupo de invitados para saludar a los curiosos que se dan cita en la calle. Posan para las fotos y la novia accede a darle un tímido beso a su nuevo marido ante la insistencia de los fotógrafos.

El salón acristalado del restaurante Venta de Aires
El salón acristalado del restaurante Venta de AiresVenta de Airesventadeaires.com

Los recién casados se montan en el Rolls camino a la Venta de Aires, el restaurante que la pareja ha cerrado para la celebración. En este caso y con la intención de no dejar nada a la improvisación, los novios se han rascado el bolsillo cerrando el restaurante para ellos previo pago de 60.000€. La discreción que se busca es tal que los novios se han asegurado que nadie filtre nada del convite o posterior celebración. A los camareros y demás personal que se encargan del servicio se les requisa el móvil para evitar cualquier tentación de filtrar imágenes de la celebración. Una boda blindada hasta en eso.