Un cómplice guardián
Isabel Díaz Ayuso: la lista secreta de cosas buenas que guarda cada noche en su iPhone
Su teléfono es su mayor confidente y el objeto de más deseo codiciado por la clase política. En él anota los buenos ratos por los que merece la pena ser presidenta
La presidenta madrileña ha revelado que tiene un cómplice. Es ligero y apenas mide 15 centímetros. Tan prudente, que se ha ganado el honorífico puesto de ser el guardián de sus secretos. Hablamos de su iPhone, su mayor confidente y el objeto de deseo más codiciado por la clase política española desde que confesó en «El hormiguero» que cada noche anota esos buenos ratos por los que vale la pena ser presidenta. «Lo que hago es recuadrar cosas magníficas que me pasan para vivir la política con intensidad», contó.
Ese encuentro sincero y valiente consigo misma ha generado una curiosidad lógica también en los ciudadanos, a quienes les resulta grato ir al detalle de sus líderes y conocer esos otros aspectos menos conocidos de sus biografías. ¿Qué sale de la mente de Ayuso en ese momento de vértigo en el que se habla a sí misma, despojándose de cualquier máscara o apariencia, si es que alguna vez las tiene?
Algunas de esas cosas serán las mismas por las que muestra su gratitud en público: su química con Almeida, con quien dice mantener una unidad indisoluble, o ese entusiasmo por la Comunidad madrileña que le hace sentirse «callejera, pandillera y tabernaria». De paso que lo dice, convierte la ofensa en orgullo. «Me aplauden por todas partes, estoy viviendo un momento precioso en mi vida», le confesó a Pablo Motos. «Quiero que esta etapa de mi vida no se me olvide». Y para que así conste, lo deja apuntado y algún día poder decir «mereció la pena».
Según explica, lo suyo con el iPhone no es escribir por escribir con la monotonía que podría resultar de un diario, sino los instantes que van componiendo su vida. «Las cosas que más llenan son las que no ocupan una bolsa», dijo en la entrevista con la que arrasó en audiencia. Antes de este momento, el programa la recibió con la canción de Depeche Mode, «Personal Jesus», y los aplausos de un enfervorizado público que gritaba «¡presidenta, presidenta!» Hubo también algún segundo de tensión que se delató en un apretar de dientes y en su hábito de bajar los brazos y juntar las manos. Es auténtica y en esto hay poca discordancia.
Madurez femenina indómita
Lo que escoge para su iPhone es positivo y supera a los sinsabores, negándose a que ese encuentro íntimo con sus pensamientos sean una prolongación de jornadas como la que vivió el jueves pasado en la Asamblea. La diputada de Unidas Podemos, Alejandra Jacinto, agotaba su paciencia y decidió apagar su micrófono, dando por terminado su turno de palabra. Es directa, certera e implacable con la hipocresía o la falta de seriedad. A sus 43 años, acaba de estrenar una etapa que se ajusta a esa madurez femenina indómita y sin mayores ataduras familiares en la que el psicólogo Paul Doman encuentra la clave de la felicidad. En sus últimas apariciones, logra contención cuando le ponen en un brete y recibe los reproches como un picotazo de mosquito sobre el lomo de un elefante.
Si pudiésemos acceder a las entretelas de ese móvil, descubriríamos qué es exactamente lo que le maravilla, le trastoca o agota. Algunos detalles son fáciles de intuir porque los madrileños ya brindaron por ellos incluso antes de saber que podría llevarlos a su iPhone. Hablamos, por ejemplo, de la «tortilla Ayuso, la tortilla con más huevos», una metáfora de la reapertura de los negocios cuando ella vio prudente. Sabemos que, más allá de la política, es feliz con sus tres sobrinos, hijos de su hermano Tomás; su madre, con la que mantiene una relación muy cercana; Chamberí, su partido y su pareja, Alberto González, un madrileño con raíces andaluzas y padre de tres hijos. Le gusta madrugar, salir a correr y ver salir el sol. Hay pormenores que prefiere callar para que no se retuerzan en las malas lenguas. Son los secretos más inexorables de la presidenta y con los que encarrila cada noche la jornada siguiente. Garantiza que no hará nada que pueda pesar en su conciencia.
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