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Sospechosos habituales

La Razón
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Con lupa. Por ahí fuera, a los españoles nos miran con lentes de aumento, prismáticos, telescopios y microscopios. La holgazanería de la UCI y las dudas de la AMA han puesto en el disparadero al deporte de este país, con o sin razón, pero ahí está, en la picota después del descarnado linchamiento. En el extranjero han convertido a los deportistas españoles en sospechosos habituales. Cualquier gesta despierta recelo. Han puesto en el disparadero a Contador con teorías y denuncias que pueden ser tan verosímiles o inciertas como el solomillo de Irún. No conformes con dudar de los logros deportivos, ahora desde Italia atacan también a la fiabilidad de los controles médicos españoles. Las muertes súbitas de Puerta, Jarque y Pitarque, y los síncopes de De la Red, Sánchez y García, han invitado en Italia a cuestionar la seriedad de la medicina deportiva española. Precisamente allí donde el fiscal de Turín, Raffaele Guarinello, ha investigado la muerte de 400 futbolistas, entre 1960 y 1996, a causa del «mal de Gehrig» –Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA)–, síndrome asociado al dopaje que entre sus últimas víctimas cuenta con Borgonovo y Gianluca Signorini. Pero como no es cuestión de empezar una cruzada sobre quién mea más largo e intercambiar el socorrido e injusto «y tú, más», convendría, por ejemplo, acabar de una maldita vez con la «operación Puerto», varada porque la Justicia en este país funciona a cámara lenta y por la ausencia de traductores, de inglés y francés, que faciliten las últimas pistas de un culebrón que publicó sus primeros descubrimientos el 23 de mayo de 2006.