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Qué sabe nadie por Javier Ruiz Taboada

La Razón
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La ignorancia siempre es atrevida y no me refiero sólo a la supina, deportivamente hablando basta con que sea decúbito prono. Una de las cosas que resultan más complicadas en esta vida es lograr ponerse en el lugar del otro, por no decir en la piel, que es algo que además no admite escrúpulos. Ser crítico y pretender analizar tal o cual circunstancia sin llegar a conseguir ese objetivo suele desembocar en un océano de interpretaciones subjetivas, vanas suposiciones y conclusiones injustas, que no hacen sino alimentar la hambruna de oídos necios sedientos de palabras sordas.
Nadie sabe mejor que un piloto de Fórmula-1 por qué se pierde una décima de segundo en un parpadeo, nadie mejor que un tenista el motivo de un mal golpe, nadie mejor que un delantero la razón de volverse loco de remate a puerta vacía, nadie mejor que un entrenador para saber quién da la impresión de que puede desdibujarse en su pizarra.
Es muy fácil hablar sin sentir en primera persona: la velocidad terminal, el peso del silencio de las gradas, el temor al fracaso o a la gloria, la afilada mirada de millones de iguales.
La crítica y la controversia son necesarias para mejorar y llegar a conclusiones constructivas, pero que nunca se nos olvide que, por mucho que se repita lo que en el fondo se ignora, jamás se parecerá a la realidad, esa que sólo saben los que están en su lugar, vestidos con su propia piel y jugando a ganar. El mal de muchos corre el riesgo de ser una epidemia.
Y el miércoles a ver si el rival no está muy Cristiano y España se sacude la caraja. Creo que me he contagiado.

Javier Ruiz Taboada