Contaminación en Madrid

Contaminación electoral

La Razón
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El problema de la contaminación atmosférica en Madrid ha desatado una polémica política inesperada y no ajena al clima electoral que cubre ya el país. En invierno, un anticiclón persistente suele llevar aparejado un aumento de los niveles de polución en la capital. Hasta ahí, normal. Lo novedoso ha sido la tormenta política desatada por el Gobierno en colaboración con la Fiscalía de Medio Ambiente, que emitió un oficio en el que insta al Ayuntamiento de Madrid a reflejar la realidad de la contaminación de la ciudad y a «aplicar medidas» para los problemas de la calidad del aire al considerar que la normativa en vigor no se cumple. El Ministerio Público se refiere a la directiva de Calidad del Aire de la Comisión Europea, que establece los límites de las distintas partículas. El Ayuntamiento de la capital es uno más de los que han tenido en España valores superiores a los establecidos, entre ellos varios gobernados por el PSOE, aunque los ataques de la Administración socialista se hayan centrado en ese consistorio. La realidad es que, de los seis parámetros que establece la UE, el único que Madrid no cumplió en 2010 fue el de dióxido de nitrógeno, directamente vinculado al tráfico. La capital alcanzó los 44 microgramos por metro cúbico, cuando la directiva europea establece 40, lo que avala que, aunque se trate de una situación no deseable, no justifica esta agitación política y jurídica. Además, la calidad del aire madrileño ha mejorado en los últimos años. Las partículas en suspensión PM10 o PM2,5, por ejemplo, han registrado los índices más bajos de contaminación desde 1985.
La ministra Rosa Aguilar y la Fiscalía han atribuido esa mejoría al cambio de lugar de las estaciones de medición en la capital. Pero no se dice toda la verdad. Primero, porque el Ayuntamiento lo tenía previsto desde 2006, cuando presentó el informe de «Estrategia local de calidad del aire». Entonces se reseñó que la anterior ubicación desvirtuaba el resultado final por ser excesiva la proporción de estaciones con alto tráfico rodado en las proximidades. Y segundo porque la directiva reflejaba la conveniencia de trasladarlas a puntos de contaminación media. El Ayuntamiento pidió permiso al Ministerio de Medio Ambiente para el cambio y éste lo concedió.
Madrid no está mucho peor que otras capitales, pero eso no quiere decir que su situación sea óptima. Tal vez el síntoma más peligroso no resida en la boina de humo que cubre Madrid, que desaparecerá con las precipitaciones del domingo, sino en la escasa conciencia que existe entre la ciudadanía sobre las consecuencias para la salud de una contaminación excesiva.
Mejorar la calidad del aire debe implicar a todas las administraciones en una estrategia de limitación de humos que tendrá que fomentar el transporte público, además de impulsar una intensa labor pedagógica. En este sentido, Rosa Aguilar anunció ayer que elaborará con municipios y CC AA planes nacionales sobre sustancias contaminantes, y descartó medidas fiscales disuasorias. Un planteamiento distinto al de la agitación política contra el Ayuntamiento madrileño impulsado hasta ayer. ¿Rectificación? Las cortinas de humo en este asunto no están bien vistas.