Historia

Valencia

AVANCE EDITORIAL: «El reñidero español»

Recuperan, en una edición ilustrada por Gerda Taro y Robert Capa, los diarios de Franz Borkenau, un clásico sobre la Guerra Civil española.

Agustí Centelles recogió los enfrentamientos en las calles de Barcelona
Agustí Centelles recogió los enfrentamientos en las calles de Barcelonalarazon

Barcelona, al igual que en agosto, fue una sorpresa, pero en el sentido opuesto. Me había sentido entonces sobrecogido ante la velocidad con que se había revelado el carácter de la dictadura del proletariado. Esta vez el espectador se impresionaba ante la limpieza absoluta que se había hecho de todo indicio de esta misma dictadura. No más barricadas en las calles; no más autos cubiertos con iniciales revolucionarias, repletos de hombres de corbatas rojas, atravesando la ciudad a toda velocidad: no más trabajadores en ropas civiles con fusiles al hombro; se veía, por el contrario, muy pocos hombres armados y la mayoría de éstos eran «asaltos» y guardias, con sus brillantes uniformes; no más hervor alrededor de los cuarteles generales de los partidos y no más grupos de autores detenidos frente a sus entradas; y las banderas rojas e inscripciones, tan llamativas en agosto, se habían desvanecido. No se veía ningún elemento «burgués» en las calles. Los ricos, si es que los había, no se mostraban en público. Pero Las Ramblas, la arteria principal de la vida popular en Barcelona, eraN ahora mucho menos claramente obreraS que entonces. En agosto era peligroso usar sombrero; a nadie le importaba ahora hacerlo y las muchachas ya no dudaban en ponerse sus más lindos vestidos. Algunos de los más elegantes restaurantes y salones de baile habían vuelto a abrir y poseían una clientela. En resumen, aquello que se llama elemento pequeñoburgués: comerciantes, tenderos, profesionales y gente por el estilo, no sólo ha hecho su aparición, sino que deja una impresión profunda en la atmósfera general. Cuando en agosto me alojé en el Hotel Continental, yo era uno entre los pocos periodistas hospedados en medio de una numerosa milicia; pero ahora, el hotel había vuelto a asumir enteramente su aspecto prerrevolucionario.

La milicia había sido trasladada, había que pagar las habitaciones, las cuales estaban llenas de huéspedes más o menos bien vestidos y, al menos en este hotel, los negocios parecía marchar de manera excelente. No sólo había disminuido el espíritu revolucionario; también la guerra había amainado. Fue en Valencia, en la que estuve unos pocos días después, donde un alto oficial del gobierno me dijo con alguna amargura: –Pero los catalanes no están en guerra.Este hombre tenía absoluta razón. En Barcelona hay ahora muy poco reclutamiento. Tropezamos con grupos de voluntarios extranjeros que van más al sur, atravesando Barcelona, pero durante la semana de mi estancia no vi uno solo que se dirigiese al frente aragonés. Y las noticias provenientes de este frente, que durante muchas semanas se ha estancado completamente, son esperadas con poca ansiedad. Como es natural en medio de estas condiciones, se ven en las calles pocos heridos o convalencientes.Refugios y bombasPor otra parte, la ansiedad ante un posible ataque aéreo y aún más ante un ataque naval crecía por momentos y muy pocos preparativos eficaces se estaban montando a fn de prevenirlos. Se decía que el constante bombardeo de Valencia haBía apresurado los preparativos. De todos modos, lo poco que se está haciendo resulta impresionante y como costumbre, los catalanes demuestran su eficiencia en los empeños que realmente les preocupan. Se ha preparado un número considerable de refugios y por toda la ciudad las vidrieras de las tiendas han sido protegidas contra las sacudidas de las bombas, colocando por encima de todas ellas tiras de papel engomado. Siendo como son un pueblo mediterráneo de elevado sentido artístico, los barceloneses han dispuesto los papeles en las vidrieras de manera que forman lindos diseños, por lo que las tiendas, en lugar de hacer sido afeadas, tienen ahora un aspecto todavía más atractivo que antes.

Estando una tarde en el Tibidabo pude oír los pesados rugidos de los tiros de artillería, pero resultaron ser sólo baterías antinavales realizando ejercicios. Dos días después, a las dos de la mañana, me despertó el mismo ruido, pero esta vez era de veras. Un crucero rebelde bombardeaba el puerto con poco éxito, según pudimos saber a la mañana siguiente. Pocos minutos después de sonar los primeros disparos, el agudo sonido de las sirenas despertó a toda la población. Fueron apagadas las luces durante treinta segundos a manera de aviso y tres minutos más tarde el apagón fue definitivo. Ya en este momento, todo aquel que lo hubiese deseado hubiese sido capaz de encontrar abrigo en uno de los refugios. El mío se encontraba dos pisos bajo tierra, bien provisto de luces y sillas. Unos minutos después de dar comienzo la alarma, llegó un centinela nocturno a ver si todo marchaba de acuerco a las órdenes. Me sentí perfectamente protegido por tan eficaz organización. Pero el gran problema de Barcelona no son las bombas, sino los alimentos. Y está irremisiblemente envuelto con los antagonismos políticos. El sistema político de Cataluña ha sufrido a partir de agosto un completo proceso de simplificación y unificación. Siguen existiendo todas las viejas organizaciones políticas, pero la mayoría de ellas ha perdido influencia y significado. En cuanto toca a las izquierdas, el POUM, partido de los trotsquistas y semitrotsquistas, está en evidente decadencia. En el ala derecha, los pequeños grupos catalanes republicanos han perdido el poco significado que alguna vez hubiesen podido tener. La Esquerra, partido tradicional del nacionalismo radical catalán y única fuerza no obrera e importante de la actual Cataluña, continúa formalmente siendo cabeza del poder. Companys, presidente de Cataluña, y Tarradellas, su primer ministro, pertenecen ambos a la Esquerra. Pero el proceso de decadencia de ésta, ya obvio en agosto, ha continuado; tiene actualmente en sus manos muy poco poder. Es en círculos ligados a la Esquerra donde pueden oírse todavía quejas acerca de la dominación creciente y opresiva de la CNT. Pero la Esquerra se engaña. La época en que los burgueses republicanos cedían terreno a los anarquistas ha terminado.

Título del libro: «El reñidero español». Autor: Franz BorkenauEdita: BacklistFecha de publicación: Junio de 2010.