Casas reales

Gestos ejemplaresde Carlos y Camilla por Jesús MARIÑAS

La sencillez caracterizó esta primera visita de la pareja británica a un Madrid que conquistaron tanto en su recorrido por el vetusto mercado de San Miguel como pasmados en la Plaza Mayor, donde llegaron a ocupar una de sus terrazas al sol.

Don Felipe y Carlos apostaron por el esmóquin cruzado
Don Felipe y Carlos apostaron por el esmóquin cruzadolarazon

Tal fue la cercanía que hasta Nacho Fresno, compañero de «Semana», se puso un mandil de vendedor de champán para acceder a ellos.

El príncipe Carlos y Camilla causaban revuelo y entusiasmo por donde pasaban. Parece que Inglaterra sigue imponiendo modales y protocolo. La pareja era como una sinfonía orquestada para agradar. Ella, sencilla, accesible y guapa como pocas veces se la ha visto –de hecho, divagaban si se habría operado algo por lo apacible y rosado que tenía el rostro –, no dejó de parlotear con Doña Letizia durante el besamanos del Palacio Real. Fue el prólogo culminante a su apretada estancia en la que casi precisaron moverse sobre patines.

Durante la cena, la duquesa de Cornualles lució un imponente y muy palaciego traje con enorme escote rematado en la cadera izquierda por una lazo tan grande como su simpatía, siempre prudente: porque mientras Lady Di caminaba dos pasos por delante del marido, Camilla lo hace detrás y manteniendo las distancias de acuerdo con el protocolo de la Corte inglesa.

No menos impactante que su vestido resultó la gargantilla con tres hileras de refulgentes brillantes. Pero el mejor traje de la noche fue el de Cristina Garmendia, que sorprendió con su estilazo. En cuanto a los príncipes, Carlos se mantuvo fiel al esmoquin cruzado al igual que Don Felipe, aunque este último añadió el relevante detalle de mangas con vueltas en raso.

Trini Jiménez no debería ponerses esos ceñidos trajes –ni siquiera confiando en el negro como color para estilizar la figura– porque remarcan carnes y tripa. La Duquesa de Alba combinó tonos rojos y fucsias sobre el verde esmeralda de su vestido, que contrastó con sus zapatillas granates sin tacón. Le costó moverse sola sin el brazo de su hijo, el duque de Aliaga. Carmen Iglesias impactó con su traje helénico de tonalidad crema y Plácido Arango por ser el único con gafas.

Con todo, Camilla y Carlos ya se han ido de la capital, aunque dejan el recuerdo y hasta cierta nostalgia de nobleza cercana al pueblo. Con tal comportamiento hasta Maquiavelo podría reescribir «El príncipe».