Historia

Nueva York

El Principito se hace mayor

José Luis Gómez se enfrenta esta semana a la insólita misión de dar vida al protagonista del cuento con 72 años

José Luis Gómez
José Luis Gómezlarazon

El Rey Lear es un patriarca que, en el ocaso de sus días, contribuye al caos de su familia y, de paso, al de su estado. El Principito es un tipo extraño en su propio planeta que un día decide asomarse a la galaxia para constatar que también en otros mundos, cuando los niños se convierten en adultos, pierden su sabiduría. En apariencia, ambos personajes no tienen más en común que una reflexión sobre la estupidez humana. Quizá por eso mismo el teatro de La Abadía estrena esta semana una versión del relato más célebre en lengua francesa en la que el Pequeño Príncipe es interpretado por un actor (José Luis Gómez, 72 años) con edad de poder ser Lear.

La Abadía y el Ruhr
Parece en principio una propuesta osada, algo que no comparte el director de La Abadía: «Es insólita más que arriesgada», nos corrige el actor, que, sin embargo, admite que no se trata de una propuesta original. «Pensando en mi hija, comencé con el proyecto de adaptación de esta obra, hasta que descubrí la de Roberto Ciulli», que fue el que decidió interpretar al niño protagonista con más de 70 años y que el aviador fuera una actriz. No es la única similitud que mantienen estos dos veteranos, como reconoce Gómez: «Ciulli fundó el Teatro del Ruhr, que tiene muchas similitudes con La Abadía, en cuanto a que se trata de un teatro sostenido por las instituciones pero independiente, en él ha hecho una labor ingente de reconocimiento generalizado».

Finalmente, Ciulli se ocupa de la dirección del espectáculo en Madrid e Inma Nieto da la réplica al protagonista. Los fanáticos del texto deben saber que «no es una traslación literal –como subraya Gómez–, se trata más bien de ir detrás de lo que le aletea en el libro, que se conoce bien a través de las cartas de su autor, y las de Consuelo, su mujer, a quien quería dedicar el texto, pero cuando terminó estaba muy afectado por la suerte de sus amigos judíos, a quienes, finalmente, se lo dedicó».

Hacemos un paréntesis para hablar del autor, Antoine de Saint-Exupéry, con una biografía apasionantemente trágica. De familia aristocrática, su existencia está marcada por las dos guerras mundiales. En la primera perdió a su padre y la segunda le forzó a exiliarse a Nueva York. Su vida sentimental no fue mucho más apacible: «Con su esposa mantuvo una relación tormentosa y difícil, porque, al mismo tiempo, tuvo encuentros con muchas más mujeres; ella fue su rosa», precisa Gómez, la del libro, esa metáfora de la mujer perfecta repleta de imperfecciones que es la única flor que ha sobrevivido en el planeta del protagonista.

Conexión con las alturas
En 1942, escribe «El Principito» en Nueva York meses antes de alistarse voluntario con los aliados como piloto para luchar contra Alemania: «Vivía una gran depresión por la ocupación de Francia y, cuando terminó el relato, se alistó, aunque no querían aceptarle porque tenía 40 años, además de un claro presentimiento de muerte. Sabe que se va a dejar ametrallar cuando aparezca un avión enemigo. Tiene un gran deseo de fusión con algo más alto y grande. En realidad, siempre vivió de una manera muy espiritual, conectado con la altura, por esa pasión que sentía», precisa Gómez.

El director no cree que La Abadía vaya a llenarse de pequeños durante las representaciones de esta función –que está recomendada para mayores de 12 años–, aunque todo puede pasar porque «es el tercer libro más leído del mundo, después de la Biblia y ‘‘El capital'', de Marx. Une filosofía y política, destaca la capacidad de misterio. Fue un encargo de su editor para sacarlo de la drepresión, pero el libro, que estaba pensado para ser infantil, trasciende a ese público. Hace un viaje trascendente por la propia infancia».

Actitud lamentable
De formación germana, Gómez acudió a Alemania para buscarse la vida como camarero y encontró allí el veneno del teatro. Le pedimos que ofrezca consejo a los compatriotas que hoy tendrán que emprender su mismo camino, pero muchos con el título de ingeniero bajo el bazo: «Es muy bueno, más allá de las razones de necesidad que impulsan este movimiento», apunta, aunque lamenta que «hay algo en la actitud del español medio que es de lamentar: su poco interés por otras culturas, ya no de otros continentes, sino europeas. Existe además un gran desconocimiento de lenguas extranjeras, una laguna muy grande. El abrirse a otras culturas enriquece la visión y también relativiza ciertas cuestiones». Hubiera deseado que este movimiento se diera por interés y no por la necesidad de trabajo que ahora acucia a muchos.
¿Entonces, pese a todo, el futuro está en Europa?, preguntamos a este maestro de actores: «Sin duda, quien crea lo contrario es que no ve más allá de sus sentidos físicos, que alcanzan muy poco. El destino de los hombres de Europa está en unirse, hay muchas dificultades, pero esto llegará un día a su punto». Por esta misma razón ha puesto en marcha el proyecto Ciudades a Escena que procurará el intercambio de espectáculos entre distintos teatros de la UE, uno de los pocos que han sido respaldados con fondos europeos: «Hay un desconocimiento absoluto de esa otra Europa que es la Central y la del Este: Alemania, Polonia, Chequia y Rumanía son países constitutivos de Europa», insiste.

Se siente especialmente orgulloso de que en las últimas temporadas en su teatro hayan triunfado autores españoles como Paco Bezerra, Miguel del Arco o Alfredo Sanzol, que, además de contar con el respaldo de la crítica, han obtenido un gran seguimiento del público: «Es una pelea imprescindible, el patrimonio se está creando día a día, y entre las funciones de crearlo está incrementar ese archivo de las ideas y los conflictos que es la dramaturgia». Entre sus futuros proyectos, Gómez menciona su deseo de volver a representar «La vida es sueño», ahora como Basilio. Precisamente el espectáculo está estos días en cartel por la Compañía Nacional de Teatro Clásico con una Blanca Portillo soberbia como Segismundo: «Acaricio como una pepita de oro poder verlo, no he tenido la oportunidad porque he estado inmerso en los ensayos, pero me consta que es un gran montaje».

La «lengua en vida»
Aún da para más la actividad de Gómez, que es, desde el pasado diciembre, el único representante de las artes escénicas en la Real Academia Española. Está entusiasmado con ese cometido. «Mis primeros meses han sido de contactos con el director, con el secretario... Mi discurso está aún en hibernación con vistas a poner en pie algunas aportaciones que me han pedido», explica el veterano actor, que revela que los puntos de interés de dichas aportaciones «tienen que ver con la oralidad, es decir, con la lengua en vida». El actor considera que la Docta Casa es un «lugar extraordinario, donde se realiza un grandísimo trabajo sobre el mayor caudal que tiene este país que es la lengua común, el castellano, hablada por 450 millones de habitantes, gracias a la bendita Latinoamérica. En esta etapa la Academia se va a abrir más, va a darse mucho más a conocer», asegura.

 

«Best-seller» esta misma semana
Las discrepancias sobre el número de ejemplares que se han vendido del cuento de Saint Exupéry existen, pero también hay cierto consenso en situar las ventas del libro en torno a los 83 millones de copias, por encima de otro clásico moderno e igualmente esquivo, «El guardián entre el centeno», y por detrás de «El señor de los anillos» o «Historia de dos ciudades», de Dickens. Pero dice más del éxito de «El Principito» la última lista de ventas de libros publicada en un país con buen índice lector como es Argentina. En la citada clasificación, publicada hace sólo dos días y encabezada por «Cincuenta sombras de Grey» (E. L. James) y seguida de «El invierno del mundo» (Ken Follet), se colaba, en el décimo puesto, «El Principito».

 

El detalle
CARNE DE ESCENARIOS

La de Gómez no es la primera versión para la escena de un clásico contemporáneo. Las ha habido argentinas, estadounidenses y, por supuesto, francesas. En España hemos visto producciones infantiles como la que en abril pasó por Madrid a cargo de Telón Tolón o para toda la familia, como la de 2007, con Eduardo Casanova. La historia ha saltado al cine y la televisión varias veces, la penúltima en 2010 –ya hay otra en camino–, aunque la más conocida es la que dirigió Stanley Donen (1974). Incluso hay dos «biopics» de Saint-Exupéry, uno en formato «tv movie» y otro en celuloide, «Saint-Ex» (1996), en el que Bruno Ganz fue el malogrado aviador.