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Deseamos lo infinito

La Razón
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La persona humana está situada en una paradoja. De una parte, nos hallamos limitados por todas partes: nuestro nacimiento, nuestro medio familiar, nuestra patria, nuestras capacidades, la duración de nuestra existencia. Y nos sentimos muchas veces incapaces de franquear nuestros límites. Sin embargo, estamos habitados por un deseo de lo infinito, que a veces es deseo de lo absoluto. Pascal dijo en una genial fórmula: «El hombre sobrepasa al hombre; el hombre deja atrás infinitamente al hombre».

Nos podemos rebelar para ignorar nuestra situación constitutiva, encerrándonos en nuestras tareas cotidianas. Sin embargo, en lo profundo de nuestra consciencia, permanece la llamada como una cuestión dirigida a nuestra libertad para que le demos un sentido a ella y, en ella, a nuestra vida entera. Se trata de hacernos progresivamente a nosotros mismos, realizarnos, de tal manera que elecciones sucesivas nos conduzcan a una línea general de conducta para decidirnos por lo mejor o por lo peor, lo que se llama «la opción fundamental» de una vida.

Raymond Aaron dice en sus «Memorias»: «Recuerdo una expresión, de cuando tenía veinte años conversando con mis camaradas y conmigo mismo: "hacer su salvación laica". Con o sin Dios, nadie sabe al fin de su vida si se ha salvado o perdido». Pensamiento profundo con un término religioso: «la salvación». Con o sin Dios, todo hombre se enfrenta a este deseo, una exigencia: realizar su salvación.