Asia

Kiev

Turismo de riesgo Viajes organizados al infierno de Chernobyl

Ni playa ni montaña. Ni turismo rural ni régimen de todo incluido. Lo último en turismo alternativo es viajar a Chernobyl. Aunque parezca mentira, varias agencias organizan viajes a las entrañas de Pripyat, la ciudad que quedó arrasada por la explosión nuclear. Los turistas encontrarán allí una sobrecogedora imagen congelada en el tiempo.

El contador Geiger, imprescindible en la visita
El contador Geiger, imprescindible en la visitalarazon

La madera de los pupitres de la Escuela 1 de Pripyat, una de las cinco de la ciudad, está quebrada. El polvo se acumula sobre ellos y la vegetación se ha convertido en una pieza más del mobiliario de las aulas. Papeles, libros, escombros, juguetes y alguna máscara de gas esparcida por el suelo permanecen como testigos del paso del tiempo en un lugar muerto. Ningún niño volverá a reír en la escuela. Nadie recogerá esos viejos tomos con dibujos de animales que hace 20 años los profesores utilizaban para inculcar en sus alumnos el amor a la Naturaleza. La ciudad de Prypiat está situada al norte de Ucrania, en la región de Kiev, a dos kilómetros de la Central Eléctrica Nuclear Memorial Lenin de Chernobyl, dentro del perímetro de 30 kilómetros que forma la zona de exclusión impuesta por las autoridades ucranianas. La urbe fue edificada 1970 para dar cobijo a las familias de los numerosos trabajadores de la central. Un lugar muy próspero al abrigo de la industria nuclearCon tan sólo 46.000 habitantes, la ciudad contaba con varias escuelas y centros de ocio, el innovador cine Prometeo, dos polideportivos... Al mismo tiempo se había convertido en un campo de experimentación, donde los arquitectos soviéticos ensayaban sus proyectos. De hecho se planearon construir 11 cines similares al Prometeo en el resto de la Unión Soviética. Todo ello sin contar con una de las más importantes joyas del imperio sovietico: la central nuclear. Los sueños y esperanzas de todos sus habitantes tuvieron fin en 1986, cuando un accidente en el reactor 4 durante unas pruebas de seguridad se convirtió en la mayor catástrofe nuclear de la historia. Aquel sábado 26 de abril, se liberó 500 veces más radiación que durante el ataque atómico estadounidense sobre la ciudad de Hiroshima. En las horas siguientes a ese terrible acontecimiento, Pripyat se convertiría en la ciudad fantasma que es todavía hoy.Si entramos en alguno de sus edificios todavía podremos encontrarnos fotografías enmarcadas, juguetes, botellas de agua, etc... Numerosos objetos y muebles que sus apresurados propietarios tuvieron que abandonar durante la evacuación. No es difícil imaginar la sensación que puede producir encontrarse dentro de uno de estos hospitales o escuelas postapocalípticos.Pero algo ha cambiado. La ciudad no sólo sigue siendo un símbolo del peligro de la energía nuclear y una reliquia de lo que fue la Unión Soviética, sino que también se ha convertido un lugar turístico en auge. Desde que en 2004 unas 870 personas decidieran visitar el lugar, el número sube todos los años a pesar del peligro que suponen los altos niveles de radiación de la zona. Si decidimos arriesgarnos y sumergirnos en las entrañas de Pripyat, varias agencias de viajes ponen esta experiencia sobrecogedora a nuestro alcance. Las visitas normalmente se reservan en la misma Kiev, pero en multitud de páginas web nos dan la opción de hacerlo por internet, lo cual puede ser más cómodo para los españoles interesados. ControlesEl tour incluye un permiso especial para poder traspasar los controles militares instalados en torno al perímetro de la zona de exclusión. Una vez allí deberemos pasar un test de radiación al entrar, y sobre todo al salir, por si la cantidad absorbida por nuestro cuerpo fuera nociva. Durante el recorrido iremos siempre acompañados de un guía, que acarreará en todo momento un contador Geiger para medir los niveles de radiación del lugar en que se encuentre el grupo. Por otro lado, es posible que necesitemos ropa de protección, aunque normalmente las rutas que se siguen no contienen niveles peligrosos de radiación, siempre y cuando no se permanezca mucho tiempo en ellas. Después, siempre le quedará la duda de si la visita le pasará factura con alguna enfermedad, pero tendrá la seguridad de haber estado en uno de los escenarios del infierno.