Santa Clara

Lerma casa abierta «para el herido»

Después de que se conociera que Benedicto XVI aprobó que las 181 monjas de clausura que forman la comunidad de Lerma-La Aguilera (Burgos) se constituyeran en un nuevo instituto religioso bajo el nombre de «Iesu Communio», las religiosas han roto su silencio para explicar el ser y hacer de la nueva congregación en el documento «Un único proyecto: secundar el querer de Dios», que ellas mismas firman.

Las religiosas del instituto «Iesu Communio», en el convento de La Aguilera
Las religiosas del instituto «Iesu Communio», en el convento de La Aguileralarazon

«Como religiosas contemplativas, las hermanas nos sentimos llamadas a ser por entero de Jesucristo, a estar con Él y permanecer en vela para orar sin interrupción por los hijos que nos han sido confiados», detallan, si bien subrayan que buscan «ser posada del Buen Samaritano, una casa abierta, donde los peregrinos sedientos y heridos puedan encontrarse con Jesucristo Redentor y experimentar que han sido acogidos». Asimismo, explican el porqué de su denominación, «Iesu Communio»: «La propia misión es ser ‘‘comunión de Jesús'', comunión que brota del don de Jesucristo y se hace testimonio de la unidad en la caridad y manifestación de que el Espíritu convoca a los dispares y a los dispersos para que sean un solo corazón y una sola alma».

Crecimiento de vocaciones

Enviadas pues a ser testimonio desde la oración y la acogida, el texto se detiene especialmente en analizar cómo ha sido el proceso hasta llegar a la Nochebuena de 2010 como un nuevo instituto. «Ha sido un largo camino el que nos ha traído hasta el día de hoy», explican sobre este peregrinar, si bien puntualizan que «quien sólo haya conocido las últimas noticias podría tener la impresión de que nuestra vida ha cambiado de la noche a la mañana, pero no es ese el caso. Dios ha ido sembrando y trabajando este designio suyo día a día, durante bastantes años, en medio, sin duda, de nuestra fragilidad».

En el escrito ellas mismas reconocen que, «en la comunidad de Lerma, por pura gracia, no es posible reducir a explicaciones humanas, comenzó a darse un crecimiento de vocaciones, que nos llenaba de asombro también a nosotras mismas». También explican cómo las instalaciones del monasterio eran «gravemente insuficientes» para acoger a tantas religiosa, así como la creciente afluencia de peregrinos, lo que les llevó a buscar un nuevo espacio: el convento de San Pedro Regalado de La Aguilera, que primero fue cedido por treinta años por los franciscanos y que finalmente compraron. «Poco a poco lo vamos pagando», explican sobre este convento que estaba deshabitado y deteriorado y que ahora han llenado de vida con sus oraciones y gracias al obrador y los donativos que reciben.

A pesar de que el «boom» vocacional les obligaba a vivir en dos casas diferentes, las monjas relatan cómo solicitaron al Vaticano «poder ser una única comunidad en dos sedes diferentes y con un único gobierno y una única casa de formación». La petición fue atendida por el cardenal Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, que les pidió que reflexionaran sobre el futuro de su misión, y aceptó esta fórmula de vida durante tres años con una revisión anual. Fue esta invitación la que les llevó, en contacto directo con el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, a redactar «el texto de unas Constituciones».Comenza-ba pues a plasmarse por escritos lo que ellas consideran «los aspectos esenciales de la vida que ya venía viviendo la comunidad desde hacía más de diecisiete años».

A partir de ese momento se pusieron en marcha los procedimientos habituales para dar forma a los documentos, como la convocatoria de un Capítulo, en el que quisieron contar incluso con la voz de las profesas temporales, novicias y postulantes, aunque a priori su votación de los documentos no tiene valor jurídico. Por unanimidad aprobaron las Constituciones, un texto que se remitió a Roma, que dio su visto bueno el pasado 4 de diciembre.

A pesar de la alegría generada en la comunidad por estos hechos, las religiosas de la «Iesu Communio» también se hacen eco en el comunicado de las dificultades de esta andadura al hacer referencia a las «voces, no siempre afectuosas ni respetuosas, pero muchas veces también sencillas y desconcertadas, que no comprendían lo que estaba sucediendo. Hemos sentido siempre un vivo dolor al oír que hacíamos mal y hasta traición a la Orden por secundar la llamada a una vida que no observaba estrictamente la Regla de las clarisas. Incluso algunas voces que decían que no éramos verdaderas clarisas eran las mismas que nos pedían a la vez que enviásemos hermanas a sus conventos».

Acogedoras
De la misma manera aclaran que «nunca nos ha dejado indiferente la reiterada petición» de que algunas de las religiosas fueran repartidas a otros conventos», aunque subrayan que las nuevas vocaciones «se sentían llamadas a abrazar precisamente esta forma de vida que acaba de ser aprobada». Es más, las monjas de avanzada edad que acogieron de los monasterios de Briviesca y Nofuentes, también ubicados en Burgos, estuvieron al tanto desde un primer momento de la nueva realidad que comenzaba a nacer.

Está claro que al constituirse ahora como una nueva congregación, dejan de ser clarisas y de pertenecer a la familia franciscana. Sin embargo, aclaran que «no se trata de una negación, sino de la afirmación y acogida, en obediencia, de un designio de Dios sobre la virtud de esta comunidad que se perfilaba como una vida contemplativa que se hace presencia y testimonio». Es más, se muestran agradecidas, pues «el franciscanismo ha sido la cuna en la que Dios ha querido que surja una nueva forma de vida», y reconocen que «llevamos grabadas a fuego las palabras de Santa Clara: ‘‘Vivid siempre fieles y sujetas a los pies de la Madre Iglesia''».

Pero si algo cabe destacar del documento es la huella de Juan Pablo II en la impronta de la comunidad. «Muchas de nosotras hemos sentido la llamada a la consagración en las Jornadas Mundiales de la Juventud», comentan sobre esta iniciativa creada por el Papa Wojtyla y que recalará en Madrid el próximo verano.


Madre Verónica, fundadora y superiora
Junto al documento en el que relatan su peregrinar como comunidad, las religiosas detallan en una nota informativa las principales disposiciones sobre la nueva congregación:
- El monasterio autónomo de la Ascensión de Nuestro Señor de Lerma se transforma en un nuevo instituto, «Iesu Communio».
- La Madre Verónica María Berzosa es reconocida como Fundadora y confirmada como Superiora General.
- Se ratifican Constituciones por cinco años, como es habitual. En este tiempo se comprobará si las normas e instrumentos son suficientes «para ordenar la vida y misión del instituto», o si hay que completarlas. El arzobispo de Burgos es el encargado de velar por la vida del instituto.
- Las hermanas que han hecho su profesión solemne o temporal en el monasterio extinguido conservan su condición, al igual que las postulantes y novicias, en relación al tiempo de formación que hayan superado.
- Las monjas que «por ancianidad, salud u otros motivos fundados así lo pidan, se les concede por indulto especial de la Santa Sede la facultad de continuar como monjas clarisas».