África

Egipto

Cierre de campaña sin claro favorito

Desde el rey hasta el más humilde marroquí se juegan mucho en estas elecciones. El veredicto de las urnas, a las que hoy están convocados más de 13 millones de electores, determinará si el reino magrebí supera su particular Primavera Árabe o se acerca a una preocupante desestabilización.

Licenciados en paro protestan para pedir el boicot a las elecciones
Licenciados en paro protestan para pedir el boicot a las eleccioneslarazon

RABAT- Los marroquíes, en general, no están por la labor de emular a Egipto o Libia. Apuestan por una transición democrática sin sobresaltos. Pero la diferencia estriba en cómo y a qué velocidad quiere llegar cada uno a esa modernización de un país fracturado –las ciudades viven en el siglo XXI, las áreas rurales en el XIX– y dominado por una clase política impopular a la que se acusa de nepotismo y corrupción.

En un país lleno de paradojas, quizá la mayor es que las clases medias urbanas no creen en este proceso electoral y constituyen una gran bolsa de abstención, en contraste con las zonas rurales, donde el voto es fiel por norma a los partidos políticos tradicionales, vistos como una extensión de la respetada figura del rey. En resumen, tradicionalismo elevado a la enésima potencia, ya se llame Istiqlal (nacionalistas), RNI (centro), USFP (socialistas) o PAM (el partido fundado por el amigo de Mohamed VI, Fuad el Himma).

Aun así estos comicios pueden arrojar varios escenarios, dependiendo de cuál sea el partido más votado, ya que de sus filas tendrá que designar el monarca al futuro primer ministro. Y a estas alturas sólo dos cosas están claras. La primera, que ninguno de los partidos «grandes» conseguirá una mayoría suficiente para formar Gobierno monocolor; la segunda, que los islamistas de Justicia y Desarrollo pueden superar a Istiqlal como el partido más votado. De ser así, el primer ministro saldría de sus filas, algo que no acaba de gustar en Palacio, aunque representan un islamismo moderado al estilo del PKK turco.

Si, por el contrario, los nacionalistas repitieran su victoria de 2007 habría que esperar una reedición del Gobierno actual, impopular por el halo de corrupción que le rodea.
La tercera posibilidad, lejana, sería una victoria del PAM. El partido del El Himma se presenta encabezando una variopinta coalición de ocho formaciones (bautizada popularmente como el G-8), pero no goza de un apoyo mayoritario.
No obstante, todo dependerá también del nivel de participación. Si pasa del 45%, las autoridades marroquíes podrán hablar de éxito y de refrendo a las reformas constitucionales aprobadas el pasado 1 de julio.

 

Los jóvenes del 20 de Febrero exigen el boicot
Con elecciones o sin ellas. Mientras los políticos se afanaban ayer en cerrar sus respectivas, y poco lucidas, campañas electorales (en Marruecos no existe jornada de reflexión), la calle seguía cantando su disconformidad. El centro de Rabat, como otros días, era un hervidero de manifestaciones que, sin ser demasiado numerosas, fueron suficientes para provocar un notable colapso circulatorio. A las ya tradicionales concentraciones de los parados, que se reúnen un día sí y otro también en la céntrica avenida de Mohamed V, frente al Parlamento, se añadieron las de los jóvenes del 20 de Febrero, que congregaron en la plaza de Bab el Had a varios centenares de personas para exigir el boicot a las elecciones legislativas. La esperanza es que cualquier tasa de participación que no supere el 37% del año 2007 dejará la pelota en el alero de sus protestas y les permitirá recuperar parte de la fuerza perdida durante estos meses.