Ferias taurinas

Madrid espeso y desértico

«Nativo» nos dio lo mejor, pero nos lo dio al principio. Y en el toreo eso suele ser un valor a la baja. De ahí que las figuras peleen su puesto para no abrir plaza. Un mundo cuesta romper la frialdad del ambiente, dos si se trata de Madrid, aunque hay faenas que acaban con las normas. De las que suben la moral al empezar por las nubes la tarde.

Madrid espeso y desértico
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«Nativo» era el primero de los seis toros de Salvador Guardiola Fantoni que venían a la Monumental a sustituir a la divisa anunciada. No sale Madrid de problemas. Una corrida entera le echaron para atrás, y de la anunciada, ni uno se lidió ayer. Una semana antes se formó gorda también cuando a un compañero, José Luis Ramón, no se le dejó trabajar con normalidad en la retransmisión de Telemadrid y se le echó del callejón. Se les fue la mano a los «encargados» de mantener el orden entrebarreras y llegó el desorden moral ante la negación informativa. Siete días después parecía recuperada cierta normalidad. La normalidad de saber que Taurodelta sigue un año más al frente. Qué importan las protestas. Y como queriendo callar bocas salió «Nativo». Con las fuerzas justas para no desbordar, alargando el viaje humillado y con una nobleza que convertía en delicia la arrancada. Le tocó a Antón Cortés, que lo quiso ver al calor de las tablas y dejó un par de tandas cortas pero estéticas. Apuntaba lo que todos queríamos ver. Pero la faena bajó el rendimiento por el izquierdo, menos claro el animal y no volvió a retomar el rumbo. Sin rumbo ni ánimos de encontrarlo se nos fue el resto de la tarde. La sustituta, la corrida, no nos dio más alegrías en esta calurosa tarde del por fin aclamado verano. Faltó casta, fuerza y motor . Javier Cortés, el más joven de la terna, firmó una actuación muy firme. De tirar de sus oponentes, más buscar robar, alargar el viaje, construir el pase, que acompañar sin mayor fundamento. El tercero reponía mucho y rápido y al natural dejó Cortés una buena tanda, la más mandada de todo el trasteo. Se lo trabajó también con el sexto, que resultaba poco agradecido. Antón Cortés, que tuvo la joyita en primer lugar, bailó con el inválido en cuarto. No podía con su espíritu. Sería el calor. O no. Ambel Posada se las vio con un toro áspero y violento de segundas que no nos dejó tranquilos hasta que le vimos pasar a mejor vida. Condición más benévola tuvo el primero de su lote, que quería ir, pero lo hacía justito de bríos y sobre todo de remos. Posada dejó voluntad y los ánimos atados en este Madrid desértico.