Coronavirus

Trump propone inyecciones de desinfectante contra el coronavirus

Pregunta a un experto si se puede "meter luz solar“a través de la piel” de los pacientes. Alarma entre los científicos porque estas sugerencias pueden costar vidas si alguien las sigue

Fue el acabose. El momento en el que el presidente de EE UU apostó por los baños de luz y las inyecciones de desinfectante para combatir el Covid-19. Antes de él había hablado William N. Bryan, del Departamento de Seguridad Nacional, que explicó que la luz solar y algunos detergentes matan en menos de medio minuto el virus depositado sobre las superficies. Por supuesto que ningún científico había inferido que la luz ultravioleta o las inyecciones de cloro o lejía sean la llave mágica para pelear contra la enfermedad.

Dio igual. Si unas semanas antes promocionó el uso de la hidroxicloroquina, un antipalúdico -y por que ha relevado a un director de una agencia nacional que se negó a usarlo-, sin más argumento que unos leves indicios y su instinto, ahora, delante de un país conmocionado, Trump regresó al atril y preguntó en voz alta qué pasaría si bañamos «el cuerpo con una luz tremenda, ya sea ultravioleta o simplemente muy poderosa». «Creo que dijiste que no se ha verificado», le comentó a Bryan patidifuso, «¿lo probamos?». Total, si solo planteaba «traer la luz dentro del cuerpo, ya sea a través de la piel o de otra forma». Incapaz de contenerse, prosiguió con una parrafada histórica: «Y luego veo que el desinfectante lo liquida en un minuto, un minuto, y ¿no hay alguna manera de que podamos hacer algo así mediante la inyección en el interior, casi una limpieza?». Porque claro, «ves que entra en los pulmones y causa un daño tremendo, sería interesante comprobarlo».

Con un presidente adicto a las invectivas y las teorías de la conspiración, cuesta describir la incredulidad que provocaron sus palabras. Acaso sobre con añadir que varias empresas, productoras de detergentes, han emitido comunicados en los que piden a sus clientes que se abstengan de inyectarse lejía, blanqueador, amoniaco o geles, por aromatizados que sean. Entre otros el productor de Lysol, que sacó una nota donde explica que, «como líder mundial en productos de salud e higiene, debemos tener claro que en ningún caso nuestros productos desinfectantes deben administrarse en el cuerpo humano (por inyección, ingestión o cualquier otra ruta)».

Quién sabe si aconsejado por sus asesores, Trump ha insistido en que sus palabras no eran más que una broma. Una especie de examen que había puesto a los periodistas para descifrar sus reacciones. Esto no impidió que sus palabras rebotaran una y otra vez CNN, NBC, CBS y otras cadenas.

Los asesores, de nuevo al rescate

A cuenta de los desinfectantes fue necesario que la Casa Blanca se emplease a fondo para apagar el incendio. Entre otras se pronunció la nueva secretaria de prensa del Gobierno, Kayleigh McEnany, que en un comunicado explicó que «Trump ha dicho en repetidas ocasiones que los estadounidenses deben consultar con los médicos sobre el tratamiento del coronavirus, un punto que enfatizó nuevamente en la sesión informativa de ayer. No permita que los medios lo saquen irresponsablemente de su contexto y lo publiquen con titulares negativos».

La polémica, una más, llega mientras varios estados afilan las políticas y planes para la reapertura de la economía. Los pioneros serán estados como Alaska, que prometió abrir algunos negocios ayer, incluidos los restaurantes, aunque con severas restricciones de aforo; o Georgia, cuyo gobernador ha sido criticado por el propio Trump por precipitado. El presidente ha insistido en que él «nunca le ha dado el visto bueno al gobernador Brian Kemp» para que reabriese. «Los spas, los salones de belleza, de tatuajes y las peluquerías», dijo, «deberían tomar un camino más lento, ¡pero le dicho al gobernador que haga lo que crea correcto». Kemp respondió que aprecia el liderazgo «audaz» y la «perspicacia» del presidente».

El dilema, una y otra vez, de cuándo y cómo abrir una economía desesperadamente necesitada mientras la comunidad científica insiste en el peligro de avanzar a tientas. Todavía no se han realizado suficientes tests ni está claro el porcentaje de ciudadanos contagiados. Pesa también la inevitable interconexión de todos los territorios, y el temor a que la epidemia brote con fuerza allí donde parece controlada o nunca llegó a enraizarse.