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La caótica gestión de la pandemia de covid-19 acorrala a Johnson

La cuarentena a los viajeros que lleguen a Reino Unido amenaza con desencadenar una revuelta «tory» contra el Gobierno

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El "premier" británico Boris Johnson este miércoles en la Cámara de los ComunesJESSICA TAYLOR / UK PARLIAMENT HEFE

Desde que comenzara la pandemia, Boris Johnson ha ido dando tumbos. Su lenta respuesta hasta imponer el confinamiento no estuvo exenta de polémica. Y ahora, con la estrategia de desescalada, el caos se repite. O incluso empeora, porque el líder «tory» se ve cada vez más acorralado por la oposición laborista, ha perdido la confianza de gran parte del electorado, sus propios ministros se sienten ninguneados y las filas «tories» amenazan con rebelión si no se relaja la cuarentena que se impondrá a partir de la próxima semana a todos los pasajeros que lleguen desde destinos internacionales a Reino Unido, donde el número de muertos por coronavirus roza ya los 40.000.

El líder de la oposición, Keir Starmer, advirtió de que el país corre el riesgo de sufrir un segundo brote por culpa de la «mala gestión» de la desescalada que está efectuado el Ejecutivo. «Mi preocupación es que, después de una semana o más de mala gestión, el Gobierno ha convertido una situación difícil en otra diez veces peor», señaló. Durante la sesión semanal de preguntas al primer ministro, el laborista fue sumamente crítico con Johnson, al que acusó incluso de haber perdido la confianza de la ciudadanía «cuando más la necesita».

Lo cierto es que el hecho de que la mitad de los padres haya decidido dejar a sus hijos en casa esta semana y no llevarles al colegio en la reapertura de algunos de los cursos de primaria que activó el Gobierno ha sido de lo más significativo. Los propios asesores del Ejecutivo advierten de que el riesgo sigue siendo muy alto. Reino Unido registra 2.000 casos nuevos por día, el doble que los de Francia cuando comenzó el desconfinamiento. Y estos son solo aquellos que han sido probados porque, según la Oficina Nacional de Estadística, hay 8.000 nuevas infecciones diarias.

No son pocas voces críticas las que consideran que el plan de desescalada se ha podido adelantar como cortina de humo para zanjar la polémica creada en torno al principal asesor de Johnson después de que éste fuera pillado violando el confinamiento.

Por si fuera poco, el «premier» también tiene un frente abierto con sus propias filas. A partir del lunes, todo aquel que llegue a Reino Unido –por cualquier vía y sin importar que sea británico o extranjero– deberá permanecer dos semanas aislado. Las multas para aquellos que violen las normas serán de 1.000 libras (unos 1.200 euros). El problema es que los «tories» amenazan con una rebelión interna si las medidas no se relajan. No entienden por qué mientras el resto de Europa va abriendo sus puertas, el Ejecutivo actúa en dirección contraria.

Johnson insiste en que la cuarentena es necesaria. «Hemos reducido el nivel de infecciones. Es vital evitar una reinfección procedente de otros lugares y es lo que estamos haciendo", afirmó en la Cámara Baja. No obstante, el Ejecutivo valorará la medida en un plazo de tres semanas y, según “The Telegraph”, ya está en conversaciones con las autoridades de España, Francia, Portugal y Grecia para valorar la posibilidad de puentes aéreos. De los 83,7 millones de turistas que España recibió el año pasado, el 21% eran británicos.

Más de 200 responsables del sector turístico y la compañías de aviación han criticado en una carta dirigida al Ejecutivo esta medida, especialmente en el comienzo de la temporada estival de vacaciones, por las pérdidas económicas que conllevará.

En Reino Unido, la industria del turismo aporta 200.000 millones de libras y emplea a cuatro millones de personas. Según una encuesta realizada por “The Telegraph”, la gran mayoría (71%) de las principales empresas hosteleras ha advertido al Gobierno de que si sigue adelante con sus planes de cuarentena a pasajeros, tendrá que despedir hasta el 60% de su plantilla, lo que equivaldría a la pérdida de 400.000 empleos. Más de una cuarta parte de los líderes empresariales, un 28%, señala que tendrían que dejar de operar por completo si el confinamiento continúa.