George Floyd

“George Floyd era muy tranquilo, siempre relajado y con una sonrisa”

El bailarín cubano Yeniel Chini Pérez habla con LA RAZÓN sobre su amigo. Trabajaron juntos en la Conga Latino Bistro y destaca su pacifismo. “Nadie se merece esto, pero menos él”

Yeniel Chini Pérez Domenech, cubano de Matanzas, tataranieto de uno de los fundadores de La Sonora Matancera, bailarín profesional en Afrocuba de Matanzas, uno de los grandes grupos folklóricos de la isla, que desertó en México, en 2011, durante una gira, y sobrevive como bailarín en Minneapolis, recuerda a George Floyd, su amigo.

No hay un en sus palabras ni una gota de revanchismo, ni un átomo de violencia. Habla con los bolsillos repletos de dudas, entre titubeante y espantado. Lejos de pasar a cuchillo a los culpables de la muerte de Floyd prefiere recordarlo sin ira.

«Nos conocíamos porque yo soy bailarín profesional y casi siempre, en estos lugares, hay gente de seguridad. Lo conocí en el Nuevo Rodeo y después, cuando hice más amistad con él fue en la Conga, donde trabajaba. Ese fue su último trabajo, allá nos veíamos casi todos los días». ¿Y cómo era Floyd? «Superbuena persona, muy tranquilo, siempre estaba relajado, se llevaba bien con todo el mundo, siempre sonreía, siempre riéndose. Muy buena gente. Nunca fue abusador con nadie en la Conga, ¿sabes?, a veces hay alguien borracho en el club, alguien se porta mal, y los de seguridad tienen que sacarlo. Él hacía su trabajo y después hablaba con las personas, siempre amable, todo el mundo lo quería. Claro que nadie merece lo que le ha pasado, nadie, pero es que Floyd, encima, era una buenísima persona».

Preguntado por el racismo Yeniel responde que «se manifiesta de distintas maneras. Pero existe, sí, existe. Tengo muchos amigos que lo han sufrido. Yo, como yo me muevo en el mundo del arte, de la música, pues no tanto, trabajo en muchos sitios, con gente muy distinta, muy diversa, además son festejos, y el racismo no se echa tanto a ver, eso se echa a ver en las comunidades, o cuando aplicas por un trabajo...». ¿Y la Policía? ¿Tiene remedio? «Bueno, la policía… estas medidas que están tomando... por ejemplo, el gobernador de Minnesota, anunció que van a abrir casos del Estado de los últimos diez años, entonces eso tenían que haberlo hecho sin manifestaciones, sin violencia, tuvieron que llegar a este punto para que se dieran cuenta de lo que están haciendo. Es increíble, increíble».

El músico cubano no es el único convencido de que la policía necesita reformas sistémicas.

Neil deGrasse Tyson, astrofísico, director del Planetario de Nueva York, ha publicado un ensayo muy sentido sobre el color de la piel. Remata con varias propuestas/consejos para la policía.

El último dice así: «Cuando veas niños negros en la calle, piensa en lo que pueden ser en lugar de lo que crees que son». También pregunta cómo es posible que el periodo de entrenamiento para ser policía en Minneapolis fuera de 4 meses, 6 en el caso de Nueva York, mientras que para «convertirse en un pastelero certificado en una prestigiosa academia culinaria necesitas 8 meses. El croissant perfecto lo necesita. Entonces, quizá, sólo quizá, los reclutas de la policía podrían beneficiarse de recibir un poco más de entrenamiento antes de convertirse en oficiales».

El científico, célebre entre otras cosas por haber recogido el testigo de Carl Sagan en Cosmos, recuerda que, según diversos estudios, «el riesgo de muerte de una persona desarmada a manos de la policía es aproximadamente el mismo, sin importar la raza de quién es arrestado». Ahora bien, «si su grupo demográfico tiene, de media, diez veces más detenciones que otros, entonces su grupo demográfico morirá a un ritmo diez veces mayor. Pero incluso después de que reduzcamos el factor del sesgo a cero, queda el asunto de que la policía mata a sospechosos desarmados, incluidos personas de raza blanca».

Otro mito indignado, Bruce Springsteen, comentaba en su programa de radio de este pasado miércoles que «Necesitamos cambios sistémicos en nuestros departamentos de policía y necesitamos la voluntad política de la ciudadanía para lograr el tipo de cambios que vuelvan a hacer realidad los ideales del movimiento de derechos civiles». La de Springsteen es la voz de quien hace 20 años exactos, un 4 de junio de 2000, estrenó en Atlanta la canción American skin (41 shots). La había escrito después de que en 1999, cuatro agentes de la policía de Nueva York matasen a tiros al inmigrante guineano Amadou Diallou, que estaba desarmado. E

l principal sindicato de policía de Nueva York llamó a boicotear los conciertos del Boss en el Madison Square Garden. Dos décadas más tardes el amigo cubano George Floyd, desde Minneapolis, zanja que «la situación puede aflojar en algunos aspectos, pero esto es imposible de quitarse, imposible de arreglar. Son años, años y años luchando contra el racismo, y nada».

Al otro lado del país, en Nueva York, la actriz, dramaturga y directora de teatro, Shaun Fauntleroy, le explica a La Razón que «Nunca ha existido, en la historia de este país, probablemente en la historia del mundo, un momento en el que los opresores hayan cedido sus privilegios, sus ganancias, sin boicots, o sin mediar una guerra, una revolución. Este país fue fundado así. Nadie cede sin más, sólo para que los oprimidos vivan mejor, con más dignidad. De eso fue la Guerra Civil».

41 shots, cuarenta y un disparos, cantaba Springsteen, y entre los versos de la canción leemos, «Lena prepara a su hijo para la escuela/ Le dice “En estas calles, Charles tienes que entender las reglas/ Si un oficial te detiene/ prométeme que siempre serás educado, que nunca huirás/ Prométele a mamá que mantendrás tus manos a la vista”».