Beirut

La advertencia que el Gobierno libanés no escuchó 15 días antes: “Si explota puede llegar a destruir Beirut”

El 20 de julio funcionarios enviaron una carta al presidente y al primer ministro, pero hicieron caso omiso

Al llegar las 18.07 de la tarde, miles de libaneses que se concentraron en la autopista frente al puerto de Beirut, o más bien de lo que queda de él, rememoraron la catástrofe. Una enorme explosión que retumbaba los altavoces que se habían colocado allí para el evento. Después, un minuto de silencio para rendir homenaje a los 170 muertos, después de que ayer los equipos de rescate encontraran bajo los escombros una decena de cadáveres más.

Bajo el lema «Todos somos una gran familia», la enorme comitiva marchó hacia la plaza de los Mártires, donde los últimos tres días hubo enfrentamientos violentos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad que han dejado más de un millar de heridos.

El Gobierno de Hasan Diab ha dimitido en bloque, gracias a la presión de la calle, pero para una población destrozada no es suficiente. La renuncia del Ejecutivo de Diab ha abierto las heridas del sectarismo, ya que su Gobierno era lo más parecido a uno «tecnócrata», lo que exigieron los manifestantes que hicieron caer al anterior ejecutivo de Saad Hariri, y ha fracasado.

Diab, como sus antecesores, ha aprendido a tirar la piedra y esconder la mano. Las últimas revelaciones sobre la investigación apuntan a que tanto el presidente Michel Aoun como Diab habían sido advertidos dos semanas antes de la peligrosidad de almacenar en un hangar sin medidas de seguridad las 2.750 toneladas de nitrato de amonio, que habían llegado en un barco con bandera moldava en 2013 al puerto beirutí, donde quedó confiscado por problemas técnicos que impedían que volviera a navegar.

En el informe de la Dirección General de Seguridad del Estado sobre los acontecimientos que llevaron a la explosión se incluye una referencia a una carta privada enviada al presidente y al primer ministro el 20 de julio en la que se alertaba de que este fertilizante altamente explosivo «si era robado podía ser usado para un atentado terrorista». «Si explota puede llegar a destruir Beirut», advirtieron los funcionarios en la carta a las autoridades.

Los libaneses siguen esperando respuestas, quieren saber lo que ocurrió para que los muertos puedan descansar en paz. Indignados al ver que la investigación no se concreta y cada día que pasa surgen nuevos interrogantes en vez de respuestas, han decidido seguir adelante y llegar hasta el final para derrocar al sistema.

Sin embargo, para poder acabar con el arraigado sectarismo político se necesita más de dos revoluciones. El sistema confesional ha ayudado a mantener una casta política que se pasa el poder de padres a hijos o de suegros a yernos. Debido a este complejo sistema de repartición de poder es muy difícil conciliar a los distintos grupos sectarios a la hora de formar gobierno.

Esto significa que si el Líbano pudo tomar dos años y medio para elegir al actual presidente y nueve para celebrar elecciones parlamentarias, cuánto tiempo más podía mantenerse en el poder el ahora interino gabinete de Diab. El Gobierno está ganando tiempo y durante ese tiempo no habrán avances

Venganza

Por eso es que los manifestantes de la plaza de los Mártires siguen con las protestas; temen que no habrá conclusiones de la investigación ni se juzgará a nadie hasta que no se forme un nuevo gobierno. Los manifestantes que piden venganza no se conforman con que la responsabilidad de esta tragedia no recaiga únicamente sobre este gobierno, que tiene seis meses de vida, sino en toda la corrupta élite política que les ha gobernado en los últimos 40 años.

Y lo curioso es que el primer ministro lo asiente. Diab reconoció en su discurso de renuncia el lunes que la responsabilidad de la explosión en Beirut recae en la «clase política corrupta» y aseguró que su gobierno hizo «todo lo que pudo por salvar el país», pero se topó con una «gran barrera» frente al cambio.