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El movimiento #MeToo resurge en Dinamarca y golpea a la clase política

El ministro de Exteriores, Jeppe Kofod, en entredicho por haberse acostado con una joven de 15 años cuando él tenía 34. Un caso de acoso obliga a dimitir al líder de los social liberales

El ex ministro de Fiinanzas de Dinamarca Morten Ostergaard (centro), antes del comienzo de una reunión del Ecofin.
El ex ministro de Fiinanzas de Dinamarca Morten Ostergaard (centro), antes del comienzo de una reunión del Ecofin.larazon

Dinamarca ha vivido en las últimas semanas un renacer del movimiento de denuncia de abusos y acoso #MeToo (Yo también), una segunda oleada que ha golpeado con más fuerza y a toda la sociedad, en especial al ámbito político.

La campaña por redes sociales surgida en octubre de 2017 a raíz de las acusaciones contra el productor de cine de Hollywood Harvey Weinstein, que se convirtió en viral en poco tiempo, llegó también entonces a Dinamarca, al igual que a muchos otros países, pero su repercusión fue más limitada que, por ejemplo, en la vecina Suecia.

Si la denuncia anónima de 18 mujeres por abusos contra un artista francés vinculado a la Academia Sueca puso en jaque a la institución que otorga cada el año el Nobel de Literatura y al propio premio, en Dinamarca los episodios que salieron a la luz fueron de menor calado y limitados sobre todo al mundo del espectáculo.

Tres años después, profesionales de los medios de comunicación, de la hostelería, médicas, enfermeras y escritoras, entre otras, han aparecido recientemente en los medios daneses con manifiestos o denuncias públicas contra el acoso sexual en sus puestos de trabajo.

Las últimas en sumarse han sido 689 investigadoras con una acusación contra el sexismo en el mundo académico, varias de las cuales ocuparon la portada del viernes de “Politiken”, principal rotativo danés, un día después de que lo hiciera un destacado líder político por la gestión de un caso de acoso que lo señalaba a él.

Denuncias en los medios

El desencadenante de la oleada es Sofie Linde, una popular presentadora de 31 años, que aprovechó a finales de agosto la gala anual de la comedia del segundo mayor canal danés para hacer un alegato contra el sexismo y revelar su experiencia propia.

Linde contó que a los 18 años, cuando estaba en prácticas en la televisión pública DR, en la cena anual de Navidad, un colega con un puesto importante la agarró del brazo y le dijo que destruiría su carrera si no le hacía una felación. “Tú sabes quién eres. También sabes que dije que no. Pero, bueno, tampoco me ha ido tan mal”, espetó a la cámara Linde.

La DR abrió una investigación, que cerró poco después ante la negativa de la presentadora a dar nombres. Pero su denuncia no pasó desapercibida para muchas mujeres danesas.

Más de 700 profesionales de los medios de comunicación publicaron una carta de apoyo a Linde días después, a la que luego se sumaron más del doble, afirmando haber vivido episodios de sexismo en su trabajo, un ejemplo que se extendió a muchos otros sectores.

Varias diputadas salieron a la palestra para denunciar el sexismo existente en Christianborg (sede del Parlamento danés), entre ellas, la social liberal Lotte Rod, quien aseguró que en actos sociales de su partido había sufrido “toqueteos inapropiados” y que una vez tuvo que retirar una mano de su muslo.

Algunas parlamentarias, entre ellas compañeras de partido de Rod, pusieron en duda la idoneidad para el cargo del actual ministro de Asuntos Exteriores, Jeppe Kofod, que doce años atrás se vio envuelto en un escándalo al revelarse que se había acostado con una joven de 15 de las Juventudes Socialdemócratas cuando él tenía 34.

Kofod volvió a pedir disculpas públicas y la primera ministra y líder de su partido, Mette Frederiksen, dio el caso por cerrado.

Cuando parecía que la segunda oleada del #MeToo empezaba a perder fuerza, todo se volvió a precipitar esta semana. Informaciones periodísticas revelaron más casos internos de acoso en el Partido Social Liberal, lo que aumentó la presión sobre su líder y antiguo ministro de Educación e Interior, Morten Østergaard.

“No vamos a comentar nada más sobre el caso. Hemos actuado y dado una reprimenda”, dijo Østergaard el martes de la semana pasada, tras la apertura del año parlamentario en la Cámara: un día después había dimitido.

Su salida se produjo tras una reunión interna del grupo parlamentario en la que acabó confesando que él había sido el acosador y abandonó el cargo: “No tuve valor para admitir que no era suficiente con pedirle perdón, sino que también tendría que haber dicho abiertamente que era yo”, explicó luego a los medios

“Morten me pidió perdón y lo he perdonado, pero ya no se trata de eso, sino que el problema es la forma de tratarlo. Siento que haya terminado así porque le tengo aprecio, no era mi intención. Lo importante es que haya un cambio de cultura, no solo en mi partido, sino en todos”, escribió en Facebook Rod.

Østergaard confesó el viernes haber protagonizado más episodios similares, lo que ha acentuado la crisis de la actual cuarta fuerza parlamentaria, principal apoyo del Gobierno socialdemócrata en minoría y tradicional partido bisagra de la política danesa.

El sexismo fue uno de los temas centrales en el debate parlamentario del jueves, en el que las fuerzas más a la izquierda reclamaron reformas legislativas contra el acoso, mientras los medios de comunicación especulan con que la ola pueda arrastrar a más políticos de otros partidos.