Donald Trump

El «fantasma de Florida» acecha a Trump y Biden

La pandemia dispara el voto por correo -90 millones de americanos ya ha depositado su papeleta- y anticipa una noche electoral de infarto sin ganador claro como en el año 2000

Los candidatos en las elecciones de 2000 Al Gore y George W. Bush durante un debate
Los candidatos en las elecciones de 2000 Al Gore y George W. Bush durante un debateED REINKEAP

Los bebés nacidos en el año 2000 en EE UU van a poder votar por primera vez en unas elecciones presidenciales que se auguran igual de emocionantes que entonces. Aquel fue el noviembre más largo para los estadounidenses, pues los 25 votos electorales que entonces daba el estado de Florida no tuvieron un dueño inmediato. Este año, podría repetirse la jugada, los estadounidenses se irán a dormir sin un ganador oficial. No sólo se espera una noche electoral de infarto sino que también el presidente Donald Trump lleva desde marzo agitando la bandera del fraude debido al voto por correo que se ha facilitado por la pandemia del nuevo coronavirus.

En 2000, Al Gore, el candidato demócrata y entonces vicepresidente, ganó el voto popular por casi medio millón de papeletas, pero en EE UU eso no es suficiente para ser nombrado presidente. Al ser un sistema indirecto se necesita ganar en Colegio Electoral. Basándose en los sondeos a pie de urna de Florida y en el voto popular, las principales cadenas de televisión dieron por ganador a Gore. Según recuerdan las crónicas de la National Public Radio, incluso en los bastiones demócratas se llegó a celebrar su victoria. Sus datos internos consideraban que si había ganado en Pensilvania y Michigan, con Florida, su presidencia era incontestable.

Pero al día siguiente, la secretaria de Estado de Florida anunció al ganador allí: George W. Bush, quien sumaba la gloriosa cifra de 271 y se convertía así en el presidente número 43. Gore llamó para felicitarle para después retractarse. Bush había ganado por un centenar de votos y el demócrata pidió un recuento. Los equipos legales de ambos partidos se desplegaron en Florida y comenzaron cinco semanas de arduas investigaciones, debates sobre la letra pequeña de las leyes electorales, las máquinas de voto y los polémicos punzones. Finalmente, por 537 votos, Bush asumió la presidencia. Incluso hoy, en Miami sigue siendo un tema que levanta pasiones.

El «fantasma de Florida» acecha otra vez y cada vez son más los que advierten que, debido al masivo voto por correo y anticipado, sabremos quién es el inquilino de la Casa Blanca como pronto el miércoles a las 12:00 de la costa este. En los centros de votación y servicios postales piden paciencia y recuerdan que al ser todo manual (abrir un sobre, luego el segundo y después escanear el voto), se tarda una media de 45 segundos por papeleta. Y ya han votado 91,6 millones de estadounidenses, el 43% de los votantes registrados.

«Con la proliferación del voto por correo en 2020, un escenario como el de 2000, en el que existe una incertidumbre genuina sobre el resultado es muy posible», explica Matthew Wilson, profesor de Políticas en la Universidad Metodista del Sur. «Cada Estado tiene sus propios requerimientos sobre verificación de firmas, cuán estrictos deben con papeletas que no siguen todas las reglas, cuándo deben recibirse para ser contadas, etc. Por supuesto, esto solo entra en juego si la elección no está cerrada; de lo contrario, estas variaciones no afectarán al resultado. Pero me sorprendería si el resultado en todos los Estados se conoce definitivamente el miércoles en esta ocasión», añade el profesor.

A este respecto, a un lado y otro del espectro político no gusta reconocer que su candidato no arrasará durante la noche electoral y la pregunta se torna un poco incómoda. «La victoria de Donald Trump será clara. Nada más hay que comparar un acto de campaña del presidente con los de Biden», comenta Edna, que dice no perderse un rally de MAGA. «¿Cómo va a estar abierta? Fíjate en todas las encuestas», asevera Jovani, conductor de Uber.

Lo irónico, según Wilson, es que «Florida va a ser un estado en los que menos días habrá que esperar a conocer el resultado», pues ya se ha empezado a contar el voto anticipado. Sin embargo, todos los ojos están puestos en Pensilvania, «donde no empezarán el recuento hasta después de las elecciones. Por lo que tomará su tiempo dar un resultado claro». «Repito, hasta el miércoles no se empezarán a contar los votos en Pensilvania», insistía el presentador de la NBC en el informativo de ayer por la mañana, para después recordar que este año sin Carolina del Norte, Michigan y Pensilvania no se puede augurar el ganador.

En cuanto a si pueden terminar estas elecciones en el Tribunal Supremo, de mayoría conservadora y otro de los temores de 2020, Stephen Presser, profesor emérito de Derecho en la Universidad Northwerstern, reconoce que «existe la posibilidad teórica de que si una elección esté muy contestada acabe ante la Corte Suprema, pero es muy poco probable, e incluso es posible que el más alto tribunal señale que prefiere que lo resuelvan las autoridades estatales, pues bajo la Constitución federal, son las legislaciones estatales las responsables de cumplir las reglas». Y es que «si los estados siguen las reglas como se específica en sus leyes estatales, el problema no pasará a mayores. Si tuviera que apostar, diría que esta elección se va a decidir por los votantes, no en el Tribunal Supremo de EE UU».

No obstante, Wilson avisa de que «será muy fácil para cualquiera de los candidatos producir informes anecdóticos sobre irregularidades en los lugares de votación; en una nación de 330 millones de personas, es probable que haya problemas técnicos en todo el país». Eso sí, para el experto en comportamiento electoral de la SMU «demostrar fraude intencional o mala conducta, especialmente en una escala que podría cambiar el resultado, será mucho más difícil. Si hay una razón genuina para creer que tales irregularidades pueden haber ocurrido, el presidente siempre puede ordenar al FBI que investigue, ya que estos serían delitos federales. Pero la presión sobre Trump para que no lo haga con pretextos frívolos o inverosímiles sería enorme», concluye Wilson.