Manifestantes pro europeos ayer a las puertas de Westminster en Londres

Barnier celebra el acercamiento de Johnson y ve posible un acuerdo

El negociador jefe de la UE asegura que Londres se abre por primera vez a establecer un mecanismo de sanciones ante la posibilidad de que se alejen de las reglas comunitarias

Puede que sea tan sólo un señuelo. En el psicodrama del Brexit, euforia y pesimismo se alternan de manera ciclotímica. Después de que durante el fin de semana se registraran ligeros avances que han permitido no tirar la toalla, ayer el negociador jefe de los Veintisiete, Michel Barnier, explicó a los embajadores europeos que Downing Street está cediendo en sus posiciones al permitir un mecanismo que pueda imponer represalias en caso de que alguna de las dos partes se salte el acuerdo.

En los Veintisiete preocupa especialmente que Reino Unido se convierta en un Singapur al otro lado del Canal de la Mancha. Esto significa que a pocas millas del territorio europeo se impongan estándares sociales, medioambientales, fiscales y de ayudas públicas más laxos mientras se permite que las empresas británicas tengan pleno acceso al mercado interior con cero cuotas y cero aranceles. Esto supondría una doble vara de medir para las empresas comunitarias que saldrían perjudicadas de esta competencia desleal, lo que en la jerga comunitaria se ha bautizado como level playing field (nivel del campo de juego). Londres se opone a seguir atada a los estándares comunitarios tras haber salido del bloque, ya que esto supone una traición al lema del referéndum de «recuperar el control» y un menoscabo de su soberanía tras romper amarras con sus socios durante 47 años.

Sin embargo, Bruselas pretende imponer represalias comerciales a través de la puesta en marcha de aranceles y cuotas si detecta que Reino Unido empieza a jugar sucio y se aparta de las normas europeas no sólo actuales sino también futuras. Hasta ahora, Londres se había opuesto de manera contumaz a esta opción.

Tras los últimos contactos entre el fin de semana que incluyeron una llamada telefónica entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el primer ministro Boris Johnson, ayer se supo que Downing Street acepta ahora algún tipo de mecanismo. Pero queda lo más difícil: se debe pactar la letra pequeña, cómo quedará establecido que la legislación británica vulnera la integridad del mercado común, qué tipo de represalias pueden imponerse y a qué productos y quién será el árbitro.

Escollo de la pesca

Mientras tanto, todo indica que los avances sobre pesca han sido muy escasos pero que podría haber un toma y daca si hay progresos en los otros ámbitos. Los Veintisiete quieren que sus pescadores sigan teniendo acceso a los caladeros británicos a cambio de que las islas puedan seguir exportando sus pescados al territorio comunitario, lo que supone un 70% de sus capturas. Reino Unido propone un acuerdo que se negocie de manera anual, a imagen y semejanza del que los europeos mantienen con Noruega.

Se sabe que hoy los negociadores británicos permanecerán en la capital comunitaria, pero su estancia puede alargarse si hay visos de cerrar un acuerdo. Después de que todos los plazos hayan sido pospuestos una y otra vez, nadie se atreve a poner de manera oficial un nuevo ultimátum sobre la mesa. A pesar de esto, si las negociaciones avanzan a buen ritmo podría alcanzarse un acuerdo a finales de esta semana según los cálculos de Barnier.

Proceso de ratificación

Uno de los grandes interrogantes reside en si dará tiempo a completar el proceso de ratificación ya que el pacto debe ser refrendado por las capitales europeas, el Parlamento Europeo y Westminster para que pueda ponerse en marcha antes de un Brexit caótico el próximo 1 de enero. Bruselas tan sólo se limita a contestar que todo puede solucionarse si hay buena voluntad entre las partes y desde hace semanas circulas numerosas fórmulas imaginativas para evitar una especie de Brexit sin acuerdo por defecto de forma.

De hecho, cuándo la Comisión Europea presentó la semana pasada sus planes de contingencia, aclaró que estos podrían utilizarse en caso de que el pacto no pueda ser formalizado. Nos encontraríamos, entonces, con un Brexit caótico de duración limitada. Puede que de días o semanas. Estos días se celebra la última sesión plenaria de la Eurocámara, pero desde hace semanas se baraja la convocatoria de una sesión extraordinaria en próximo día 28 de diciembre, aunque antes el texto deber ser revisado por las comisiones parlamentarias. También se contempla una entrada en vigor provisional y una votación en la Eurocámara a principios del año que viene o incluso que las capitales puedan dar su visto bueno al texto sin que éste sea traducido a las otros tres 23 idiomas oficiales del club comunitario aparte del inglés.