Ofensiva

Maduro se ensaña con la ministra González Laya

El dictador chavista escala su ofensiva contra España tras la visita de la titular de Exteriores al paso fronterizo de Cúcuta. La jefa de la diplomacia demanda respeto

«Huir hacia adelante». La estrategia no es nueva, y el chavismo la ha aplicado desde hace 20 años que controla el poder en Venezuela. Ahora vuelve a acudir a ella para forzar la recalibración de las relaciones diplomáticas con la Unión Europea. «Yo lo único que pido es el mismo respeto que ofrezco, ni más ni menos», indicó ayer la ministra de Exteriores de España, Arancha González Laya, que llegó a Colombia en visita oficial el pasado jueves y estuvo este sábado en Cúcuta, principal paso fronterizo con Venezuela, para conocer la realidad de los migrantes que salen del país petrolero para escapar de la crisis.

Nicolás Maduro ordenó revisar «a fondo todas las relaciones con España a todo nivel». Así, pone a Madrid en el centro de su disputa con los gobiernos del viejo continente que subió de temperatura cuando Bruselas sancionó a 19 funcionarios aliados de su «revolución bolivariana» y el régimen respondió declarando como persona non grata a la embajadora de la UE en Caracas, Isabel Brilhante Pedroza, que se espera abandone el país finalmente este martes 2 de marzo.

Las palabras de Maduro ocurrieron durante una transmisión televisada desde un teatro capitalino con distintos sectores militantes. Allí se refería a la atención a venezolanos migrantes en Colombia, donde se calcula han llegado casi dos millones de venezolanos en cinco años y el Gobierno de Iván Duque emitió un estatus de protección, cuando acusó a la canciller española, González Laya, de actuar con hipocresía al visitar la frontera entre ambas naciones «a declarar a favor de la política xenofóbica del Gobierno de Colombia contra los venezolanos».

La decisión, dijo el mandatario, fue advertida «a tiempo» por parte del canciller chavista a Moncloa. «Vamos a responder cualquier agresión que venga», bramó Maduro al recordar que «somos los hijos de bolívar que expulsamos al imperio español de estas tierras para siempre». En su paso por Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, González Laya había dicho el sábado que no cabía duda de que «romper puentes, cortar diálogos, expulsar a nuestros diplomáticos no ayuda a la labor de diálogo». Y agregaba que «España está comprometida en un apoyo muy claro a la búsqueda de una solución política a la situación en Venezuela».

El chavismo ha mantenido una tensa relación con Madrid desde hace varios años. Pero desde 2019 los problemas se han profundizado. Primero, por el reconocimiento que España dio a Juan Guaidó como presidente encargado del país. Luego, por el refugio que se le brindó al líder opositor Leopoldo López cuando se evadió de su prisión domiciliaria, participó de una insurrección militar en abril de ese año, y fue recibido como huésped en la residencia oficial del embajador de España en Venezuela.

Los roces por Leopoldo López

Fuertes acusaciones fueron ganando terreno hasta que en septiembre pasado, Maduro señaló al entonces embajador Jesús Silva de haber participado directamente de una operación para asesinarlo, y lo expulsó del país. Su sustituto, Juan Fernández Trigo, antiguo embajador en La Habana, llegó en su sustitución pero en calidad de encargado de negocios. Después de todo, no puede solicitar un plácet formal como embajador ante un Ejecutivo que legalmente no es reconocido.

Fernández Trigo ha tenido un perfil infinitamente más discreto que su predecesor. Desde su llegada a Caracas no ha brindado declaraciones ni ninguna entrevista, aunque se ha reunido con todos los sectores de la vida nacional, tanto del gobierno como de las distintas facciones de la oposición, así como algunos gremios.

En Madrid quien representa a Maduro desde octubre de 2020 es Mauricio Rodríguez, quien lleva tres años como cónsul de Venezuela en esa ciudad y quedó como encargado de la embajada cuando ambos gobiernos expulsaron a sus embajadores en 2018; una decisión que fue revertida tiempo después. Rodríguez Gelferstein fue ministro de Información de Hugo Chávez en 2010 y luego se desempeñó en varios cargos en la burocracia chavista, siendo el más reciente el de viceministro de Estrategia Comunicacional, encargado de alinear la propaganda del régimen en escenarios internacionales.

Mario Isea, el embajador entre 2013 hasta su sustitución hace cuatro meses, solicitó una visa de residente para no verse obligado a volver a Venezuela pero le fue denegada. No ha tenido actividad pública desde entonces.

En el centro del debate con España sigue estando López. Como adelantó LA RAZÓN, fuentes de la oposición venezolana aseguran que «en Caracas molesta mucho la libertad de movimiento y de expresión que tiene Leopoldo López en Madrid». La embajadora de Maduro ante la Unión Europea, Claudia Salerno, que también ha sido declara persona non grata en reciprocidad, admitió en una entrevista a la agencia rusa Sputnik que ven a López como el principal promotor de las sanciones europeas contra funcionarios chavistas.

Por su parte, informantes de la cancillería de Maduro dicen a este periódico no entender por qué la inclusión del partido Podemos en el Ejecutivo de Pedro Sánchez «no se nota en términos de relaciones internacionales con Venezuela».

Admiten que Madrid ha sido clave para que la UE rebajara a Guaidó de presidente interino a «interlocutor privilegiado», pero condenan que siga habiendo resistencia a reconocer a Maduro y negociar con él una normalización total de relaciones. Según esas fuentes, en el Ministerio de Exteriores de Venezuela ven a Alemania, Francia y Países Bajos como gobiernos clave en «las posturas más fuertes», y por eso el regaño que les propinó el canciller Jorge Arreaza a sus embajadores en Caracas.

El internacionalista Félix Arellano cree que un quiebre de relaciones con la UE complica la negociación para lograr salidas democráticas a la crisis venezolana, siendo que los Veintisiete han llamado a lograr condiciones electorales democráticas. «Con estos últimos movimientos se demuestra que no hay prácticamente ningún interés en esos cambios, en ir a las reformas electorales que den confianza a la comunidad internacional y a los jugadores internos».