Vecinos incómodos
Biden, obligado a endurecer su discurso sobre Cuba
El presidente convierte a Cuba en “máxima prioridad” y anuncia más sanciones para evitar que el trumpismo se adueñe de Florida
Los acontecimientos de las últimas semanas y la presión de los republicanos en el crucial estado de Florida han obligado al presidente Joe Biden a rectificar su política hacia Cuba. La isla es ahora “máxima prioridad” para el gobierno y las sanciones anunciadas esta semana contra Álvaro López Miera, el general al frente de las fuerzas de seguridad cubanas, y las fuerzas especiales encargadas de la represión en la isla, “solo el principio” de un nuevo rumbo.
El anuncio de las sanciones contra uno de los hombres fuertes del régimen castrista y las “avispas negras”, el cuerpo policial que se empleó a fondo en la represión de los manifestantes que tomaron las calles el pasado 11 de julio, supuso un contundente e inesperado volantazo.
Aunque como candidato, Biden se había mostrado partidario de volver al acercamiento de Obama, al poco de llegar a la Casa Blanca ordenó una “revisión” de la política de Estados Unidos hacia Cuba para la que no puso fecha. Entonces no era un asunto urgente. Las inusitadas manifestaciones del 11 de julio cambiaron aceleradamente todos los cálculos.
A medida que la persecución policial, con decenas de detenidos y desaparecidos, sofocaba las protestas en Cuba, el tema se calentaba en Florida, donde voces del numeroso exilio cubano y políticos republicanos, con el expresidente Donald Trump al frente, se lanzaron a reclamar a Biden una respuesta contundente contra la dictadura castrista.
Las últimas elecciones presidenciales confirmaron las dificultades de los demócratas en el “Estado del sol brillante”, donde la política de Washington hacia Cuba o Venezuela es capital para el electorado. Trump fue el candidato más votado, en parte por la popularidad de su política de endurecer las sanciones contra Cuba que le llevó incluso a incluirla en la lista de estados patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado. En 2022 habrá elecciones para renovar el Congreso y Florida será de nuevo clave.
La respuesta inicial de Biden les dio munición a los republicanos. Primero, lanzó un comunicado de condena. Luego, declaró que estudiaba la posibilidad de restablecer la conexión a internet en Cuba, bloqueada por el régimen para frenar las protestas, pero hasta la fecha se desconoce cómo y cuándo será posible. Días después, Juan González, el funcionario en quien confía Biden su política latinoamericana, anunció un grupo de trabajo para restablecer el envío de remesas a la isla y volver a dotar de personal a la embajada estadounidense, medidas que recordaron demasiado al deshielo de la época Obama.
Trump, ávido de mantener protagonismo, se lanzó a degüello en los micrófonos de la NBC. “Los cubanos de Estados Unidos están muy decepcionados por la Administración Biden”, porque “tiene una política muy débil hacia Cuba y Venezuela”. El expresidente reivindicó las sanciones de su mandato: “Gran parte del trabajo que hicimos por el pueblo cubano y la libertad en Cuba va a acabar barrido debajo de la mesa por este gobierno”.
Aunque décadas de embargo a Cuba no han servido para llevar la democracia a Cuba ni aliviar el sufrimiento de su población, las palabras de Trump encuentran amplio eco en su bastión de Florida, donde los políticos locales debaten tanto sobre la situación cubana como sobre cualquier otro tema de actualidad. Pocos días antes de que Trump se pronunciara lo había hecho el alcalde de la ciudad de Miami, Francis Suárez, que sugirió la posibilidad de lanzar ataques aéreos contra la isla.
En este ambiente se llegó al anuncio de las sanciones del jueves, en el que las cuentas de Twitter del presidente; su secretario de Estado, Antony Blinken; y otros altos cargos actuaron coordinadas para darle peso político.
Sin embargo, a la espera de los futuros pasos que pueda dar el gobierno, quizá el alcance real de la medida contra López Miera no sea tanto como el ruido que ha provocado. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, dijo que el general no tiene cuentas en Estados Unidos y se permitió burlarse: “No me ha dicho que esté pensando en hacer turismo en Estados Unidos”.
Si finalmente su gobierno encuentra la manera de que los emigrantes puedan enviar dinero a sus familias en la isla sin engordar las arcas de una dictadura famélica y voraz, y devolverles el internet que les servía para respirar entre la asfixiante propaganda estatal, entonces sí Biden habrá tenido un impacto en la vida de los cubanos. Pero no será fácil.
En realidad, Cuba es un rompecabezas endiablado para el presidente. Descartada absolutamente la opción militar, debe convivir con una dictadura que, según Sebastián Arcos, profesor de la Florida International University, “se ha quitado la careta con la represión a estas protestas”, y a la vez manejar los ataques republicanos y las no pocas contradicciones entre los demócratas sobre el tema.
En su partido conviven sensibilidades como la del senador Bob Menéndez, hijo de exiliados cubanos y defensor de las sanciones, con la del sector más a la izquierda, representado por el senador Bernie Sanders, que llegó a defender los “logros” de la revolución cubana, o la joven representante Alexandria Ocasio-Cortez, que aboga insistentemente por el fin del embargo.
Eso mismo pidió el movimiento Black Lives Matter en un polémico comunicado en plena ola represiva en Cuba. No pocos les recordaron que muchos de los represaliados por el régimen cubano son negros como los que ellos defienden en Estados Unidos. Pero Biden sabe que los afroamericanos seguidores de Black Lives Matter son uno de sus principales caladeros de votos.
Los próximos meses determinarán qué rumbo toma finalmente la política de Biden hacia Cuba pero hay algo que las últimas semanas le han dejado claro. Si quiere competir en Florida, guardar el dossier cubano en un cajón no es una opción.
✕
Accede a tu cuenta para comentar