Nuevo Emirato Islámico
Los talibanes emulan al régimen teocrático iraní y perfilan un gobierno sin mujeres
Los fundamentalistas copian a los ayatolás y Akhundzada será la máxima autoridad del nuevo Emirato Islámico
Los talibanes designarán este mismo jueves al sheij Haibatullah Akhundzada como líder supremo en vísperas de dar a conocer la composición de su primer Gobierno. De esta manera, los fundamentalistas emulan a los líderes de la teocrática República Islámica de Irán en la construcción del nuevo Emirato Islámico afgano.
Los portavoces talibanes aseguraban ayer que las conversaciones para formar gobierno, que han tenido como escenario la ciudad de Kandahar –cuna del movimiento–, han concluido. Se espera que el mulá Abdul Ghani Baradar, jefe de la oficina política talibán en Qatar y cofundador de la organización, asuma las tareas cotidianas de gobierno como jefe del Gabinete.
«Las consultas están casi terminadas. El Gobierno islámico que anunciaremos será un modelo para la población. No hay dudas sobre la presencia del comandante de los creyentes [en referencia a Haibatullah Akhunzada] en el gobierno. Será el líder y no hay cuestión sobre ello», aseguraba ayer Anamullah Samangani, miembro de la comisión cultural talibán, citado por el medio local Tolo News.
A diferencia de su primera experiencia en el poder –cuando formaron un consejo de gobierno a las pocas horas de constatarse su triunfo–, esta vez ha habido que esperar más de dos semanas para que los mandos talibanes fueran capaces de integrar a las diferentes facciones y grupos étnicos y tribales para plasmar el gobierno «inclusivo e islámico» con el que dirigir Afganistán. Según el citado medio afgano, los talibanes han designado también en las últimas horas a gobernadores, jefes de la Policía y otros mandos de las fuerzas de seguridad tanto para provincias como para distritos.
También parece claro, a pesar de las llamadas al respeto de las libertades y a la inclusión que los talibanes hicieron en las primeras jornadas desde la recuperación del poder, que no habrá mujeres en el nuevo Ejecutivo integrista, a tenor de las declaraciones de un portavoz talibán en la BBC. En cambio, los fundamentalistas islámicos pretenden que las mujeres –que suponen el 50% de los empleados del sector público– sigan ocupando sus puestos en la administración.
Pero las promesas talibanes no se compadecen con la realidad: menos de 100 periodistas mujeres sobre las 700 que normalmente trabajan en el país lo está haciendo a día de hoy, avisa Reporteros Sin Fronteras. En búsqueda de reconocimiento internacional y ayuda económica, los talibanes reiteraron ayer su deseo de estrechar relaciones con Pekín. Los fundamentalistas pretenden «mejorar el nivel de confianza mutua» con China –país al que consideran «muy importante». El régimen comunista no cerró su Embajada en Kabul tras la llegada a la capital afgana de los talibanes el pasado 15 de agosto.
En el frente doméstico, los enfrentamientos entre la resistencia y los talibanes en la provincia de Panshir –el montañoso territorio es el único en todo el país en que los fundamentalistas no han impuesto su control– en las últimas dos jornadas, con bajas admitidas por las dos partes. Los talibanes ayer aseguraron que los hombres de Ahmad Masud se habían rendido. El nuevo Gobierno talibán tendrá que lidiar con una realidad económica y social crítica en las próximas semanas y meses.
Con una inflación disparada, la situación empeorará como consecuencia de la congelación de la ayuda internacional, que supone el 40% de la economía nacional. Bancos cerrados durante días –y colas de personas esperando para llevarse algo de dinero en efectivo–, impagos salariales y carencias de electricidad son cotidiana realidad de los vecinos de Kabul y otras ciudades afganas. Decenas de miles de personas huidas desde distintos puntos del país a medida que se iba produciendo el avance talibán siguen vagando por las calles de la capital afgana. Por si fuera poco, la intensa sequía ha golpeado este año a los agricultores, muchos de quienes se han visto forzados a buscarse la vida en las grandes ciudades.
Naciones Unidas advertía nuevamente ayer de la catástrofe humanitaria que vive ya el país. «Hoy, casi la mitad de la población de Afganistán –18 millones de personas– necesita asistencia humanitaria para sobrevivir. Uno de cada tres afganos no sabe cómo obtendrá su próxima comida. Se avecina una catástrofe humanitaria», advertía el secretario general António Guterres. Un tercio de la población afgana vive con menos de dos dólares al día.
Una de las consecuencias del drama humanitario es el éxodo de personas que tratan de abandonar Afganistán a través de sus distintas fronteras en estos momentos constatada la imposibilidad de hacerlo ya en avión por el aeropuerto de Kabul, ya inoperativo. Especialmente numerosos son los grupos de personas que aguardan una oportunidad de huir junto a la divisoria con Pakistán, cuyo Gobierno ha advertido en las últimas horas de la posibilidad de un recrudecimiento de la violencia fronteriza.
Tras dos semanas frenéticas y dramáticas –un atentado terrorista reivindicado por Daesh dejaba más de 170 muertos hace siete días, el último vuelo de evacuación estadounidense partía minutos antes de comenzar el día 31 de agosto, fecha pactada entre Washington y los talibanes para la retirada definitiva de las tropas foráneas.
Según las embajadas extranjeras, hay decenas de miles de personas que cooperaron con ellas –solo Alemania habla de hasta 40.000 colaboradores- que tienen derecho a abandonar Afganistán. Aunque los propios talibanes anunciaron una amnistía para quienes trabajaron en la anterior administración y con las embajadas internacionales, el futuro de estas personas sigue siendo una incógnita. Naciones Unidas ha exigido al régimen integrista un “pasaje seguro” para todos ellos. Con el paso de los días su futuro es cada vez más sombrío.
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