Opinión
La hija de Europa
El Gobierno de Polonia ha lanzado un claro desafío a la UE, pero los polacos han salido a la calle para defender la permanencia en el club comunitario
El pasado 7 de octubre tuvo lugar un acontecimiento que está sacudiendo los cimientos del proyecto europeo. El Tribunal Constitucional polaco decidió que ciertos artículos de los tratados de la Unión Europea son incompatibles con la Constitución del país. Es, quizás, el mayor reto al que Bruselas se ha enfrentado, por encima, si me permiten, del Brexit. Y es que aunque el divorcio británico planteó la salida de un Estado miembro de la Unión, esto es un torpedo a la línea de flotación de un proyecto europeo, frágil, y que sin embargo ha traído el mayor nivel de desarrollo a un continente otrora devastado por continuas guerras y conflictos interestatales. La Unión Europea se basa en un simple precepto, el que la Ley comunitaria tenga primacía sobre las leyes nacionales. Es la única fórmula para que un proyecto de este tipo sea viable.
Los polacos han salido a las calles en protesta, y es que esta decisión pone en cuestión la permanencia en la unión de uno de los más grandes Estados miembro. Polexit ha entrado de lleno en el argot comunitario. Pero, Polonia es una sociedad abierta, aun marcada por las heridas causadas por la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo por los largos años de dominio comunista.
La más clara portavoz de la protesta ha sido Wanda Traczyk-Stawa, una superviviente del Levantamiento de Varsovia de 1944 que se encaraba contra todos aquellos que intentaban ahogar las protestas. «Calla imbécil. Soy una soldado polaca. Europa es mi madre».
Las protestas desencadenadas por este triste episodio están enmarcadas en un contexto en el que las ideas que cimientan el Occidente liberal están cada vez más en entredicho. El surgimiento de movimientos populistas y nacionalistas son un claro desafío a un experimento que sin duda es el mayor avance de la historia en el camino hacia la paz y la concordia.
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