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Gabriel Boric, el nuevo icono de la izquierda que quiere transformar Chile

El presidente electo se ha labrado una meteórica carrera política al margen de los partidos tradicionales de izquierdas de Chile

La nueva izquierda latinoamericana
La nueva izquierda latinoamericanaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Gabriel Boric tendrá 36 años cuando asuma la presidencia de Chile el próximo 11 de marzo. Este ex dirigente estudiantil y diputado de izquierda, que venció este domingo a José Antonio Kast con el 55% de los votos, es el candidato más joven de la historia de Chile y ahora tiene ante sí el reto de unir a una sociedad dividida tras las revueltas de 2019 que rompieron el modelo de estabilidad afianzado desde la década de los noventa.

El presidente electo no se considera comunista y es un acérrimo enemigo del modelo neoliberal que funciona en Chile desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, ha dicho una y otra vez en sus mítines al frente del bloque izquierdista Apruebo Dignidad, integrado por el Frente Amplio y el Partido Comunista entre muchas otras pequeñas formaciones y movimientos.

Nacido en Punta Arenas, región de Magallanes, en la Patagonia austral, es el mayor de tres hermanos de una familia de clase media alta, descendiente de catalanes y nieto de una croata. En muchas ocasiones ha explicado que nacer en una zona tan alejada de la capital, a 3.000 kilómetros de Santiago, configuró su identidad de una manera especial y contraria al centralismo político. Formado bajo los parámetros de una educación católica -actualmente se considera agnóstico-, Boric pertenece a una nueva generación de líderes progresistas que reniega de los años de gobierno de la Concertación, la coalición de democristianos y socialistas que gobernó Chile durante décadas.

El joven Gabriel despuntó en 2011 en un estallido de protestas callejeras de estudiantes que pedían más derechos y un acceso gratuito y de calidad a la educación. Ese mismo año ganó el liderazgo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y en 2013 ya era diputado. Al no sentirse identificado con ninguna formación de izquierdas, en 2017 fundó el Frente Amplio, su propio partido.

En 2019, cuando miles de chilenos salieron a las calles a protestar por las desigualdades y en contra del Gobierno de Sebastián Piñera, Boric estuvo en primer línea de las manifestaciones. El punto de inflexión llegaría al trazar un acuerdo con fuerzas conservadoras par buscar una salida a la crisis social y política que estaba dejando exhausto al país.

Esa decisión, tan criticada por el Partido Comunista y algunos de sus seguidores, que lo llamaron traidor, impulsó al resto de formaciones de izquierdas a dar luz verde a una asamblea constituyente para acabar con la Carta Magna de la dictadura de Pinochet, vigente hoy en día en Chile.

Con la bendición de los ex presidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, Boric sostiene ahora que los treinta años de la Concertación no fueron tan malos. El presidente electo está a favor de un nuevo sistema de pensiones que reemplace al actual y plantea una reforma fiscal que levantará ampollas en varios sectores del país ya que incluye mayores cargas a los ricos y a las empresas mineras. También quiere crear una Banca Nacional de Desarrollo, condonar los créditos universitarios, reducir la jornada laboral a 40 horas semanales y crear un fondo universal de salud.

Sus asesores dicen que es una persona dialogante, pragmática, capaz de tejer acuerdos. Sus detractores, en cambio, sostienen que es un político extremista que va a conducir al país hacia la ruina económica. ”Cuando me equivoco, soy capaz de corregir y pedir perdón”, ha reconocido en alguna ocasión, como cuando visitó en la cárcel a Ricardo Palma Salamanca, en 2018, condenado por el asesinato del exsenador conservador Jaime Guzmán. Ser presidente no estaba entre su planes inmediatos.

Durante las primarias, hace tan solo unos meses, reconoció que no está preparado para la tarea de dirigir un país ya que aún le falta experiencia. Le quedan solo tres meses para prepararse antes de tomar las riendas de Chile.