Segunda vuelta
Macron se impone a Le Pen en un debate marcado por Putin y el islam
El presidente francés ataca a su rival por su estrecha relación con el líder ruso. Ambos candidatos cortejan a los votantes de izquierdas con sus promesas sociales
Los guiños al votante de izquierdas convertido en el árbitro del partido y los intentos de Emmanuel Macron de poner de relieve el largo historial de relaciones de Marine Le Pen con el Kremlin han marcado el debate cara a cara celebrado este miércoles por la noche en Francia en el que el presidente, en líneas generales, ha demostrado un conocimiento más exhaustivo en la mayoría de la rúbricas pese a que Le Pen no ha cometido los grandes errores de hace cinco años cuando se perdió en las cifras y no paraba de consultar fichas.
Según un primer sondeo exprés elaborado por el instituto Elabe para la cadena BMFTV, Macron ganó el cara a cara por un amplio margen. Para el 59% de los encuestados, el presidente se había impuesto en el debate, frente al 39% que se decantó por la líder ultra.
Le Pen intentó defenderse de las acusaciones señalando que estaba de acuerdo con la sanciones impuestas a Moscú por la guerra de Ucrania. “La sola sanción con la que no estoy de acuerdo es con el bloqueo de gas y petróleo ruso porque haría daño al pueblo francés” dijo Le Pen en este sentido. Le Pen quiso dejar clara su “solidaridad” con el pueblo ucraniano, pero Macron intentó en carias ocasiones señalar el historial de incoherencias de la ultaderechista en este asunto. Macron volvió a señalar que la estrategia de Francia debe ser la de buscar la paz, “por una parte ayudando a Ucrania y por otra hablando con otros actores como China”.
Respecto a las consecuencias de la guerra sobre el poder adquisitivo, tema central de la campaña, Macron criticó en varias ocasiones que Le Pen haya sido contraria votando en contra de medidas en favor del blindaje energético de los precios. Medidas que, en cambio, ahora ya defiende. “Le felicito” por el cambio de postura dijo Macron a Le Pen.
Le Pen no ha perdido ocasión de erigirse como representante del “patriotismo económico”, de planteamientos políticos por los que la nación es la respuesta a los daños colaterales de la globalización aunque, a diferencia de hace cinco años, ha querido dejar claro que no cuenta con una agenda oculta para sacar a Francia de la UE. Le Pen ha insistido, eso sí, en una economía de relocalizaciones, reindustrialización y ha buscado retratar a Macron como el representante de las grandes empresas. Con este discurso, Le Pen pretendía una conexión con el electorado del izquierdista Jean-Luc Mélenchon, también sensible a esta cuestión.
El intercambio en materia de cambio climático ilustró bien la diferencia de programas entre los dos candidatos. Macron calificó a Le Pen de “climato-escéptica” y ella le replicó tildándole de “climato-hipócrita”. Le Pen ha optado por una intervención de marcado carácter ideológico, subrayando que a su juicio el gran responsable del cambio climático es el modelo librecambista que fomenta transportes contaminantes y aboga de nuevo por el localismo y el patriotismo económico. Macron ha optado por planteamientos pragmáticos, planteando medidas de mejora de aislamiento térmico de los edificios, renovación del parque de vehículo y apoyo a la transición industrial.
La expectación era máxima porque la ultraderecha nunca estuvo tan cerca de llegar al Elíseo. Los últimos sondeos otorgan una diferencia de diez puntos de media a Macron, con un 55% a 56% de intención de voto para el próximo domingo, pero las dudas de cómo funcione la abstención y el voto del sector más antisistema de la izquierda otorgan una emoción extra a estos comicios presidenciales.
Le Pen arrancó en los primeros compases del debate con más templanza que en hace cinco años, cuando perdió el debate por mostrarse demasiado agresiva contra Macron y comenzar a divagar mezclando rumores, cifras y errores de peso. Llegó agotada tras la campaña y lo pagó caro. Macron ganó días después en las urnas con el 66%, algo que parece poco probable ahora. Por su parte, el peligro para Macron era el de confirmar la percepción de presidente arrogante entre esos votantes de la izquierda que ahora intenta seducir con un discurso de tono más social y ecologista. Algo que se ha podido notar desde el arranque del cara a cara.
La cara más ultra de Le Pen
Sin embargo, a pocos minutos del final, apareció la cara más ultra de Le Pen con el tema de la inmigración. “Hay que arreglar el problema de la inmigración anárquica y masiva que agrava la inseguridad en este país”, dijo Le Pen, una afirmación que Macron intentó desmentir y puntualizar acotando la cuestión a la inmigración clandestina en un marco europeo y no a escala nacional como pretende la ultraderechista.
La desdiabolización de Le Pen viene de atrás, pero la de esta campaña quizás haya sido su punto cumbre ya que la coyuntura internacional le ha permitido hablar a los franceses de su bolsillo y esquivar las propuestas más antipáticas y fáciles de identificar con la tradición y la retórica ultra. Ha dulcificado su imagen personal por múltiples vías y así ha intentado mostrarlo una vez más en el cara a cara de este miércoles por la noche. La imagen de ambos candidatos ha intentando ser modificada por vías distintas en los últimos tiempos persiguiendo un Macron menos arrogante y una Le Pen más amable.
Una de las más comentadas en redes sociales fue cuando decidió hace unos meses sacarse el diploma de cuidadora de gatos. Sus edulcoradas y tiernas instantáneas con gatos inundaron las redes sociales y fueron objeto de múltiples burlas, pero al mismo tiempo eso contribuyó de forma exponencial a mostrar una Le Pen humanizada, cariñosa y próxima.
El debate, organizado por la cadena privada TF1 y la pública France 2 ha sido la última oportunidad para convencer a millones de franceses antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo. Los equipos de ambos candidatos habían cuidado hasta el último detalle: acuerdo por los periodistas moderadores que han intentado intervenir lo mínimo posible, la disposición de las sillas una frente a otra con el presidente ocupando la izquierda y la ultraderechista la derecha, la temperatura e incluso los colores azules del fondo del plató.
Ha sido el octavo debate de la historia entre los dos candidatos a la presidencia. Todos, menos el que enfrentó a Jacques Chirac y Lionel Jospin en 1995 y que resultó bastante aburrido, dejaron momentos y frases que han quedado grabados en la memoria política colectiva. Sobre todo la famosa y célebre frase “usted no tiene el monopolio de los corazones”, que le espetó Valéry Giscard d’Estaing a François Mitterranden 1974. Cada cinco años se celebra este clásico cara a cara salvo en una ocasión. En 2002, cuando la extrema derecha se clasificó por primera vez para la segunda vuelta, el entonces presidente Chirac se negó a debatir con el candidato ultra, Jean-Marie Le Pen, padre de Marine. Fue el único año sin cara a cara.
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