Guerra en Etiopía
Los rebeldes de Tigray ofrecen la paz y el Gobierno etíope responde bombardeando una universidad
Como respuesta al comunicado ofreciendo la paz del Gobierno tigranio, el Primer Ministro etíope ha autorizado este martes un bombardeo contra una universidad y una sede de televisión
El miedo que sufren hoy los tigranios es difícil de imaginar para quienes viven la paz. Es el miedo de la derrota. El miedo a la ocupación. Es el miedo a ver desfilar frente a su portal al ejército victorioso, que no es el suyo, conjugado con la perspectiva de que uno de esos soldados enemigos se detenga en su portal y decida entrar en su casa para robar, castigar, apalear, violar. El terror a que el ejército victorioso cometa los mismos crímenes que lleva cometiendo de forma impune desde hace casi dos años. Porque, tras casi dos años combatiendo a las tropas del Gobierno federal de Etiopía, las fuerzas rebeldes de Tigray anunciaron el pasado domingo estar dispuestas a firmar un acuerdo de paz, siempre y cuando la Unión Africana actúe como mediadora entre ambas partes. No se fían de la palabra que pueda dar del Gobierno federal porque el miedo que acompaña a la derrota persiste al término de cualquier conflicto, cuando toda precaución es poca.
En un comunicado emitido el 11 de septiembre, el mismo día que se celebraba el Año Nuevo etíope, el Gobierno de Tigray aseguró estar “preparado para cesar las hostilidades, de manera que pueda crearse una atmósfera adecuada” que permita “el fin de las hostilidades”. Pero toda precaución es poca. En el mismo comunicado apelan a la Unión Africana (UA) para que conduzcan un proceso de paz “creíble” y piden asimismo la presencia de observadores internacionales “que ayuden a construir una base de confianza mutua” entre ambas partes involucradas en un conflicto que ya ha segado la vida de casi medio millón de personas, incluyendo los afectados por las hambrunas derivadas del enfrentamiento. Asimismo, más de 1,5 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares para huir de la barbarie.
Toda precaución es poca. Mesay es un panadero de Addis Abeba que desea con fervor la exterminación de los tigranios, a los cuales califica de “serpientes”, mientras critica a viva voz que el Gobierno considere siquiera sentarse a dialogar con las “serpientes” del norte. El odio está allí, mezclado con el agua y con la harina que manipulan las manos habilidosas de Mesay. Un hermano de Mesay murió combatiendo en Tigray del lado del Gobierno federal, esa es la razón que empuja a Mesay a desear la muerte de todos los tigranios. Y los tigranios saben que hay muchos como Mesay. Tienen miedo. El miedo que sigue a la derrota y por eso apelan en su comunicado a que la Unión Africana supervise el proceso de paz y que los observadores internacionales vigilen que no se cometan abusos.
Mientras los comunicados anteriores del Gobierno de Tigray imponían una serie de fuertes exigencias para firmar la paz (que principalmente consistían en devolver a los tigranios el poder político que ostentaban en tiempos anteriores a la elección del actual Primer Ministro, Abiy Ahmed Ali), en su último mensaje no parecen tan ambiciosos. Por lo pronto, piden la restauración de las líneas móviles en la región, que llevan cortadas desde hace más de un año. Y el siguiente paso, indica, trata de “negociar un alto el fuego comprensivo y que incluya un diálogo político que resuelva las cuestiones del conflicto”.
Respuesta: bombardear
La respuesta del Abiy Ahmed Ali no se hizo esperar. En la mañana del martes, dos días después de la oferta de paz, un bombardeo aéreo dirigido por el Gobierno federal ha concluido con un herido en la ciudad de Mekele, la capital de Tigray. Los proyectiles impactaron contra el campus de la Universidad de Mekele y contra la sede de la cadena televisiva Dimitsi Woyane TV, que actualmente está gestionada por el Gobierno de Tigray. Getachew Reda, el portavoz del Gobierno de Tigray, anunció en Twitter que el ataque había sido efectuado mediante el uso de drones, calificándolo de “una venganza” que apunta a los civiles y que está promovida por el Primer Ministro etíope y sus adláteres.
Se supone que el Gobierno etíope prosigue con la ofensiva comenzada el 24 de agosto en colaboración con elementos del Ejército de Eritrea, siguiendo la máxima que dice que la única rendición que están dispuestos a aceptar es una absolutamente incondicional. La ofensiva iniciada el 24 de agosto dio fin a cinco meses esperanzadores de alto el fuego y se ha saldado ya con tres ataques aéreos dirigidos contra Mekele. Entonces, el miedo que hoy domina a los tigranios tiene un fundamento veraz: ofrecen la mano a Abiy y este coloca explosivos en su palma, los hace detonar sin mediar palabra. Es el miedo a la derrota definitiva, la humillación, la mutilación de sus esperanzas que se quiebran como el cristal. El miedo a que el victorioso no se detenga hasta exterminarlos, aplastarlos bajo su bota, tal y como desea Mesay desde su panadería en la capital.
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