Elecciones
Brasil acude a las urnas más dividida que nunca
Lula aspira a la victoria en primera vuelta mientras la amenaza de Bolsonaro de no reconocer los resultados incrementa la tensión tras una campaña polarizada y violenta
El expresidente brasileñoLula da Silva, favorito con un 50% de los votos frente al 36% de JairBolsonaro según la última encuesta de Datafolha, promete un país “más justo y solidario” en el que los 33 millones de brasileños que sufren hambre, un 16% de la población, tengan “desayuno, comida y cena”. “Queremos cuidar del pueblo para hacer que las familias vivan bien”, aseguraba Lula este jueves, último día para hacer campaña por televisión, mientras se mostraban imágenes con platos llenos de comida.
El presidente de Brasil apuesta por la “libertad económica” como motor de bienestar social y se compromete a generar empleos, especialmente entre mujeres y jóvenes. El desempleo del 8,9%, los duros efectos del 7,9% de inflación anual y la inseguridad son las principales preocupaciones de los brasileños ante el duelo entre el proyecto ultraconservador de Bolsonaro y el frente amplio del ex mandatario de izquierdas Lula da Silva.
Tras la campaña más polarizada y violenta de la historia de Brasil en la que dos simpatizantes de Lula y un seguidor de Bolsonaro fueron asesinados por motivos políticos, 156 millones de brasileños están llamados a las urnas este domingo para decidir el futuro de Brasil entre el frente amplio de diez partidos de Lula y la “defensa de Dios, la patria y la familia” de Bolsonaro. Lula aspira a ganar en primera vuelta tras su subida en los sondeos los últimos días: “Siempre disputé elecciones para ganar en primera vuelta. Y creo que podemos ganar en primera vuelta. Hay una movida en la sociedad que nos permite soñar con ello”, comentaba el martes en Sao Paulo.
El expresidente brasileño de 76 años ha llamado al “voto útil” tratando de concentrar a los votantes de otros partidos que rechazan la reelección de Bolsonaro. Ninguno de los otros nueve candidatos ha logrado impulsar con fuerza una tercera vía. El candidato del Partido Democrático Laborista, Ciro Gomes, es tercero con el 6% de los apoyos en el último sondeo de Datafolha, un punto menos que la semana pasada, por delante de Simone Tebet del Movimiento Democrático Brasileño que mantiene el 5%.
Más de 156 millones de brasileños están llamados a las urnas para elegir presidente, renovar la Cámara de Diputados, cambiar un tercio del Senado y votar el gobernador de los 26 estados y el Estado Federal de Brasilia. El voto es obligatorio en Brasil para las personas entre 18 y 70 años, que se arriesgan a una multa si no acuden a las urnas, y voluntario para mayores de 70 años y adolescentes de 16 y 17 años.
El frente amplio de diez partidos de Lula, en el que destaca como número dos su antiguo rival político Geraldo Alckmin de centro-derecha, aspira a una victoria en primera vuelta que el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Campinas, André Kaysel, veía “poco probable” hace dos semanas: “Hoy creo que es probable. Hay una posibilidad muy real de que suceda, lo que no quiere decir que vaya a suceder. Hay una coincidencia fuerte en las encuestas esta semana que muestran una tendencia al alza de la intención de voto de Lula y un estancamiento de Bolsonaro”. Kaysel explica a LA RAZÓN “la gran duda” de este domingo en las elecciones presidenciales: “¿Tendremos segunda vuelta o esto se resuelve en la primera?”. Si el líder del PT no logra más de la mitad de los votos válidos, Lula y Bolsonaro se enfrentarán en una segunda vuelta el 30 de octubre.
La amenaza de Bolsonaro de rechazar los resultados y la enorme crispación entre bolsonaristas y seguidores de Lula generan miedo a que se produzcan enfrentamientos en los colegios electorales. El ex capitán del ejército agitó el fantasma de un golpe de Estado o un atrincheramiento en el poder hace dos semanas en Londres en su viaje al funeral de Isabel II: “Si tengo menos del 60% de los votos es porque algo anormal ocurrió en el Tribunal Superior Electoral (TSE) teniendo en cuenta la cantidad de gente que va a mis eventos y cómo soy recibido a todos los lugares a los que voy”.
Desde su implantación en 1996, el sistema de votación electrónica en Brasil no ha tenido ninguna sospecha de fraude. Bolsonaro imita la estrategia del expresidente de EEUU, Donald Trump, de denunciar un amaño de las elecciones sin pruebas. “Es su referente. Los riesgos de altercados aumentan a partir del lunes. La reacción de Bolsonaro a los resultados será determinante”, subraya Kaysel.
Promesas electorales
El presidente brasileño apuesta por eximir del impuesto de la renta a quienes ganen menos de cinco salarios mínimos, mejorar las infraestructuras en las regiones menos desarrolladas y ampliar el proceso de privatizaciones. Lula, líder del Partidos de los Trabajadores (PT), quiere subir el salario mínimo de 228 euros, uno de los más bajos de la región, una nueva legislación laboral “para ampliar la protección social”, mayor inversión pública y una reforma tributaria “para que los pobres paguen menos y los ricos paguen más”. Lula ha prometido un plan para reducir el endeudamiento que afecta al 70% de las familias brasileñas.
Desde Río de Janeiro, el catedrático de Ciencia Política en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Fabricio Pereira, remarca que “el proyecto de Lula está en construcción”: “Se ha hecho más moderado día a día. Una parte de las élites económicas, tradicionalmente reacias a Lula, ven con buenos ojos su victoria para estabilizar el país”. Pereira subraya que el “recuerdo” de los años de Presidencia de Lula (2003-2010), en los que millones de brasileños salieron de la pobreza gracias al programa Bolsa Familia, es una baza a favor del ex sindicalista del metal que dejó el cargo con el 80% de aprobación. El ex presidente de EEUU, Barack Obama definió a Lula como “el político más popular del mundo”.
Los seguidores de Bolsonaro circulan vídeos en redes sociales y WhatsApp con bulos sobre irregularidades en el sistema de urnas electrónicas. La autoridad electoral brasileña investiga al Partido Liberal de Bolsonaro, que alega haber identificado fallos en el sistema de votación, en un “claro intento” de “enredar y perturbar” los comicios. El descontento con la política que llevó a Bolsonaro al Palacio de Planalto hace cuatro años ha derivado en una crispación social entre bolsonaristas y simpatizantes de Lula.
Las investigaciones contra Bolsonaro por su gestión de la pandemia, en la que se mostró reacio y lento en la compra de vacunas, y varios escándalos de corrupción le han desgastado. “Mucha gente ve que Bolsonaro tiene una doble vara de medir al denunciar la corrupción de los gobiernos de Lula, pero no admitir sus propios escándalos y de sus familiares”, explica Kaysel.
Un sistema de recuento eficaz
El presidente del TSE, el juez Alexandre de Moraes, invitó el miércoles al séquito de Bolsonaro, entre ellos el ministro de Defensa Paulo Nogueira de Oliveira, a sus instalaciones para demostrar que no son dependencias “secretas ni oscuras”. Kaysel subraya que “Bolsonaro está difundiendo noticias falsas en redes sociales, una estrategia que domina muy bien”. El frente amplio de Lula ha pedido a la Organización de Estados Americanos (OEA) un rápido reconocimiento de los resultados. Bolsonaro pidió que el ejército realizase un recuento paralelo pero el TSE se negó. Brasil dispone de un sistema de urna electrónica que agiliza el recuento y que, previsiblemente, permitirá conocer al vencedor de las elecciones presidenciales de este domingo en pocas horas en el país más grande de América Latina.
El Tribunal Superior Electoral ha prohibido portar armas 48 horas antes de los comicios. “Hay miedo a peleas entre bolsonaristas y lulistas”, lamenta Kaysel. El presidente brasileño de 67 años alimenta la tensión calificando reiteradamente a Lula de “ladrón” y “expresidiario” por los 19 meses que pasó en prisión en 2018 y 2019 condenado por corrupción antes de que se anulase su condena por la falta de imparcialidad del juez Sergio Moro, posteriormente ministro de Justicia de Bolsonaro. Kaysel remarca que “la crispación de Bolsonaro ha llegado a las calles y a las familias”: “Entiende la política como una lucha entre amigos y enemigos. Lula tiene una lógica de aliados y adversarios”.
Ante la crisis climática, Brasil juega un papel fundamental al ser el país más boscoso y con mayor biodiversidad del mundo donde el 40% del territorio es selva tropical. Bolsonaro ha promovido los derechos de ganaderos y agricultores que han talado árboles para criar ganado y sembrar cultivos que se venden en todo el mundo como café, carne de vacuno y soja. La deforestación del Amazonas alcanzó un récord en el primer semestre del año confirmando una tendencia al alza desde hace años.
Lula promete reducir la tala y promoverá la protección del medio ambiente: “Aunque la Amazonía es territorio soberano de Brasil, la riqueza que produce tiene que ser utilizada por todos los habitantes del planeta”. Las 23 millones de personas que viven en la Amazonía y sus alrededores tienen que lidiar con un difícil equilibrio entre su prosperidad económica y la preservación de este ecosistema. Noruega se unió a Alemania en la suspensión de los pagos al Fondo Amazónico para protestar contras las políticas de Bolsonaro abriendo la puerta a volver a financiar la conservación de la Amazonía si cambian las políticas ambientales.
El presidente de EEUU, Joe Biden, ha advertido este martes que la votación será observada “de cerca” e instó a realizar unas elecciones “libres y limpias”. El Senado de EEUU aprobó el miércoles una resolución impulsada por Bernie Sanders en defensa de la democracia en Brasil: “El resultado debe ser respetado por ganadores y perdedores. Como la mayor democracia en América Latina, su país es un ejemplo importante para el mundo”.
La victoria en primera vuelta de Lula reduciría los riesgos de un golpe de Estado o una llamada a la agitación social por parte de Bolsonaro. Una segunda vuelta aumentaría la amenaza de golpe de Estado o una llamada a la rebelión popular en un país donde se ha multiplicado por cinco la tenencia de armas desde la llegada de Bolsonaro en 2019 al Palacio Planalto, sede del gobierno brasileño. Pese a que el sondeo de BTG Pactual-FSB apuntan en la línea de otras encuestas a una victoria de Lula en segunda vuelta con el 52% frente al 40% de Bolsonaro, Kaysel subraya que “se debe tomar con cuidado ya que un balotaje es siempre una nueva elección”. El catedrático da opciones a Bolsonaro de “acercarse a la remontada” pero “sin lograr vencer a Lula”: “Una victoria por escaso margen de Lula daría fuerza a Bolsonaro para un intento de golpe de Estado o una llamada a la movilización violenta de sus seguidores”.
La selección de fútbol, en campaña
La camiseta de la selección brasileña de fútbol ha sido la protagonista de la última polémica entre Bolsonaro y el Tribunal Electoral. Bolsonaro ha animado a sus seguidores “a votar con la camiseta verde y amarilla”, después de que el Tribunal Superior Electoral (TSE) instara a no utilizarlas en los centros de votación para evitar altercados debido al uso político de la elástica de la selecão por parte de Bolsonaro y sus seguidores. Pese a que el TSE rechazó esta semana la propuesta de prohibir acudir a los centros de votación con la camiseta de la selección brasileña, Bolsonaro ha amenazado con cerrar centros de votación si se impide votar a personas que acudan vestidas con esta prenda que hasta hace poco solo era símbolo del amor por el fútbol y orgullo nacional: “Voy a ordenar a las Fuerzas Armadas a que en cualquier colegio electoral que prohíba la entrada con la camiseta verde y amarilla no habrá elecciones”.
La victoria de Lula en las elecciones brasileñas consolidaría un giro a la izquierda en América Latina tras los triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile este año, de Xiomara Castro en Honduras y Pedro Castillo en Perú el año pasado. Los éxitos de la izquierda latinoamericana se unían a los gobiernos progresistas en México y Argentina. El éxito del conservador Rodrigo Chaves, presidente de Costa Rica, al ganar las elecciones en abril y el año pasado de Guillermo Lasso en Ecuador y de Rodrigo Chaves en Costa Rica son las excepciones de un viraje a la izquierda en América Latina que Lula busca consolidar.
En Río de Janeiro, Fernanda Cipriano animaba a votar a Lula portando banderas y pegatinas del líder del PT que busca regresar a la Presidencia tras salir de prisión hace tres años. Cipriano se quedó en paro tras contagiarse de covid y la subvención que recibe “no es suficiente”. Sus esperanzas están puestas en que Lula lidere un gobierno enfocado en lo social: “Si Lula vuelve al gobierno la gente que vive en la calle conseguirá trabajo y vivienda, todo lo que ahora no tienen”, cuenta a DW. Mientras Cipriano anima a apoyar a Lula, en la acera de enfrente María Joseph Carvalho llama a votar por Bolsonaro: “Bolsonaro tuvo un gobierno muy difícil. Brasil, como muchos otros países, está empezando a crecer nuevamente después de la pandemia. El gobierno necesita mostrar su trabajo ahora comenzado de nuevo. No es justo que la gente no le quiera dar otra oportunidad para hacer un buen trabajo”.
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