Acuerdos de Abraham

La visita de Ben Gvir a la Explanada de las Mezquitas tensa los vínculos de Israel con el mundo árabe

Cuando Netanyahu tenía todo listo para su primera visita oficial como primer ministro a Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos pospuso su inminente llegada debido a las “serias y provocativas violaciones”

0Palestinos participan en una protesta en solidaridad con la mezquita de Al Aqsa, en Rafah, el viernes
0Palestinos participan en una protesta en solidaridad con la mezquita de Al Aqsa, en Rafah, el viernesDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

“No responderé a la pregunta sobre si permitiré el rezo de judíos en el Monte del Templo”, respondió ambiguamente Itamar Ben Gvir en una entrevista televisiva. El nuevo Ministro de Seguridad Nacional israelí, responsable político de la Policía, desoyó todas las advertencias y visitó la Explanada de las Mezquitas cuando apenas se había cumplido la primera semana del nuevo gobierno de Benjamin Netanyahu.

La visita al lugar más sagrado para el Judaísmo y tercero para el Islam fue considerada por los palestinos, el mundo árabe y países occidentales como una provocación. El polémico dirigente de Sionismo Religioso, inculpado por racismo en el pasado, fue durante años un destacado activista que pretende alterar el status quo en el sensible lugar sagrado.

Acorde a lo establecido tras la captura israelí de Jerusalén Este en 1967, los judíos tienen prohibido rezar en la explanada, donde según la tradición se ubicaron los dos Templos de Jerusalén. En el acuerdo de coalición, el político ultra se comprometió a no alterar la situación vigente, que establece que los no musulmanes solo pueden ascender en días y horas concretas. “Bibi”, que recomendó posponer los planes a su socio, alertó de las potenciales consecuencias en 2020: “El rezo judío incendiaría Oriente Medio, y millones de musulmanes marcharían hacia la explanada”.

El movimiento de Ben Gvir tuvo inmediatas consecuencias.

Además de las habituales condenas de Hamás o la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Emiratos Árabes Unidos (EAU) -que normalizaron relaciones con Israel en 2020- condenaron el “asalto a la explanada de Al Aqsa”. Cuando “Bibi” ya tenía todo listo para su primera visita oficial como primer ministro a Abu Dhabi, el emirato del Golfo Pérsico pospuso su inminente llegada debido a las “serias y provocativas violaciones”. Pese a que no se desataron disturbios, muchos compararon la acción con la visita al lugar sagrado del “premier” Ariel Sharon (2000), que para los palestinos fue la mecha que prendió el fuego de la Segunda Intifada.

El ministro de Exteriores emiratí, Abdullah bin Zayed, conversó con sus homólogos de Jordania y Turquía para “proteger” la santidad del espacio. A las condenas se sumaron Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Kuwait o Egipto. La indignación árabe promovió la convocatoria de una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU el pasado jueves. El reino saudí, que figura en las quinielas como candidato a normalizar relaciones con el estado judío, catalogó la acción como “seria provocación”. Desde El Cairo, actor fundamental para garantizar la calma en la Franja de Gaza, avisaron de las “negativas consecuencias de estas acciones para la seguridad y la estabilidad”.

Para Ben Gvir y sus simpatizantes el relato es opuesto. “Hay racismo en el Monte del Templo, porque los judíos no podemos ir y somos vistos como impuros”. Y aclaró: “Las plegarias judías ocurren, incluso Bennett las permitió”. En los últimos años, activistas rezan sigilosamente durante sus visitas bajo fuerte escolta policial. El criticismo unánime a su visita, que llegó también desde la Casa Blanca, fue considerado por el ministro como un acto de hipocresía.

Las condenas también llegaron desde la oposición israelí liderada por el centrista Yair Lapid, que acusó a Benjamin Netanyahu de “irresponsabilidad y debilidad” por no controlar al ministro extremista. “Como ministro que representa al gobierno de Israel, debería actuar acorde a las instrucciones del rabinato, que prohíbe visitar el Monte del Templo”, señaló Isaac Yossef, el rabino principal sefardí. Para evitar inflamar las tensiones, el liderazgo espiritual judío y el aparato de defensa aceptaron en 1967 que el Waqf de Jordania preservará el control religioso sobre la explanada.

Ben Gvir pretende provocar una Intifada. No descansará hasta hundir al gobierno, al ejército y a los israelíes en un estado paria”, alertó el columnista Zvi Barel en “Ha’aretz”. Su manifiesta intención de liquidar la ANP –cuyas fuerzas colaboran en la lucha antiterrorista con el Ejército israelí-, y los planes expansionistas de los colonos en Cisjordania, que gozan de un inédito poder político, “acelerarán la colisión con los estados árabes que firmaron acuerdos de paz con Israel, así como con Washington y países occidentales”.

Kobi Shabtai, jefe de Policía que ahora obedece a las órdenes del ministro radical, consideró que los violentos disturbios interétnicos desatados en mayo de 2021 (durante la guerra en Gaza) fueron instigados por el propio Ben Gvir, que instaló su “sede parlamentaria” en el incendiario barrio de Sheikh Jarrah de Jerusalén. Pese a que no sirvió en las Fuerzas Armadas, el incendiario ministro es ahora integrante del gabinete de seguridad nacional.

Netanyahu, que concedió amplios poderes sobre el aparato de defensa a la extrema derecha a cambio de garantizarse su lealtad, tiene las manos atadas. El ministro de justicia, Yariv Levin, anunció esta semana una drástica reforma del sistema judicial, que limitará considerablemente la autoridad del Tribunal Supremo y afectará a la separación de poderes. Cuando se ponga en marcha, la Justicia ya no podrá detener leyes aprobadas por el Gobierno y la Knesset. Sionismo Religioso, que controla el organismo que otorga permisos de construcción en los asentamientos, pretende así regularizar colonias ilegales. Por su parte, “Bibi” aspira a blindarse ante las tres causas de corrupción que afronta. Para los detractores del Ejecutivo, esto supondrá el fin de la democracia israelí.

En 2020, Netanyahu pospuso los planes de anexionar parte de Cisjordania ante las demandas de EAU, que ofreció a cambio la normalización de relaciones. Ante los reclamos emiratíes de “preservar el histórico status quo de los lugares sagrados de Jerusalén”, la incógnita será si “Bibi” podrá parar los pies al nuevo “sheriff” de Israel.