Desafío
Así se organizó el asalto a la sede de los grandes poderes de Brasil
Los asaltantes robaron armas y destrozaron obras de arte y símbolos de la historia de Brasil durante la invasión de las sedes de los poderes constitucionales
El asalto a los tres poderes de Brasil, con el ataque de cientos de brasileños fanáticos a las sedes del Congreso Nacional, el Palacio de Planalto, sede del Gobierno, y el edificio del Tribunal Supremo, ha causado estupor dentro y fuera del país más grande de Latinoamérica. Fueron cuatro horas y media de furia y violencia para entrar en los edificios más emblemáticos del Estado, donde los extremistas -partidarios de Jair Bolsonaro que pedían un golpe militar para acabar con la recién estrenada presidencia del izquierdista Lula da Silva- arramplaron con todo hasta que fueron reducidos por las fuerzas de seguridad del Estado. Por la noche, la prensa local informaba de 400 detenidos y al menos 46 heridos, dos de ellos de gravedad.
En su intento por subvertir el orden establecido, los asaltantes -calificados por los medios brasileños como “terroristas”- no solo irrumpieron de forma ilegal en las sedes del ejecutivo, el legislativo y el judicial sino que rompieron obras de arte y símbolos nacionales de Brasil, un detalle no menor que ha generado mayor malestar en el país.
Está por descubrir quiénes instigaron el asalto. Se ha hablado en la prensa brasileña de militares y de empresarios afines a Bolsonaro que ganaron mucho dinero durante su presidencia como responsables intelectuales del vandalismo. Algunos analistas creen que la invasión de las sedes de los poderes públicos lleva la marca de ultranacionalista estadounidense Steve Bannon, aliado de Donald Trump y asesor de Bolsonaro y de sus hijos.
El analista Leandro Machado asegura que “seguramente Bolsonaro alentó este intento de golpe, no solo con su silencio desde que perdió las elecciones y no admitió la derrota, sino durante los últimos años”. A su juicio, “este atentado terrorista tiene las diez huellas dactilares de Bolsonaro. Pero no solo él, también su aliado, el gobernador del Distrito Federal (Brasilia), Ibaneis Rocha, y el actual secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Anderson Torres, quien fue ministro de Justicia de Bolsonaro. El Ministerio Público acaba de pedir incluso la detención temporal del secretario Torres”.
Robaron armas
Mientras comienza la investigación para esclarecer quién está detrás del asalto, siguen saliendo a la luz detalles de lo que sucedió en el interior de los edificios oficiales. La turba de radicales robó armas de fuego, munición y documentos guardados en el Gabinete de Seguridad Institucional, en el palacio presidencial de Planalto, según reveló el ministro de Comunicación Social, Paulo Pimenta, al mostrar en un vídeo dos estuches vacíos de armas de fuego, encima de un sofá quemado.
Los actos vandálicos de este domingo son la culminación de un proceso que comenzó el 30 de octubre, la fecha de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en las que Lula venció a Bolsonaro con casi dos millones de votos de ventaja y 1,8 puntos de diferencia. Días después de la derrota de Bolsonaro, sus simpatizantes, especialmente el gremio de los camioneros -un sector muy cercano al ex presidente- bloquearon carreteras en el sur del país y comenzaron a congregarse frente a cuarteles militares en varias ciudades para exigir a las Fuerzas Armadas una intervención que evitara la toma de posesión del candidato izquierdista. Fue toda una exhibición de fuerza y también una amenaza de lo que estaba por venir.
Ninguno de los hombres y mujeres que salían entonces a las calles en señal de protesta reconocía el resultado de las urnas. Muchos de ellos se hacían eco de las las declaraciones de Bolsonaro antes de las elecciones en las que anticipaba un supuesto fraude, pese a que el resultado fue reconocido por las Fuerzas Armadas, la Justicia, los propios gobernadores aliados de Bolsonaro y el vicepresidente del país, el general Hamilton Mourao.
¿Cuál fue la reacción de las autoridades a los bloqueos?
Jeniffer Gularte Mariana Muñiz cuenta en OGlobo que a pesar de algunas actuaciones aisladas de las fuerzas de seguridad, que despejaron las vías, los actos antidemocráticos continuaron durante la transición de poderes en noviembre y diciembre, con la connivencia de las Fuerzas Armadas, responsables de las zonas aledañas a las unidades militares.
Con la toma de posesión de Lula el pasado 1 de enero y la salida de Bolsonaro para instalarse en Florida (EEUU) -que no gustó a muchos de sus seguidores-, pareció que se iniciaba una aparente desmovilización. Nada más lejos de la realidad. Grupos de bolsonaristas comenzaron a pedir a los manifestantes que se dirigieran a Brasilia para retomar las protestas durante el fin de semana. De hecho, se fletaron más de cien autobuses financiados, según la prensa brasileña, por empresarios bolsonaristas en varias ciudades del país y llevar así a los interesados a participar de los actos en la capital federal.
Las autoridades federales esperaban que un hecho así pudiera producirse. “No ha sido una sorpresa”, asegura el analista político brasileño Leandro Machado. “La verdadera sorpresa ha sido que las fuerzas de seguridad no estuvieran preparadas”. El golpe comenzó a mascullarse horas antes en las redes sociales. El juez de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, ha dicho que “los actos de terrorismo se revelan como una verdadera tragedia anunciada debido a la omnipresente publicidad de la convocatoria a manifestaciones ilegales en las redes sociales y aplicaciones de mensajería, como WhatsApp y Telegram”.
En las horas previas al asalto se habían aumentado los refuerzos policiales. Aún así, los asaltantes rompieron fácilmente los bloqueos levantados por la Policía Militar del Distrito Federal. Como pasó hace dos años en el asalto al Capitolio en Washington, la fuerza pública no fue suficiente para contener a la turba de fanáticos.
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